"La Sombra del Hambre"

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En lo profundo de un bosque remoto, escondido entre montañas imponentes, las aves surcaban los cielos a tal velocidad que parecían borrones, mientras una oscura nube se cernía en el horizonte, preludiando una inminente lluvia descontrolada. El cielo nocturno se volvía cada vez más sombrío, sumiendo al mundo en una oscuridad creciente. En medio de la maleza, una criatura diminuta, apenas discernible entre las hierbas, reflexionaba sobre su incierto destino. Se preguntaba si la vida le depararía un desenlace prematuro o una lucha interminable contra el inexorable paso del tiempo y la luz.

Con premura, se puso en pie al notar las primeras gotas de lluvia que comenzaban a caer, y con su cuerpo tembloroso y marcado por las picaduras de insectos, se cubrió con sus brazos delgados. Siguió un sendero embarrado hasta encontrar refugio en una pequeña cueva, un rincón sombrío plagado de arañas venenosas y gusanos. Aquí, una alma herida y solitaria buscaba consuelo.

"Criatura, cuánto sufrimiento debes haber soportado", resonó una voz compasiva en su mente, una voz que le reconfortó en medio de la adversidad. Se envolvió en hojas húmedas que encontró a la entrada de la cueva y se permitió llorar, siendo consciente de su fragilidad. Era como un niño, perdido en sus pensamientos sobre su incierto destino, sin comida y vistiendo harapos que apenas protegían su delgado cuerpo.

Al día siguiente, el sol asomaba, transformando el oscuro panorama en un mundo radiante y hermoso. Sin embargo, el hambre hacía estragos en su estómago, llevándolo a emprender una búsqueda desesperada en busca de comida. A pesar de las condiciones precarias y las picaduras de mosquitos, se atrevió a salir en busca de alimentos, consciente de que su única opción era sobrevivir o morir de inanición.

En su travesía, un cuervo de plumaje negro y brillante lo observó desde un árbol, y su mirada profunda se encontró con la de la criatura.

"No te acerques más, fantasma. ¿Estás buscando la salida? En todos mis años de vuelo, jamás he encontrado el principio ni el fin de este bosque. ¿Estás perdido? Bueno, lo estarás siempre. Solo te queda esperar a ser presa de alguna bestia más grande que tú, aunque dudo que eso ocurra", burló el cuervo.

El temor inundó al joven, pero sus piernas se negaron a obedecer la orden de huir, dejándolo paralizado en su sitio.

"Tal vez te sorprenda que pueda comunicarme contigo", continuó el cuervo, "es algo que he aprendido a lo largo de los años. Soy una de las pocas criaturas en este bosque que aún sobreviven, gracias a mi habilidad para volar y escapar de bestias con garras y colmillos. Espero que no sea la última vez que nos encontremos. Tu destino parece sombrío, pero en pocas horas veré tu cadáver si no logras defenderte de los peligros que acechan en este bosque".

La criatura, para nada aliviada por las palabras del cuervo, preguntó cuál era el camino más seguro y la dirección hacia el lugar más cercano.

"La ruta más sencilla es seguir el camino central, pero, si fuera yo, no intentaría avanzar en absoluto. Este bosque alberga criaturas peligrosas y tu tamaño y fragilidad te convierten en un blanco fácil. Te sugiero que te detengas", aconsejó el cuervo.

La noche cayó mientras la criatura y el cuervo conversaban y, al final, el joven encontró consuelo en la charla. Sin embargo, su hambre seguía acechándolo, y finalmente, el cuervo le arrojó una bolsa de frutos del bosque.

El niño y el cuervo pasaron horas conversando, mientras el anochecer caía sin que se dieran cuenta. Finalmente, el pequeño aventurero se sintió saciado con la comida que había degustado y decidió continuar su camino siguiendo las indicaciones del emplumado negro, quien no cruzaría su camino de nuevo, ya que la criatura había aplacado su hambre con su carne.

"En este bosque, señor cuervo, habitan criaturas peligrosas. Pero ya no tiene por qué preocuparse, pues su tiempo ha llegado a su fin", murmuró la criatura.

El Errante del VacíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora