Capitulo 29: Sombras de Poder

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Bereth

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Bereth

El silencio de la cabaña era insoportable, roto solo por la respiración entrecortada de Reboredo. Su rostro, antes impenetrable y lleno de poder, ahora estaba pálido, marcado por el dolor que trataba de disimular. Yo lo miraba desde la sombra, sintiendo cómo la tentación de dejarlo morir allí crecía con cada minuto que pasaba. El mundo sería un lugar mejor sin él, sin su manipulación, sin sus juegos de poder.

Mis manos temblaban un poco, aunque no por miedo, sino por la adrenalina de la posibilidad. Podía irme ahora, desaparecer, dejar que el bosque y el tiempo hicieran el trabajo sucio. Nadie sospecharía. Él moriría solo, olvidado, como la cabaña en la que nos escondíamos.

Pero entonces su voz, aunque débil, cortó el aire.

—Sé lo que estás pensando, Bereth —dijo, su tono apenas un susurro—. Pero si me dejas morir... jamás podrás derrotar a Carlos.

Cada respiración que tomaba era un esfuerzo titánico. La viga que me había golpeado la espalda me dejó un dolor constante, y el humo que había tragado hacía que cada inhalación quemara. Sentía mi cuerpo agotado, herido, pero no podía detenerme. Estaba tan cerca de dejarlo allí, de abandonarlo a su suerte.

Reboredo me observaba con ojos entrecerrados, casi como si estuviera leyendo mi mente.

—Carlos no es mi problema —le espeté, con la voz más firme de lo que me sentía.

Miguel soltó una risa ahogada, amarga y llena de dolor, pero no por eso menos peligrosa.

—¿No es tu problema? —se burló, su tono bajo pero cortante—. Te crees libre de esto, ¿verdad? —Hizo una pausa, intentando controlarse mientras el dolor le surcaba el rostro—. Carlos no solo quiere acabar conmigo, Bereth. Va a destruir toda mi descendencia. Y cuando se entere de que tú eres mi hijo... te tendrá en la mira.

Sentí que el aire se me escapaba de los pulmones, como si esa verdad se hubiera materializado, aplastándome. Sabía que no podía escapar de mi propio destino, pero escuchar esas palabras de su boca hizo que la realidad se clavara más hondo. La sombra de Carlos no solo me perseguiría a mí, sino que lo haría con una furia imparable si descubría mi verdadera identidad.

—¿Por qué debería importarme? —murmuré, intentando mantener el control. Sabía que Miguel estaba tratando de manipularme, como siempre hacía. Pero algo en su mirada, en su tono, parecía más real, más crudo esta vez.

—Porque, si me ayudas —dijo Miguel, haciendo una pausa para tomar aire, claramente debilitado—, serás mi único heredero. Todo lo que he construido... será tuyo. No habrá lugar para Carlos ni para sus planes. Podrás tener el control total.

La Princesa de Papá (En edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora