Aquella gota de agua llevaba varios minutos cayéndole encima, a intervalos de diez segundos, y empezaba a molestarle. Abrió los ojos, rabioso, para buscar esa fuga, pero lo que se encontró fue que el espacio en el que estaba se había reducido drásticamente. Casi no cabía allí debido a su enorme tamaño.
Examinó las piedras de las que goteaba esa agua, notando que eran rectangulares. Era una forma muy rara para la naturaleza, y más tan frecuente y con rocas tan pequeñas. Estaban cubiertas de musgo. Lo sentía bajo sus dedos, ya que estaba rodeado de una densa oscuridad. Esperó a que sus ojos se acostumbraran a ella antes de deshacer el hechizo que le había mantenido oculto hasta ese momento.
Salió del agujero en el que estaba con su alabarda en la mano, sin saber lo que le depararía afuera. Se encontró en una cueva extraña, un túnel largo y perfectamente liso y redondeado. Nunca había visto algo así en ninguno de los sitios que había visitado. ¿Lo habría hecho alguna criatura desconocida para él? Dicha cueva tenía un río en medio, que fluía por una cavidad demasiado perfecta para haberla hecho la erosión del mismo.
Se puso a caminar con una mano en esa extraña pared redondeada, buscando alguna salida. Necesitaba saber dónde estaba y cuánto tiempo había pasado. ¿Seguiría vivo alguno de sus conocidos o alguno de los descendientes de dichas personas que le conocieron? Mientras se preguntaba eso, su mano dejó de tocar la pared. Miró hacia su izquierda y encontró otra cavidad redondeada sin fin, algo más estrecha. Pensó que era de alguna cría de la criatura y decidió seguir la misma por la que había venido.
Apenas había dado unos pasos cuando se encontró con una pequeña depresión en esa pared redondeada. Dentro de la misma había unos extraños peldaños de hierro, y lo que parecía luz en el techo. Miró hacia arriba y se encontró con algún tipo de puerta redonda. Subió esos peldaños y forzó esa puertecilla de hierro para abrirla, viendo finalmente la luz de... ¿la noche? ¿Era de noche y parecía de día? Eso no podía ser.
Sus ojos tuvieron que adaptarse a tanta luz. Había palos con una lámpara cada cinco metros, puestos a una altura incluso inalcanzable para él, y a ambos lados del camino. ¿Quién los encendía tan arriba? ¿Acaso estaba en una era de gigantes? ¿Cuánto había dormido? ¿Qué le había pasado a la humanidad?
Salió de ese agujero en el suelo sólo para darse cuenta de otra cosa. Las pequeñas montañas que rodeaban la zona habían desaparecido. Todo era llano, y él había salido de debajo la tierra, lo cual podía significar sólo una cosa. Ya no quedaban árboles ni animales en esa zona que una vez había estado tan llena de vida salvaje.
Observó mejor su alrededor, descubriendo que los edificios que le rodeaban eran más altos que cualquier castillo en el que él hubiera estado. Edificios que sustituían a las antiguas montañas y que parecían cataratas estáticas en el tiempo. Eso le abrumó tanto que se puso a llorar, y a causa de su llanto empezó a llover. El agua cayendo del cielo hizo que esas cataratas estáticas tuvieran vida por un instante, alzándose hacia las nubes.
Se quedó allí, quieto, sin ser capaz de procesar todo ese cambio tan drástico de lo que él había conocido, hasta que escuchó una voz familiar que le hizo girar la cabeza.
– Susanoo... – dijo la mujer que le reconoció.
– Onee-sama... – le contestó él al verla.
Era su hermana mayor, Amaterasu. Lucía unos ropajes distintos a los que él conocía. Ya no parecía la princesa del Sol, pero no sabía con qué asemejarla. Desconocía por completo esas ropas. Amaterasu se acercó a él, observando desde su pequeña altura que realmente era él, le cogió la mano y le llevó hasta el diminuto apartamento en el que vivía. Susanoo examinó esa minúscula vivienda. No era sitio para una diosa de su categoría. Ella requería un gran palacio repleto de sirvientes, no la soledad de esas dos habitaciones a las que llamaba "casa".
– ¿Te encuentras bien? – le preguntó Amaterasu –. ¿Tienes hambre?
– Estoy bien – contestó Susanoo mientras lo observaba todos los rincones –. ¿En qué año estamos?
– En el 5 de la era Reiwa. 2023 en calendario internacional.
– ¿Era Reiwa? ¿Cuánto hace de la Sengoku?
– Eso fue... hace 455 años.
– ¿¡Tanto!? ¿Qué le ha pasado a la humanidad durante este tiempo?
– Muchas cosas. Te las explicaré en otro momento. ¿Dónde has estado?
– Durmiendo. ¿Qué haces aquí, en este minúsculo espacio? Eres la diosa más poderosa de todo Nihon.
– Huir.
– ¿De quién?
– De papá y Tsukiyomi.
Susanoo no necesitó que su hermana le dijera nada más. Entendió perfectamente el problema. Se acercó a ella por detrás y la abrazó, rodeándola con su enorme cuerpo y permitiendo que ella llorara. Si esas estáticas cataratas que subían al cielo hacían que se sintiera segura, él se aseguraría de que siguiera siendo así, aunque tuviera que enfrentarse a su padre y su hermano mediano.
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Cataratas al cielo
Short StoryReto realizado en el canal de Twitch de DiegoClares el 4 de Julio de 2023 bajo el tema de Cataratas Cosmopolitas. Narra como el dios Susanoo despierta después de un sueño muy largo y todo a su alrededor ha cambiado.