16 || Cambio de página.

73 11 0
                                    

_¿Mamá?

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

_¿Mamá?..- pronunciaste mientras caminabas a paso lento hasta el primer piso, tras haber escuchado unos ruidos.

En cuanto bajaste, las lágrimas cayeron de tus ojos sin cesar, inevitable e inesperadamente, nublando por completo tu vista.

El cuerpo sin vida de tu mamá yacía sobre un charco de sangre, el cual provenía de su estómago que tenía un corte terrible. A unos metros de distancia, estaba el cuerpo de tu abuelo mutilado, también sin vida.

_¡Mamá!, ¡¿duele?!- corriste hasta ella y la sacudiste, pero no se movía por voluntad propia, ni un poco.

Viste que en su mano sostenía algo, de hecho, sus dos manos estaban apretadas en un puño. con suerte porque ya había perdido fuerza, pudiste abrirlo y sacaste un trozo de tela con su nombre y la flor favorita de ella bordados a mano.

Lo sostuviste, y fuiste hasta el otro puño para abrirlo, pero entonces escuchaste ruidos provenir del sótano y volviste a correr escaleras arriba, esta vez rumbo a tu habitación. 

De abajo de tu cama, sacaste un baúl pequeño de madera, el cual abriste con cuidado y sacaste las pertenencias dentro. Había otro bordado, una familia de tres: una mujer, una niña y un hombre. El otro estaba incompleto, y era uno que tú habías empezado con los conocimientos que te aportó tu madre. Ahí tenías varias curitas y las sacaste; aprovechaste para dejar la foto que tenías en el bolsillo de tu cárdigan y viste que estaba un poco quemada, pero al menos tu madre se seguía viendo con su linda sonrisa.

El trozo de tela de bordado que tu madre tenía en su mano lo guardaste en el interior de un yukata que te pusiste, y te quitaste el cárdigan y vestido que traías. Era de tus mejores ropas, pero sin duda tendrías que venderlas para curar a tu madre.

A través de la ventana pudiste ver que comenzaba a llover, y que de hecho, ya pasaba de la tarde. Pronto oscurecería.

En cuanto bajaste, corriste hasta tu madre y te arrodillaste a tu lado. Te manchaste de sangre pero no te importaba. Comenzaste a ponerle curitas en su herida, aunque no alcanzaron, y te habías manchado más las manos. Así que con un cuchillo cortaste un pedazo de tela de tu yukata y volviste a arrodillarte al lado de tu madre para cubrir lo restante de su herida con la tela.

_¡¡Maldita niña!!, ¡¿pero qué fue lo que hiciste?!- te exaltaste cuando escuchaste a tu abuela gritar. 

Te asustaste por su expresión de horror, y de inmediato soltaste el cuchillo sobre el charco de sangre y te pusiste de pie.

Querías explicar la situación, no querías que la única persona del único hogar que tenías te odiara.

_¡Eres una asesina!- vociferó. No, no lo eras, porque ni siquiera sabías el significado de esa palabra.

_Yo soy una asesina.- repetiste, confundida, y ella, más se exaltó.

Caminó hasta ti con rapidez y te tomó del brazo con brusquedad. Te dolió el agarre pero no podías llorar, algo dentro de ti se había roto en mil pedazos, y los pedazos  se habían atorado en tu garganta como un nudo que no te dejaba hablar ni pronunciar sonido alguno.

_¡Tendrás que ir a prisión por esto!- gritó en tu cara y caminó hasta la puerta contigo; la abrió y te aventó hacia afuera.

Hacía mucho frío, querías volver pero ella te cerró la puerta en la cara.

_¿Yo soy una asesina?- la palabra 'asesina' resonaba en tu mente. Por la molestia con la cual tu abuela la dijo, sentiste que era demasiado fea y no dejaba de atormentar tu mente.

_¿Ahora qué voy a hacer?- susurraste, saliendo del porche. La lluvia helada te empapó por completo y la sangre se había limpiado de tus manos y rostro, y tu yukata se iba limpiando poco a poco.

Tus ojos comenzaron a cerrarse, mientras a lo lejos veías una figura femenina acercarse a toda velocidad, con un paraguas revoloteando con las fuertes ventiscas.

_¡Yo nunca fui una asesina!- dijiste en voz alta. Tenías suerte de que tu abuela ya no escuchara tan bien como antes a causa de la edad.

En medio de la madrugada te levantaste, y saliste de la casa preparada para un día normal, rumbo al bosque más cercano.

Bajo la presencia de la luna, y cegada por la incomodidad y molestia de haber sido juzgada injustamente, gritaste tanto como pudiste en aquel bosque. Golpeaste los troncos de los árboles con tu katana aún enfundada. Después, gastaste el filo de la hoja cortando todas las ramas a tu paso, hasta que terminaste cayendo al suelo por un mal paso.

Te refugiaste recargada a un árbol, abrazándote a ti misma.

_Mamá...- sollozaste. Tu voz se quebró sin poder evitarlo.

¿Quién podría juzgarte?, acababas de revivir uno de los momentos más traumáticos de tu vida, aquel que te había traído hasta aquí, hasta donde ahora estabas, y rodeada de la gente que conocías.

Quizás en otras circunstancias el destino podía haberte dado una vida más favorable, menos injusta, un pasado menos... doloroso.

_Al menos mamá me amó... y papá...- ocultaste tu rostro en tus manos, llorando sin parar.

Tu garganta te dolía, tus brazos y manos también, pero de alguna manera te relajaba estar en aquel lugar.

_No quiero saber más de mi pasado... no podría soportar...- inhalaste y exhalaste en repetidas ocasiones, tratando de calmarte como tu abuela te había enseñado, pero de repente todos los recuerdos de pesadillas pasadas llegaban a tu mente atormentándote sin parar. Eso solo avivaba más tu llanto, y tus ganas de desaparecer del mundo.

_Debo ser fuerte... debo seguir...- repetías, inundando tu mente de imágenes lindas: cuando adoptaste a Milaneso, tu gato; cuando tu abuela y tú hicieron juntas un pastel; cuando nacieron los hijos de Amane; todos los abrazos que Kagaya te dio; las risas que contuviste con los chistes malos de Tengen y Kyōjurō; o cuando Mitsuri te volvió loca con tantas preguntas cuando recién ascendiste a pilar; cuando compartiste una cena con Muichirō...

Sonreíste torpemente. Habías logrado calmarte, pero las lágrimas no paraban, así que solo llorarías hasta que fuera suficiente.

Quizás amanecerías con los ojos muy hinchados. Y si tenías una misión, quizás asustarías a alguien con tus ojeras (que ya tenías desde pequeña;  solo se notaban cuando no dormías bien), pero qué más daba, esta noche era tuya, y la luna te lo había permitido.

.

.

.

.

_¿Qué miras?- dijiste, y sonreíste a boca cerrada.

El kakushi tembló un poco, pero negó rápidamente con la cabeza y se inclinó en respeto.

_¡De nada, Yokoyama-sama!- dijo, mascullando. Pero era una mentira, miraba tus ojos hinchados.

Solo bostezaste y asentiste, caminando en compañía de tu cuervo fuera de aquella casa donde habías terminado con un par de demonios.

_¡Parece un zombie!- susurró como el buen chismoso que era aquel kakushi a su compañero.

_¡Shhh!, he escuchado que ella tiene muy buen sentido del oído, ¡seguro nos va a escuchar hasta allá afuera!- respondió este un poco nervioso.

_Idiotas, ¡le van a zumbar los oidos más bien!- se cruzó de brazos frente a ellos al ver que no estaba realizando sus labores de limpieza al ser solo ellos tres.

_Ah, como sea. Mejor dejemos de hablar de ella y limpiemos.- se apuró a retirarse de aquel lugar el kakushi.

_Sí, y mejor ni hablemos en presencia del pilar de la niebla. ¡Escuché rumores de que últimamente anda recordando cosas y solo son sobre Yokoyama-sama!- dijo un último chisme y tras recibir un sape por parte del más responsable de aquellos tres kakushis sobre explotados, optó por callarse y comenzar a sacar cuerpos inertes.

𝐄𝐧 𝐥𝐚 𝐦𝐢𝐬𝐦𝐚 𝐧𝐢𝐞𝐛𝐥𝐚. Muichirō Tokitō x Lectora.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora