- ¿Ya no te gustan las rosas?- de nuevo apareció Stephen sin permiso en la habitación, yo estaba peinándome en el baño.
- Stephen como puedo explicarte o hacerte entender que no puedes entrar a mi habitación ya.- salí a la recamara.
- No contestaste mi pregunta yo no contestare la tuya.- dijo acostándose sobre mi cama.
- Si me gustan pero no acepto rosas con una gran cantidad de espinas.- él sabía a qué me refería.
- Estos jueguitos tuyos de acerté la desinteresada y tus indirectas me están provocando un gran dolor de cabeza.- me contesto.
- No son ningún jueguito pero por si las dudad tendrás que conseguirte bastante paracetamol.- le conteste y él se levantó yendo directo hacia mí, me abrazo por la cintura dejando mis brazos pegados a mi cuerpo.
- Quiero que me digas todo lo que quieras decirme y yo te diré todo lo que quiero decirte.
- ¡Suéltame!- me movía tratando de soltarme pero cada que trataba de soltarme el me apretaba más hacia él.
- No te soltare hasta que saques todo lo que sientes, porque te conozco y sé que tienes muchas cosas que decirme.- lo mire enojada.- Te ves tan hermosa enojada.
- ¡Eres un abusador!- le dije enojada.
- Perfecto ya comenzamos, mi turno. Tú eres tan caprichosa.
- Eres un cobarde.
- Tu una curiosa.
- Eres un tarado.
- Tú la mujer a la que amo.- me detuve un poco cuando lo escuche volver a decirme aquello, las lágrimas de nuevo comenzaron a resbalar por mis mejillas. ¿Por qué decía eso y actuaba de una forma tan diferente?
- Suéltame.
- No hasta que acabes de decirme todo.
- Eres un abusador.
- Esa ya la repetiste pero de nuevo te contara. Tú la mujer que deseo ver todas la mañanas al despertar.
- Eres un mentiroso.
- Tú el amor de mi vida.
- Déjame ya por favor.- baje la mirada.
- Nunca te dejare Ana. Todo lo del periódico ha sido una mentira, no debes de creer en nada de eso bonita.
- Tú eres el que me ha dicho mentiras.-de nuevo alce la mirada.- el que me ha hecho creer que me amaba y el que ha jugado con todo eso que sentía por ti.
- ¿Qué sentías? ¿Ya no me amas?- negué bajando de nuevo la mirada.- No Ana necesito que me lo digas no que niegues con la cabeza.- volví a negar.- Dímelo Ana, dímelo Ana. Si tienes el valor de ya no sentirlo, ten el valor de decírmelo a la cara.
- Ya no te amo.- le dije mirándolo directo a los ojos.- No ves que me has hecho daño.- me soltó y se alejó de mí.- Por favor déjame sola.
- ¡No!- grito regresando a mí, tenía sus hermosos ojos azules llenos de miedo.- No te creo nada.
- ¿Entonces qué tengo que decir para que me dejes?- le sorprendió la pregunta.
- Tienes que decir que ya no me amas pero necesito estar yo convencido de que de verdad ya no sientas nada.
- Ya no te amo.- repetí secándome las lágrimas.- Ya no te amo, porque dejaste entrar a alguien más a eso maravilloso que teníamos.- caminaba hacia él, parecía que ahora él era el que estaba aprisionado pero sin yo tocarlo.- Ya no te amo por que no sé qué haya sido verdad de todo esto, Ya no te amo porque no se en que momento dejaste de querer mis labios y mi cuerpo.
- Ana...
- ¡Ya no te amo!- no deje que dijera nada, quería escucharme y el coraje me dio valor de decir todo esto aunque tal vez no supiera cegada por este si quería decirlo.- porque deje de sentirlo desde que sentimientos igual de poderosos que el amor lo sustituyeron.- me miro, sus hermosos ojos azules estaban húmedos.
- Entonces si es así prepárate Ana porque hare que me ames una vez más y esta vez será para siempre.- me dijo y después salió de la habitación.
No pude evitar contener las lágrimas y rompí a llorar. De nuevo derramaba lagrimas igual era por Stephen pero esta vez volvía a sentir culpa, por lo que había dicho, si tan solo él no hubiera dicho nada y de cierta forma no me hubiera obligado a hablar.
Después de esta ocasión, los jarrones de flores volvieron aparecer en mi habitación al igual que cada noche el gran ramo de rosas rojas sobre la cama, todos tenían notas pero no tuve el valor de leerlas. Todas las mañanas había una rosa roja al lado de mi almohada y después de verla Stephen aparecía y traía con él, el desayuno. Cada que Pierre iba por mí él nos seguía en otro carro, en algunas ocasiones parecían carreras no importándoles que yo fuera en uno de los caros, estando en la casa WELSH los tres estábamos en el taller, mientras Pierre leía, Stephen estaba en su portátil pero aprovechaba cualquier momento para mirarme y para vigilar lo que Pierre hacia y cada movimiento que tenía. Una de las cosas más extrañas y raras sucedió cuando apareció desnudo en mi recamara, me dijo que no salía agua de su regadera, que si dejaba que se bañara en la mía, yo le conteste que se tapara pero él dijo que no tenía algo nuevo que yo no hubiera visto, le lance una almohada y entro al baño, me dio tanta risa ver que tanto se le ocurría.
Hoy en la mañana volvimos aparecer en primera plana, era de esperarse con tantos periodistas cuidado cada paso que dábamos, Diane aprovecho como ella solo sabía mi cercanía con Pierre. La nota tenia de título "Ana de Montecarlo" y tenía sobre ella 5 fotos, la central y la más grande de todas había sido tomada saliendo de la casa WELSH el día de la inauguración cuando Pierre me cargo para llevarme al carro, otra de las fotos era cuando Pierre y yo salimos del Hotel el día que Stephen llego, había otra de los tres entrando a la casa WELSH y la última fue la que más me sorprendió era de cuando Pierre me jalo junto con él a la alberca pero lograron captar el momento justo en el que los dos salíamos a la superficie y de verdad que se veía como si nos estuviéramos abrazando. Lo que decía la nota era lo típico de Diane, hacía referencia a mi apetito insaciable, a una posible relación con Pierre y el hecho de que no sabía por qué Stephen estaba también en Monte Carlo además su mal gusto apareció en la nota cuando sugirió que los tres podíamos hacer un trio de reconciliación o llamar a la chica pelirroja como ella le llamaba a Ciara para iniciarnos como Swingers. Fue a la nota que menos caso le hice.
- ¿Y entonces ellos son tu familia?- me pregunto Pierre cuando en mi portátil apareció de protector de pantalla, una foto familiar.
- Si.- le conteste y comencé a señalar a todos.- él es mi papá, ella mi mamá, mi hermanita y mi abuelita.
- Te pareces mucho a tu mamá.- me dijo.
- Sí, todos nos dicen eso.- le dije con una gran sonrisa en el rostro.
Estábamos en el taller y en esta ocasión Stephen había ido a contestar una llamada, quizás era de Ciara.- además se ven muy unidos.- asentí.
- ¿Cómo es tu familia?
- Es normal, mi papá le tiene un gran amor a mi madre y eso se puede notar, yo soy un poco alejado de ellos a diferencia de mi hermano.
- ¿Tienes un hermano?
- Sí, pero él vive en Italia.
- ¿Por qué vive allá?
- Su esposa es italiana pero cada que puede vienen a visitar a mis padres.