Capítulo 33
Blake
Va a ser una niña, una pequeña Mia correteando a nuestro alrededor. Sonrío feliz ante la noticia aunque no puedo evitar preocuparme al ver la mirada perdida de Mía mientras recorremos la última casa. Aprieto su mano para traerla de vuelta y ella me muestra una pequeña sonrisa antes de caminar hasta la chica de la agencia.
—¿Por qué la venden? Es realmente preciosa, no sé porque la quieren vender— dice Mía.
—El propietario es militar y su mujer y él no paran de mudarse por motivos de trabajo.
Mía me mira y me guiña un ojo con complicidad. Sé que quiere esta casa. Así que sin más firmamos el contrato con la agente inmobiliaria y nos sacamos una foto junto con los papeles para colocar en el álbum que Mía está creando con nuestros recuerdos.
—¿Me prometes que pase lo que pase me vas a querer?
—¿Qué pregunta es esa? Por supuesto— beso su frente antes de tomar su rostro entre mis manos—me tienes preocupado, ¿qué ocurre?
—Nada, es solo que...— me observa detenidamente y termina desviando la vista— las hormonas y todas esas cosas, ya sabes.
Y sin más deja el tema comenzando a caminar por la casa, tocando todo su alcance, perdida de nuevo en sus pensamientos, haciendo que mi corazón se acelere ante el temor de que algo ocurre.
**
A medida que pasaban los días Mía se mostraba más extraña, hablaba mucho más por teléfono, se veía más perdida y se pasaba las horas mirando el ordenador de nuestro pequeño despacho. Un día después de preguntarle tantas veces sobre lo que le estaba ocurriendo ella tan sólo me respondió que quería que Paul siguiera formando parte de su vida como un amigo, que me quería, pero que necesitaba que aceptase eso.
Me enfadé mucho y durante unas semanas me mostré celoso, pero finalmente, comprendí que ella necesitaba la presencia de Paul por algo, así que lo acepté. Me dediqué a amarla y hacerle ver que la decisión que tomó conmigo era la acertada, y así fue.
A pesar de que Paul visitase mucho a Mía y se tirasen horas charlando en la entrada de casa, esta siempre me seguía mirando de la misma manera, amándome, y sobre todo mostrándose más tranquila.
Cada mes de embarazo se volvía más complicado, precisando de más vitaminas y atenciones. Durante unas semanas tuvo que quedarse hospitalizada y bajo reposo absoluto. Lo vi, vi el miedo en sus ojos y por un momento pensé que me estaba ocultando algo, pero ella no me decía nada, tan sólo se limitaba a decirme todo el rato lo mucho que me amaba, a ella y a nuestro bebé.
Cuando le dieron el alta ella comenzó a encerrarse en el despacho a escribir, escribía durante horas, días, semanas, y no entendía porqué, pero sólo sabía que después de hacerlo ella parecía más tranquila, así que lo entendía y lo aceptaba, incluso le regalé unas plumas nuevas para que siguiera escribiendo.
— ¿Cómo te gustaría que se llamase?— me preguntó un día mientras cenábamos en nuestro comedor.
—Mia— respondo.
Ella sonrió aunque las palabras que dijo después sonaron demasiado tristes.
—Sólo habrá una Mía— dice pensativa
—No cariño, ahora dos, y menuda pesadilla— y aunque me reí ella no lo hizo, de nuevo me dio esa mirada perdida.
Siguieron pasando los meses y las preocupaciones aumentaban. No salíamos del hospital y no lo entendía, aunque ella siempre me decía que se debía a su edad avanzada, el embarazo era de riesgo y tenía que hacerse más pruebas.
La creí, la creí durante todos los meses que me lo dijo, aún cuando la veía en aquella habitación de hospital demasiado débil, demasiado triste.
Seguí creyéndola aún cuando veía en los ojos de Paul ese miedo, algo más que preocupación, algo que se me estaba escapando y que no entendía.
—Necesito escribir— dijo un día en la habitación del hospital. De nuevo estaba mal y tenía que estar ingresada.
—Cuando salgas cariño, no hay prisa— le respondo.
—No lo entiendes...— dijo en un susurro.
Los ingresos ya no duraban unos días, sino semanas. Hasta que un día todo se volvió un tormento. Podía ver a los médicos entrar como locos en la habitación de Mía. Tiré el café que había salido a comprar y corrí tras ellos, no sabía lo que ocurría no entendía nada.
Sólo podía ver como salían con su camilla hacia un quirófano, intenté tomar su mano pero esta vez su agarre no era fuerte como en otras ocasiones, sólo derramaba lágrimas y unas últimas palabras me asustaron.
—Eligela a ella— dijo.
Y la perdí de vista tras las puertas de aquel quirófano. No entendía nada, me estaba perdiendo algo importante, algo que nadie me quería decir.
Rápidamente mande un mensaje a Caroline contándole la situación, apoye mi espalda en la pared y me deje caer en frente de aquellas puertas, esperando que cualquiera saliera y me dijera que estaba ocurriendo con ella.
Al cabo de media hora Caroline, Ian y Paul llegaron a mi encuentro. Su preocupación era igual a la mía, y no pude evitar pensar como esa pelirroja podía conseguir ganarse el corazón de todo el mundo.
Los hijos de Caroline e Ian llegaron poco después, ambos también preocupados.
Uno de los médicos salió preguntando por familiares de Mía y lo que me dijo después apenas pude retenerlo. Complicación en el embarazo, parto inminente pero con bastantes riesgo, corría peligro la vida de ambas.
Una mano se posó sobre mi hombro y vi sus ojos. El lo sabía todo.
—¿Desde cuándo?— le pregunto a Paul.
—Desde hace meses— chasquea su lengua e intenta contener las lágrimas— debes elegir.
Miro a todos los ojos que me observan y trago fuerte. ¿Elegir? Como voy a elegir, evidentemente elijo a ella, a la mujer que amo, ante todo, ella lo es todo.
—Sé lo que estás pensando, yo también lo pensaría, pero escúchame, ella quería que llegado este momento te diese esto— dice Paul acercándome un sobre con mi nombre.
Todos se alejan para dejarme privacidad y abro la carta temblando. Dios mío Mía que has hecho.
«Perdóname mi amor, perdóname por ocultarte algo tan importante como esto, pero sabía cual iba a ser tu reacción. No quiero que este bebé se muera, no quiero que esto que tanto soñé desaparezca y tenga que vivir con la idea de que al final nunca tuve una parte de mí en mis brazos.
Lo supe el día de la revelación del sexo, y joder no sabes cuanto lloré en cuanto estuve a solas, nunca podría cargarla, nunca podría tenerla entre mis brazos, y sólo podía pensar que esa idea acabaría siendo mi muerte.
Prefiero morir trayendola al mundo, que vivir en un mundo sin ella. Ha sido mi motivo de lucha, y mi momento de hacerme ver que cuando todo parece perdido siempre hay un poco de luz a final del túnel.
Ella también va a ser una oportunidad para ti, el momento que tu tienes para ser feliz, para sentir ese amor desmesurado, para crear una persona que pueda ser feliz, libre y aceptada por su familia, eso que tanto nos faltó a ti y a mí.
Nunca pude escoger un padre mejor, ni de forma accidentada, lo juro, has sido una persona demasiado importante para mí, desde aquel día que te vi de lejos y pensé, joder que bueno esta ese hombre.
Gracias por hacerme creer en el amor de nuevo, por enseñarme un amor adulto y loco, por hacerme ver que no todo está acabado y que siempre hay esperanza.
Yo guardo la esperanza de que realmente todo sea una mala pesadilla y que cuando esta termine poder caminar de tu mano, con nuestra hija a nuestro lado, pero en el caso de que no sea así, todo esta listo, todo está preparado, no tienes que tomar ninguna decisión, porque en el caso de que llegue a ser necesario esta ya está firmada.
Sólo espero que pase lo que pase me perdones y que la ames por los dos, te amo Blake».
Cuando guardo la carta no soy capaz de ver ni escuchar nada más, todo se vuelve demasiado negro y tan sólo se escucha un pitido.