El diablo

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ALTHAIA

-Déjala fuera de esto-. Dijo mi padre con una mirada furiosa.

-¿Por qué deberla? Eres tú quien la esconde, Gaetano -le desafió Damiano con una sonrisa en los labios.

-¡Ella no tiene nada que ver con nada!- Le gritó mi padre.

-Ya, ya-. Damiano soltó una pequeña risita, completamente imperturbable.

-Yo juzgaré eso-. Me atrajo hacia él. Me sentí como si estuviera frente al mismísimo Diablo mientras miraba sus ojos marrones dorados que parecían tan mortíferos ahora mismo. Se inclinó hacia mí, su cara estaba tan cerca de la mía que si me movia, chocariamos las cabezas. Tragué saliva mientras le miraba con los ojos muy abiertos, asustada por lo que pudiera hacerme.

-Pronto tendremos una pequeña charla juntos, ¿vale? -Sus ojos marrones dorados miraron fijamente los mios mientras me pasaba un pulgar por la mandibula.

No podia hablar.

Ni siquiera podia respirar.

Me quedé mirándole con los ojos muy abiertos mientras el corazón me latía como loco. ¿Qué se suponia que tenia que decir? ¿Té o café? Estaba segura de que prefería sangre. Y sólo podia esperar que no fuera la mia lo que buscaba.

Se echó hacia atrás, me guiñó un ojo y se dio la vuelta para marcharse. Dejé escapar un suspiro y mis débiles piernas finalmente cedieron ante mi, haciéndome tropezar antes de tocar el suelo. Pero unos brazos me rodearon antes de que pudiera caer al suelo. Me giré para ver que Michael había conseguido agarrarme a tiempo.

-¿Estás bien? ¿Te has hecho daño en algún sitio?- preguntó frenéticamente mientras me miraba a la cara. En lugar de responderle, miré a mi alrededor, confusa por lo que acababa de pasar. Justo entonces me di cuenta de que tanto los hombres de Damiano como los de mi padre tenian sus armas desenfundadas, pero las guardaban lentamente cuando no pasaba nada. Pero seguian cautelosos, evaluándose unos a otros.

-¡Althaia!- Michael gritó mi nombre con severidad. Giré la cabeza para mirarle de nuevo, me miró a los ojos esperando una respuesta. Parecía tan serio que me hizo contestarle rápidamente.

-Estoy bien-. Mi voz era apenas audible. Fisicamente, estaba bastante bien. ¿Mentalmente? Probablemente necesitaba hablar con un terapeuta y decirle que acababa de conocer al mismísimo Diablo y que probablemente iba a quedar traumatizada de por vida.

-Michael, lleva a Althaia a mi despacho- Michael no dudó ni un instante y me acercó más a él y empezó a caminar de vuelta a la mansión. Estaba saliendo lentamente de mi aturdimiento cuando me di cuenta de que Michael caminaba rápido y prácticamente me llevaba dentro.

Maldita sea, él también es fuerte. Qué bueno.

-Ya puedes dejarme andar, estoy bien- le tranquilicé cuando entramos en la mansión. Aflojó un poco el agarre, pero seguía sujetándome y se dirigió al despacho de mi padre.

El despacho de mi padre era un clásico estilo Oaktree de caoba con una gran silla de oficina de cuero marrón, y frente al escritorio había dos pequeños sofás enfrentados con una mesa de centro negra redonda en medio. Unas ventanas que iban del suelo al techo cubrían toda la parte derecha del despacho, con puertas dobles que daban a un balcón.

Me dejé caer en el sofá y empecé a masajear ligeramente mis sienes al sentir que me dolía la cabeza. Mis pensamientos no ayudaban en absoluto, ya que iban a mil por hora. ¿Qué demonios acababa de pasar ahí fuera? En un momento nos estábamos dando la mano y al siguiente había gente intentando dispararse. Me recordó amistosamente a quienes eran realmente estas personas.

Michael fue al minibar que estaba incorporado a la pared y sacó una botella de agua. Se sentó en la mesita frente a mí mientras me entregaba la botella.

-Gracias-. Le dediqué una pequeña sonrisa y bebí un gran sorbo.

-¿Estás bien?- Se inclinó un poco hacia delante y apoyó los antebrazos en los muslos.

-Sí, estoy bien. Es sólo que ahora estoy muy confusa- Gemí y me recosté en el sofá. Antes de que Michael pudiera replicar, se abrió la puerta y entró mi padre.

Michael y yo nos levantamos y lo miramos mientras se dirigía a su escritorio. Se apoyó en él y me miró con expresión furiosa.

-Tienes idea del lio en que te has metido por venir aquí?

Me quedé boquiabierta.

-¿Cómo demonios he causado problemas por presentarme aquí? exclamé.

-Cuida tu lenguaje-. Dijo con firmeza, y yo le fruncí el ceño.

-Además, deberia ser yo la que hiciera preguntas porque ese hombre, Damiano, dijo cosas realmente espeluznantes sobre mí ahí afuera-. Crucé los brazos sobre el pecho y le miré con desconfianza. Porque aunque el apellido estaba mal, todo lo demás era correcto. Y por mucho que quisiera pensar que era una coincidencia, en el fondo sabía que no lo era. Aquí había gato encerrado.

-¿Por qué me llamó Volante? ¿Y por qué demonios ha dicho que morí hace tres años? -Entrecerré los ojos y le miré con desconfianza. Mi padre cerró los ojos y se pellizcó el puente de la nariz.

-Intentaba protegerte... Pero me temo que he hecho más mal que bien- Suspiró y volvió a mirarme.

-¿Protegerme de qué?- Descrucé los brazos mientras empezaba a preocuparme. ¿Deberia temer por mi vida? ¿Mudarme a otro pais y cambiarme el nombre a Fifo? Pero estaba bastante segura de que no me parecía un Fifo.

-No quiero que te metas en este lio, pero como él ya sabe que estás bien y viva, no tiene sentido ocultarte esto-. Se dirigió al minibar, se sirvió una copa y se la bebió de un trago.

Confundida por lo que estaba pasando, esperé a que me explicara. Mi padre me indicó que me sentara en el sofá y él se sentó en el otro frente a mí. Michael se colocó junto al sofá con las manos en los bolsillos, escuchando.

-Sólo voy a decirte lo que necesitas oír. Fingi tu muerte cuando empezamos e! negocio con Famiglia di Bellavia. Al principio, las cosas iban bien, pero luego dieron un giro y la cosa pintaba mal. Casi empezó una guerra, y lo último que quería que hicieran era encontrarte. Así que fingí tu muerte- Se encogió de hombros despreocupadamente y le miré estupefacta.

(⁠ ⁠˘⁠ ⁠³⁠˘⁠)⁠♥

Posesivo: El Fuego Del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora