𝐂𝐚𝐩𝐢́𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟑𝟕

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La chica de tez trigueña se despertó, tenía las frazadas desperdigadas de la cama y el cabello estaba revuelto, por la ventana se filtraban los halos de luz que le saludaban alegremente haciéndole mostrar una mueca de disgusto. Agatha alzó la mano izquierda, sus ojos se fijaron en el dedo meñique, se sentía raro como si fuera tuviera algo anudado y marchito en él, su cuerpo dolía casi como mil caballos le hubieran arrollado, no recordaba haber tenido algún sueño mientras dormía, pero aun así suspiro para despojarse del cansancio y levantarse.

La castaña se arregló rápidamente saliendo a la cocina encontró a su madre preparando el desayuno por lo que le ayudo un poco para luego sentarse ambas y degustarlo con placer. Al cabo de un rato la menor lavo los trastes para luego tomar su bolso de cuero y cruzarlo dejando descansar la cinta sobre el hombro derecho, con un ademán de despedida salió de la morada con dirección al pueblo, cuando llegó se dirigió hacia una de las tiendas cercanas a la plaza de Corinto.

—¡Buenos días!— Exclamó al momento en que abría la puerta y la campanilla de la entrada anunciaba su llegada.

—Oh Atha, buenos días— Con un ademán de gentileza la mujer le saludo. Había sido pitonisa en el sagrado Oráculo de Apolo, sin embargo, por desconocidos problemas abandonó el templo y se refugió en Corinto.— No tenías que venir hoy, pequeña.

—No importa, al fin y al cabo me reuniré con los chicos luego— Respondió con una sonrisa mientras dejaba el bolso colgado y se disponía a tomar el mandil para comenzar a buscar algunas cazuelas de barro junto a las talegas donde se guardaban las hierbas medicinales secas.— Prometo terminar rápido para no hacerles esperar.

La mujer no le quedó de otra que asentir resignada, conocía a la pequeña castaña desde los tiernos seis años cuando subía al Oráculo a dejar las ofrendas y desde ese momento supo que la pequeña tenía cierto talante místico que le acompañaba siempre.

—¿Sigues teniendo sueños?— Con curiosidad le pregunto, aun si sus ojos se encontraban puestos en la etiqueta de los recipientes de vidrio podía percibir que la menor se tensó.— Me preguntaste sobre el hilo rojo y las almas gemelas ¿Por que?

—Ya no importa— Agatha se dispuso a seguir con su labor de deshojar las ramitas de romero y con un largo suspiro se sintió repentinamente triste.— No tiene sentido ahora. No luego de haber roto el hilo.

La mayor se giró confusa y también sorprendida, romper el hilo significaba que ya ninguna de ambas almas estaba atada y por consiguiente podían amar a quienes quisiera con el precio de la infelicidad y tristeza.

—En las tierras lejanas que se encuentran tras las cadenas de montañas, eso es imposible— Con cautela se acercó un poco.— Por el contrario, en nuestras tierras; Zeus partió a los humanos por la mitad para evitar que lo derrocáramos, simplemente si no fuera el huracán todas las mitades se hubiera unido en ese mismo instante— La mujer colocó su mano en el hombro de la chica deteniendo así su labor.— Agatha, no rompiste el hilo solamente lo pospusiste.

...

—Cuidado— Korë tomó por la cintura a la delfiense que se sobresaltó ante el agarre y cuando se fijó noto que por un instante iba a chocar con una de las farolas.— Estas distraída ¿Que ocurre?

—No es nada, solamente no pude dormir bien anoche— Respondió con desgano al momento en que llevaba su mano a la frente y se daba un leve golpeteo para tratar de mantenerse consciente.

—Deberías tomar un poco de manzanilla con leche antes de dormir— Recomendó la africana al momento en que giraba un poco su rostro hacia atrás.— Eso te ayuda a calmar los nervios, el estrés y los dolores de cabeza que últimamente has tenido.

—No estás en cinta ¿Verdad?— Interrogó la corintiana mayor con un deje de diversión, aunque internamente estaba algo preocupada por los constantes mareos y dolores de cabeza que su amiga tenía.— Aunque no me molestaría confeccionar ropita al bebe, estaría molesta porque no nos dijiste nada.

—Concuerdo con Daira— Esta vez Maia se unió a la conversación y las dos chicas de Corinto se rieron un poco.

—Si serán.

La delfiense les miró con el ceño fruncido y las mejillas sonrojadas, obviamente no estaba embarazada, sin embargo, sus amigas eran realmente inoportunas con sus comentarios. Al cabo de un largo rato llegaron a la casa de la castaña; quien abriendo la puerta les permitió pasar al interior, fueron primero a la cocina a buscar los cuencos donde dejaron algunas frutas junto a los maní rojo garrapiñados, las pasas y algunos otros repertorios de frutos secos, cuando tuvieron las guarniciones lista se dirigieron entonces a la habitación de la chica para dejar los tazones sobre una mesa pequeña y sentarse en el piso alrededor de esta. Conversaron y rieron un buen tiempo, mientras contaban anécdotas vergonzosas que al final les hicieron dudar de sus sexualidades, también hubo tiempo para narrar sobre las experiencias amorosas de todas y cuando los cuencos de bocadillos estaban casi vacíos Zendaya junto a Agatha se levantaron para ir a llenarlos de nuevo.

Las otras tres muchachas se quedaron tranquilas hasta que la espartana se levantó con dirección al escritorio, sobre el mueble de madera encontró algos cofrecitos con joyas también folios de papiro o pergaminos que se encontraban en blanco, sus ojos grises notaron varias mariposas hechas con seda y que tenían diferentes tamaños así como colores pasteles, sin embargo, lo que mas llamo su atención fue aquel trozo de papiro que se encontraba arrugado debajo de los demás, con sutileza lo saco y desdobló para disponerse a leerlo. Agatha y la africana regresaban, cuando entraron a la alcoba se toparon con las tres chicas cerca del escritorio y arremolinadas frente algo, sus presencias fueron captadas por lo que rápidamente las tres se voltearon observando a la delfiense con sorpresa.

—¡¿Desde cuando escribiste esto?!— Maia alzó el papiro arrugado dejándolo a la vista de su sorprendida amiga que comenzó con un tic nervioso en su cuerpo.— Dioses, ¿Nunca se la entregaste?

—¿Q-Quien les dio p-permiso de husmear en mis c-cosas?— Rápidamente Agatha se aproximo dejando el cuenco con los frutos secos sobre la mesa para disponerse a corretear a la corintiana menor que entre exclamaciones trataba de evitar que la femenina no tomará la esquela.— ¡Maia devuélvemelo!

—¡Mai aquí!— Daia hizo señas para que la chica de cabellos rizados le lanzara el objeto haciendo molestar a la delfiense que se giró con el ceño fruncido.— Nos llamo la atención Atha, ademas, ¿Por que nunca se la entregaste?

—¡Eso ya no importa!

—¡Ya basta!— Zendaya se interpuso arrebatando el borrador de las manos de la más alta se dispuso a doblarlo de nuevo para entregarlo a la castaña.— No pienso abusar de tu privacidad, pero si tiene algo que ver con Egan deberías de pensarlo un poco más— Dijo para luego volverse hacia las otras tres.— Y ustedes no vuelvan hacer esto de nuevo.

La chica de tez trigueña escucho como las dos corintianas le pedían perdón en susurros. El resto de la tarde fue ameno, ignorando por completo aquel percance las amigas volvieron a retomar las pláticas son sentidos, sin embargo, los fanales marrones de vez en cuando vagaban hacia aquellos de tono gris que le miraban con arrepentimiento y curiosidad. «Debí deshacerme mejor de eso»

ᴛᴡᴏ ᴛᴡɪɴ ғʟᴀᴍᴇs ᴅᴇsᴛɪɴᴇᴅ ɴᴏᴛ ᴛᴏ ʙᴇ ᴛᴏɢᴇᴛʜᴇʀWhere stories live. Discover now