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Capítulo 2

Días de lluvia

A mí me gustaba vivir. Me gustaba porque, a pesar de que había tenido una vida dura, había personas que hacían que vivir fuera más bonito. Algunas de esas personas ya no existen en la tierra, otras, aún viven para contar mi historia.

Tanjiro Kamado es una de ellas. Y si mal no recuerdo, Sanemi, tú nunca lo quisiste mucho. Nunca lo entendí bien en realidad, todos aman al chico que viajaba junto a su hermana demonio y, por alguna razón, tú no lo hacías. Parecía ser que le tenías miedo, pero yo creo que era más bien algo parecido a la envidia.

Porque si he aprendido algo estos años, es que tú nunca me odiaste realmente, aunque me hiciste sentir como si fuera así muchas veces. Pero creo que lo que te daba tanto miedo de Tanjiro Kamado era su habilidad para acercarse a la gente. El chico es extraño, lo sé, tiene una especie de disonancia con las demás personas, pero también tiene algo especial, algo que lo hace ser querido, una personalidad brillante y cálida que genera paz.

Creo que tú tenías a tu propio Tanjiro.

En cuanto a Tomioka, él era más bien tu fuente de calma. Aunque él vivía constantemente tenso, a diferencia de Kamado, él también era una persona que veía la paz como algo indispensable en su vida. Yo creo, que él era una persona bastante complicada de entender, y sinceramente nunca lo hice por completo, no como tú.

Lo que sí pude notar en él es que era una persona que valoraba mucho tener una rutina, y que si ésta no funcionaba en algún momento, él también dejaba de funcionar. Creo que perder un brazo lo impactó demasiado en ese sentido.

Fue una tarde lluviosa en que mis amigos los fueron a visitar en la que comprendí aquello. Tomioka y los chicos eran muy cercanos (en especial los Kamado), y no porque la guerra hubiera terminado ellos dejarían de verse. Llegaron a la finca a eso de las tres de la tarde, mojados, con frío, pero toda la motivación del mundo.

— ¡Señor Tomioka, señor Shinazugawa! ¡Los extrañamos mucho estas semanas!

Tanjiro se lanzó sobre Tomioka y lo abrazó fuertemente, recibiendo una mirada atónita y medio abrazo a cambio. Ninguno de ellos había avisado sobre la visita, lo que descolocó un poco a Tomioka.

Inosuke, Zenitsu y Nezuko también estaban allí, lo cual se que no fue de tu agrado, tu expresión lo demostraba. Igualmente los saludaste con la suficiente cortesía, gracias por eso, y los dejaste pasar.

— Sólo no rompan nada ¿Entendido?

Los cuatro asintieron y entraron a la finca, cerrando la puerta tras de ellos (cuando yo entré, Tanjiro mencionó el frío que hacía, cosa a la que ya me había acostumbrado a escuchar).

— ¿Cómo han estado estos meses? — preguntó Zenitsu, mientras colgaba su empapado haori en la entrada.

— Bien — respondiste secamente. Fue gracioso cuando Giyuu te dio un codazo.

— Muy bien. Gracias por preguntar, Zenitsu — dijo Tomioka tranquilamente.

— ¡Señor Tomioka!

Nezuko se acercó tímidamente a ustedes dos, mirando hacia abajo, probablemente aún nerviosa de verte a tí. Pude notar que estabas incómodo, probablemente aún sintiéndote algo culpable por lo que sucedió con ella años atrás. La chica traía una cajita, mojada por la lluvia pero en un estado decente. Con cuidado, se la entregó al antiguo pilar del agua, quien la miró con curiosidad.

Crónicas de un huracán || Kimetsu no Yaiba Fanfic ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora