En la penumbra de su habitación,un chico solitario rememora su aflicción,conversando consigo mismo en ese silencio,siente cómo la soledad hiere cada adentro.
Y en sus pensamientos, se hace añicos el amor,creyéndose un error, un destello sin color,sus pasos se desvanecen en la angustia y el desvelo,mientras ve cómo desfallece el refugio de su cielo.
Siente que le falla a todo aquel que le rodea,una carga pesada que su corazón no desea,suspiros amargos se escapan de su voz,añorando el abrazo de quien le brinde amor.
El reloj inclemente marca el paso del tiempo,y él, en su desamparo, se refugia en el tormento,las lágrimas inundan la estancia en silencio,un arcoíris de tristeza en su rostro, un lamento.
Pero en ese rincón oscuro, donde el alma se desmorona,aún resplandece una rendija de esperanza que perdona,un hilo de luz que abraza su frágil existencia,recordándole la belleza oculta en la diferencia.
Y así, en medio de la soledad que arropa su ser,se aferra a la certeza de que siempre hay qué hacer,el chico solo en su habitación se levanta,decidido a devolverle al mundo su calma franca.
Con una dose de amor volcada en cada escrito,se eleva sobre las sombras, sin temor ni conflicto,abrazando su esencia y sanando sus heridas,se convierte en su propio faro en medio de las vidas.Al fin y al cabo, el chico solitario se forja en su soledad,aprendiendo a amarse a sí mismo, sin piedad,y aunque la melancolía siempre esté presente,él encuentra la fuerza para ser su propio valiente.