Cambio de pañal

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– Ven, sígueme al piso de arriba. Te enseñaré a cambiar pañales.

– ¿Estás segura de esto, Hela?

– ¿Por qué no? Te puede ser útil en un futuro.

– No digo que no, pero... Es tu hermana pequeña, y tiene cuatro días.

– Mi padre me ha dejado a cargo, ¿o no?

– Sí, pero...

– Nada de peros, Laufeyson. Eres muy capaz de hacerlo. ¿Te acuerdas de dónde está el baño de arriba?

– La segunda puerta de la izquierda. Duermo en la habitación de al lado.

– Lo sé. Vamos ven aquí. No te quedes en la puerta, entra.

– No me parece una buena idea. Ya me lo ha dicho tu padre antes, no tengo experiencia con niños.

– Me hago responsable, tú tranquilo. Quédate ahí pequeña. Bien tumbadita. Eso es. Y tú, ven aquí, sin miedo.

– Ya voy, no tires de mí.

– Aquí, delante del cambiador. Muy bien. Uh, menudos brazos. Venga, a ello. Lo primero es desabrocharle el pelele. Tiene unos botones por detrás con los que puedes sólo quitarle la parte inferior.

– Vale...

– ¡No la gires, levántale las piernas!

– Perdón, perdón.

– Así, muy bien. Hay que ir con cuidado, los recién nacidos son muy delicados. ¿Ves los botones? Puedes desabrocharlos con una sola mano.

– ¿A-así?

– Vas bien, tranquilo. Uno a uno. También los dos primeros que suben. Muy bien. Ahora, con cuidado, le sacas las piernas. Leeentamente...

– ¿Así está bien?

– Sí, muy bien. Con las piernas libres.

– ¿Y ahora qué hago?

– Tienes que quitarle el pañal. Pon la mano encima de su barriguita para sujetarla y tira de las cintas que cierran el pañal.

– Vale... Con cuidado...

– Puedes tirar más fuerte.

– No quiero hacerle daño.

– No se lo harás.

– Vale, ahí voy. Ya está.

– Ahora tira del pañal y ábrelo.

– Vale... ¡Oh, dioses! ¡Apesta!

– Vuelve aquí, no huele tan mal.

– ¡Peor no puede oler! ¿¡Es que no tienes olfato!?

– Huele peor un cuerpo en descomposición. O el pus que se acumula en mis piernas cuando lo dreno. ¿Quieres olerlo?

– ¡Ni de broma!

– Anda, ven aquí. No estás acostumbrado a este tipo de olores, así que es normal que huyas de ellos.

– ¿Cómo puede uno acostumbrarse a esto?

– Cuando hay que hacerlo varias veces al día. Ven aquí, anda.

– No tires de mí. ¡Oh, dioses! ¡No puedo hacerlo!

– Claro que puedes. Levántale las piernas y súbela un poquito, para que puedas quitarle el pañal.

– Vale... ¡Qué mal huele! ¡Dioses! ¿Qué se supone que tengo que hacer con esto?

– Lo cierras y usas las bandas para cerrarlo. Exacto. Tienes un cubo a tu derecha, tíralo allí.

– Adentro. ¡Qué pestazo por los dioses!

– Ahora usa las toallitas húmedas para limpiarle el culito. Las tienes delante, en esa cajita.

– Vale. Oh, qué bien huelen.

– Levántala un poco. Bien. Y ahora pasas la toallita de arriba hacia abajo.

– ¿Así?

– Sí, muy bien. Pffff...

– ¡Oye! ¿¡Se acaba de mear!? ¿¡En mi mano!?

– Acaba de hacerlo... ¡Ajajajajajajajaja!

– ¡No tiene gracia!

– La tiene y mucha... No puedo... ¡Ajajajajajajajajajajaja!

– ¡Oye, ayúdame!

– Dame un minuto... ¡Ajajajajajajajajaja!

– Qué asco...

– Lávate con una de las toallitas... Pffff...

– Esto te divierte, ¿a que sí?

– Este tipo de situaciones son difíciles de evitar... Ehehehehe...

– Tiro esta, cojo otra y me limpio.

– ¿Te ha manchado la ropa?

– No, creo que no. ¿Ya te has cansado de reírte de mí?

– Ya me he calmado. A ver... Perfectamente limpio y reluciente. Sigamos. Tira eso, necesitas las dos manos.

– Ya está.

– Ahora coges ese bote de ahí y, con cuidado, esparces los polvos de dentro en su culito. Es para evitar las rozaduras del pañal. Sólo tienes que sacudir el bote.

– Vale... Con cuidado... Eh... Un poquito más... Y otro poquito...

– Suficiente, o será demasiado. Coge un pañal limpio y se lo pones. Los tienes en esa cesta de ahí.

– ¿De verdad tu padre ha fabricado estos? Están muy bien hechos y son muy suaves.

– Sí que lo son. Él es muy atento con estas cosas. Primero lo abres, y lo pones como estaba el otro.

– Vale... Lo abro, la levanto un poquito por las piernas y lo deslizo... ¿Así?

– Sí, muy bien. Ahora lo cierras, ajustándolo bien a su cuerpecito.

– Vale, ya está. Le vuelvo a poner la ropa, la cierro y... Ya estaría.

– Tampoco ha sido tan difícil.

– Me guardaré el comentario. Ven aquí pequeña. Ya estás limpia. Qué bonita eres.

– ¿Querrás darle el biberón después?

Cambio de pañalOnde histórias criam vida. Descubra agora