Buscando un milagro Capítulo XXIII

8 5 0
                                    


Boulus corría las calles, todo era consternación y confusión. Loria había cambiado, parecía manchada de sangre. Los caballeros corrían por las calles. Algunos lo señalaban y lo perseguían.

El falso profeta hacía presión con su mano en la herida de Salina, ella parecía querer decir algo, la chica escupió un coágulo.

—Te salvaré —dijo Boulus sollozando.

—¡Hermano! —gritó alguien.

Boulus conocía aquella voz. Berro le llamaba desde un callejón, fue hasta él.

—Debemos perder a esos tipos —dijo Berro.

Corrieron a través de callejuelas, y atravesando pasadizos. Caminos parecidos a ratoneras, hasta llegar a una zona destartalada, un lugar despojado y olvidado por las manos de la Iglesia. El fondo.

—Ayuda, necesito que la curen —dijo Boulus.

Fueron hasta una carpa, adentro estaba sucio, pero era acogedora en su austeridad. Colocaron a Salina en una lona mugrienta que servía de cama.

Berro le entregó algunos ungüentos. Boulus cortó sus mangas para usarlas como vendas.

—Traeré a alguien que entiende de sanación —el hombre salió de la tienda.

—Voy a salvarte —dijo Boulus agarrando la mano de la chica.

Luego de un rato, Berro llegó con un sujeto de aspecto mal trecho.

—Escuché de la batalla de la plaza —dijo acercándose. Para sorpresa de Boulus el hombre tenía las manos limpias—. Muchas personas resultaron heridas.

Boulus se alejó, dejó que el sujeto haga lo que tenía que hacer. Sacó su sombrero de un pliegue de su túnica y se lo colocó.

—No puedo realizar mucho sin buenos instrumentos —dijo el tipo levantándose—. Podemos darle vino de seda.

—¿Para qué? —preguntó Boulus impaciente.

—Para que no sufra —le respondió.

Salina temblaba, ver aquello rompió el corazón a Boulus. Llegaron tan lejos, pero en su primera batalla decisiva, fueron derrotados. Tal vez nunca hubieran tenido éxito, no podían ganar a la Institución, siempre fueron hormigas luchando contra un coloso. Lloró, no ocultó sus lágrimas. Todo fue en vano. ¿Qué lograron al final?

—Puedes salvarla —dijo Berro.

—¿Cómo? —Boulus apenas podía hablar.

—Con un milagro —contestó Berro cruzándose de brazos.

—¡No recurriré a eso! —le espetó Boulus.

—Entonces ella morirá.

La joven hacía muecas de dolor, Boulus le pasó la mano por la frente, si para salvarla tenía recurrir a la Iglesia... Lo haría.

—Debo ir a un día de favor —dijo Boulus.

—Es más simple —dijo Berro—. Pero más caro. Estamos en el Fondo, toda la porquería de la Iglesia se junta aquí, lo bueno y lo malo. Puedes conseguir un milagro, sin embargo, es costoso.

Volteó a ver a su amiga, pagaría lo que tenga que hacer falta. En ese momento, Boulus se percató que se había quedado sin monedas. Buscó en su túnica cualquier cosa, un suave tintineo. Algo que ocultó, que quería esperar para estudiar mejor.

—Llévame —dijo Boulus.

Berro asintió, antes de salir, Boulus dedicó una última caricia a Salina. "Volveré" le dijo.

Devuelve mi CabezaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora