Asdras, harto de la corrupción de la Iglesia, se venga y decapita a la nueva santa. Pero ella resucita y grita: "¡Devuelve mi cabeza!"
...
La Iglesia gobierna todos los aspectos de Conquista, por medio de su culto a los Santos. La adoración a estos...
Boulus corría las calles, todo era consternación y confusión. Loria había cambiado, parecía manchada de sangre. Los caballeros corrían por las calles. Algunos lo señalaban y lo perseguían.
El falso profeta hacía presión con su mano en la herida de Salina, ella parecía querer decir algo, la chica escupió un coágulo.
—Te salvaré —dijo Boulus sollozando.
—¡Hermano! —gritó alguien.
Boulus conocía aquella voz. Berro le llamaba desde un callejón, fue hasta él.
—Debemos perder a esos tipos —dijo Berro.
Corrieron a través de callejuelas, y atravesando pasadizos. Caminos parecidos a ratoneras, hasta llegar a una zona destartalada, un lugar despojado y olvidado por las manos de la Iglesia. El fondo.
—Ayuda, necesito que la curen —dijo Boulus.
Fueron hasta una carpa, adentro estaba sucio, pero era acogedora en su austeridad. Colocaron a Salina en una lona mugrienta que servía de cama.
Berro le entregó algunos ungüentos. Boulus cortó sus mangas para usarlas como vendas.
—Traeré a alguien que entiende de sanación —el hombre salió de la tienda.
—Voy a salvarte —dijo Boulus agarrando la mano de la chica.
Luego de un rato, Berro llegó con un sujeto de aspecto mal trecho.
—Escuché de la batalla de la plaza —dijo acercándose. Para sorpresa de Boulus el hombre tenía las manos limpias—. Muchas personas resultaron heridas.
Boulus se alejó, dejó que el sujeto haga lo que tenía que hacer. Sacó su sombrero de un pliegue de su túnica y se lo colocó.
—No puedo realizar mucho sin buenos instrumentos —dijo el tipo levantándose—. Podemos darle vino de seda.
—¿Para qué? —preguntó Boulus impaciente.
—Para que no sufra —le respondió.
Salina temblaba, ver aquello rompió el corazón a Boulus. Llegaron tan lejos, pero en su primera batalla decisiva, fueron derrotados. Tal vez nunca hubieran tenido éxito, no podían ganar a la Institución, siempre fueron hormigas luchando contra un coloso. Lloró, no ocultó sus lágrimas. Todo fue en vano. ¿Qué lograron al final?
—Puedes salvarla —dijo Berro.
—¿Cómo? —Boulus apenas podía hablar.
—Con un milagro —contestó Berro cruzándose de brazos.
—¡No recurriré a eso! —le espetó Boulus.
—Entonces ella morirá.
La joven hacía muecas de dolor, Boulus le pasó la mano por la frente, si para salvarla tenía recurrir a la Iglesia... Lo haría.
—Debo ir a un día de favor —dijo Boulus.
—Es más simple —dijo Berro—. Pero más caro. Estamos en el Fondo, toda la porquería de la Iglesia se junta aquí, lo bueno y lo malo. Puedes conseguir un milagro, sin embargo, es costoso.
Volteó a ver a su amiga, pagaría lo que tenga que hacer falta. En ese momento, Boulus se percató que se había quedado sin monedas. Buscó en su túnica cualquier cosa, un suave tintineo. Algo que ocultó, que quería esperar para estudiar mejor.
—Llévame —dijo Boulus.
Berro asintió, antes de salir, Boulus dedicó una última caricia a Salina. "Volveré" le dijo.
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Los fondos eran sucios, un asentamiento de muchas familias, arrinconadas en un pequeño arroyo que cruzaba uno de los extremos orientales de Loria. La pobreza reinaba en la zona, los caballeros no llegaban a este lugar. Las manos de la Iglesia parecían no tener interés en estas personas. La gente andaba con la escasa ropa digna que podían tener, más mugre que tela. Buscando en los desperdicios que arrastraban las aguas algo de valor.
—No es fácil aquí —dijo Berro mientras caminaban—. Pero, ellos sobreviven.
Boulus no le respondió enseguida.
—¿Cómo conoces este sitio? —preguntó Boulus.
—Crecí aquí —contestó Berro—. Hasta que pude ahorrar y buscarme la vida en otra parte.
Llegaron a una pequeña cabaña, estaba alejada de las demás construcciones y destacaba por no estar tan mal trecha como el resto.
Dentro había varios costales, una mesa y una larga barra. Una mujer rolliza salió de una puerta, los escudriñó con la mirada.
—Buscamos oro —dijo Berro.
—No atiendo a extraños —gruñó la mujer.
—Por favor, necesito una cura —dijo Boulus con la voz quebradiza—. O mi amiga morirá.
—Todos llegan por un motivo así —dijo la señora—. ¿Qué te hace especial?
—Le pagaré lo que haga falta —dijo Boulus limpiándose una lágrima.
Les hizo una seña con la cabeza para que le siguieran. Cruzaron el umbral y recorrieron un pasillo, el suelo de madera crujía a sus pies. Llegaron hasta una sala más grande, llena de estantes, todas tenían diferentes recipientes de muchos tamaños y formas.
—¿Qué buscas? —preguntó la vendedora.
—Un milagro.
La mujer estalló en una carcajada.
—Espero tengas preparados tus halos —le respondió con una sonrisa que enseñaba sus dientes sucios y maltrechos.
—Los tengo.
La mujer desapareció entre los muebles y volvió. Le mostró una pequeña botellita de vidrio, dentro había un líquido dorado que emitía cierto brillo.
—Diez mil halos.
Aquella cifra era carísima, Boulus tragó saliva. Pero se preguntó, ¿cómo esa mujer tener eso? Y por encima, ¿esa cosa era un milagro?, algo enfrascado.
Boulus metió una mano en su túnica y extrajo una pequeña campana, el tañido que emitió era refrescante.
—Esto perteneció a una bendita de la campana —explicó Boulus—. Su nombre era Faraliz.
No quería deshacerse así de aquel objeto, quería estudiarlo, entender cómo funcionaba. Y por, sobre todo, quería honrar a la bendita, sin embargo, debía salvar a su amiga.
—Déjame verla —dijo la mujer muy interesada.
Boulus cerró su puño y señaló la botellita.
—Cómo sé que lo que vendes es auténtico —replicó Boulus.
Aquello era cierto, Boulus miró una última vez la campana antes de entregarla. La mujer pareció muy contenta con el objeto, le pasó el diminuto recipiente.
—¿Esto es un milagro? —preguntó Boulus.
—Cuando no hay santos como ahora, los Obligadores y sacerdotes dan esto —explicó la señora, que se divertía viendo su nueva adquisición—. ¿Cómo la conseguiste? —preguntó a Boulus señalando por la campana.
—¿Cómo obtuviste esto? —contestó Boulus mostrando el milagro.
La mujer sonrió, pero luego fueron echados.
Volvieron muy rápido a la tienda, el hombre que atendió las heridas de Salina, se quedó a cuidarla.
Boulus se agachó. "Debe funcionar" se dijo a sí mismo. Derramó el líquido dorado en la herida, la sustancia fue absorbida por la carne de Salina. La chica emitió un quejido, al que le siguió un grito de dolor. El tejido se fue reconectando, el corte cicatrizó y luego cualquier marca desapareció.
—Un milagro —dijo Berro con una sonrisa.
—Fueron junto a esa mujer, ¿verdad? —dijo el otro sujeto—. Ella contrata niños para que vayan a los días de favores a comprar estas cosas y luego las revende.
Al falso profeta no le agradó escuchar aquello, pero su amiga había sanado y ahora estaba a salvo.
¿Pero qué podría hacer ahora?
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¿Qué queda por hacer ahora?
Asdras está perdido.
¿Qué pasó de Crisanta?
¿QUÉ PASÓ DE MUCHAS COSAS?
Si quieren saber más de estás respuestas... Lo tendrán en el próximo capítulo.
Pero por sobre todo... ¡Muchas gracias por leer!
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