J: III.

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—OMG! ¡Mira a ese perrito, Han! ¡Es perfecto para Dani! —me despertó una chica de pelo lacio y ojos gatunos, saltando de alegría, junto a una chica baja con cara redonda.

—¿Segura que ese? Dice: "no se aceptan devoluciones". Tienes que estar cien porciento segura que quieres ese para Dani.

—Estoy cien porciento segura, lo juro —miró a nuestro dueño, haciéndolo pararse.

¿Una dueña, al fin?

—Entonces, ¿este chiquitín? —preguntó, abriendo mi jaula. Yo me levanté de mi siesta, bostezando y estirándome un poco.

—Te juro que es igual a ella —me sonrió la chica de pelo lacio, cargándome delicadamente. Tenía unas manos muy delicadas y suaves, encantándome.

—Lo es —dijo la otra, sonriendo.

—Solo firme aquí y aquí, por favor —indicó mi dueño, pasándoles un papel.

—Todo suyos, gracias por adoptar —las chicas se miraron entre sí, dieron las gracias y se retiraron, cargándome.

—¿Listo para ver a tu nueva dueña, pequeño? —me preguntó la de ojos enormes.

Yo ladrí, haciéndolas reír.

—Lo tomaré como un sí —acarició mi brazo—. ¿Crees que esto la levante de la cama, después de lo de Hyein? —comentó.

¿Hyein?

—Espero y sí, ya han pasado dos semanas y no ha ido a las prácticas. Tenemos que seguir adelante, aunque duela.

—Tienes razón. A ella le hubiera encantado el perrito.

—¿Sabes qué estaría haciendo? Estaría poniéndole nombres aleatorios —ambas rieron, mirándome mientras caminaban hacia un edificio enorme color gris.

—Siento que le pondría... Bobby.

—Lady.

Y así siguieron adivinando, hasta llegar a una habitación oscura, con una chica acostada hecha bola.

—Dani, te trajimos un regalo —anunció la más baja, con una voz suave y baja.

El silencio me iba a volver loco, el centro de adopción no era para nada silencioso.

—Déjalo ahí —murmuró, con una voz desganada.

Yo ladrí, haciéndola levantarse lentamente.

—¿Un perro..? —preguntó.

La chica de pelo lacio subió mínimamente la luz del cuarto, revelando a la chica de pelos alborotados y un rimen corrido.

—Es para ti. Deberías ponerle un nombre, linda —dijo la chica, acercándose a la desanimada.

Sus ojos se veían cansados, pero al verme, se abrieron un poco.

—Es... adorable.

—Lo es, lo es en verdad —dijo la chica baja, acercándose también, con una voz temblorosa.

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