Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes y cielos infinitos, una niña curiosa y soñadora llamada Elena. Desde muy temprana edad, Elena demostraba una sensibilidad especial hacia el mundo que la rodeaba. Sus ojos brillaban con la chispa de la imaginación, y su corazón estaba lleno de sueños que la impulsaban a explorar cada rincón de la vida.
Sin embargo, a pesar de su naturaleza vivaz, Elena llevaba consigo una sombra invisible. Había experimentado pérdidas tempranas en su vida, tragedias que dejaron cicatrices en su corazón joven. A menudo, se encontraba mirando al horizonte con una melancolía que solo aquellos que han conocido la tristeza más profunda pueden entender.
Cuando Elena era apenas una niña, su abuela, su fuente de amor y sabiduría, partió de este mundo. Aquella pérdida marcó el inicio de una historia larga y triste que influiría en la forma en que Elena enfrentaba la vida. La ausencia de su abuela dejó un vacío que ningún consuelo podía llenar por completo.
A medida que crecía, Elena llevaba consigo el peso de esa pérdida en cada paso que daba. Cuando alguien le preguntaba cómo estaba, ella respondía con una sonrisa, tratando de ocultar la tristeza que yacía en lo más profundo de su ser. Decía palabras como "Estoy bien" o "Todo está bien", pero sus ojos contaban una historia diferente, una historia de dolor que no se desvanecía con el tiempo.
A pesar de su tristeza persistente, Elena encontró consuelo en las pequeñas alegrías de la vida. Descubrió la magia de los libros, donde podía sumergirse en mundos lejanos y olvidar, aunque fuera por un momento, el dolor que la perseguía. También cultivó amistades sinceras que, aunque no podían reemplazar lo que había perdido, le brindaban un apoyo invaluable.
Con el tiempo, Elena aprendió a llevar su tristeza como un recordatorio de la fragilidad de la vida y la importancia de valorar cada momento. Aunque la sombra de la pérdida siempre estaba presente, Elena encontró maneras de convertir esa tristeza en fuerza, inspiración y empatía hacia los demás que también llevaban cicatrices invisibles.
Así, la historia de Elena, aunque larga y triste en sus raíces, se convirtió en una narrativa de resiliencia y crecimiento. Aprendió a vivir con su dolor, a abrazar las emociones complejas que la hacían humana y a encontrar belleza en la mezcla de la alegría y la tristeza que tejían el tapiz de su vida.
- Mercedes Presmanes Escobar
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Poemas, historia...
RomanceEste libro será escrito 100% por mí, serán historias y poemas hechos por mí Espero y les guste.