Fragmento Siete | Sejanus

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SIETE:
"SUICIDE SOLDIER II"

Después de andar un poco más de bosque adentro, Maude Ivory visualizo unas bayas frescas, que según su conocimiento en botánica, eran perfectamente comestibles. Las recogieron en la falda de su vestido y emprendieron viaje de vuelta al campamento donde la comida ya había terminado de coserse. 

Un agradable aroma a pescado asado les alcanzó cuándo ya eran capaces de oír las risas de la Bandada, así que sin pensarlo dos veces, apuraron el paso y se integraron a la conversación sin hacer ningún comentario sobre su encontronazo con aquellas peculiares plantas. 

Le pareció lo mejor, de hecho, hasta se sintió agradecido de que Maude Ivory no soltara ningún comentario con referencia a ello porque sentía que Coriolanus podría llegar a descubrir su plan antes de que pudiera ejecutarlo completamente. Después de todo, se había pasado los últimos días mirándole con desconfianza.

—Después de la siesta deberíamos emprender la vuelta a casa —anunció Barb Azure sin levantarse de su sitio—. Es mejor que no tentemos a la suerte.

No tenía ni idea a que se refería con aquello, pero todos estuvieron de acuerdo sin rechistar. 
Quizá la idea de primero recostarse un rato hacía que pensar en aquel extenso camino no fuera tan pesada.

Comió un par de bocados de aquel pescado antes de que el nudo en la garganta le impidiera seguir tragando y se excusó con que había bebido demasiada leche para comer algo más. No era una excusa inteligente, después de todo, habían recorrido un largo camino y se habían echado a nadar, pero la verdad era que no se le podía ocurrir nada más. No con el peso de aquellas frutas en su bolsillo.

Era como si cargase un arma sin seguro.

Las armas eran algo que era capaz de dominar, en un ambiente seguro donde todo estaba calculado para que simplemente tuviera que dispararle a un pedazo de cartón colgado a una distancia considerable, pero estás bayas eran como el arma que sostenía el día de la ejecución de Arlo. 
Algo letal que podía acabar con la vida de alguien inocente.

En realidad era lo que iban a hacer.
Acabarían con la vida de Lil, que no había hecho nada más que dejar ver su sufrimiento frente a la pérdida de una persona que quería. 
Eso no tenía porqué ser un crimen.

Maude Ivory se acercó a dónde estaba y se recostó dejando caer su cabeza sobre sus piernas sin pedir permiso. Su prematura e inocente confianza amortiguaba un poco las heridas que sentía latentes en su interior.
No tenía idea de que veía ella en él, pero, le daba algo de consuelo pensar que era algo bueno. 

— Lucy ¿Me cantas algo tú a mí? —pidió—. Esa canción de cuándo pasé las anginas.
— ¿Pero prometes que vas a tratar de dormir un ratito? 
—Si, lo prometo.

Alzó su pequeña mano para que él le ofreciera a su agarre y por un instante intercambió miradas con Lucy que simplemente sonrió encogiéndose de hombros. Y a continuación, empezó a cantar en voz baja.

La niña empezó a dormitar de inmediato, y después de luchar por unos instantes para mantener los ojos abiertos, decidió rendirse, y cayó profundamente dormida sin soltar el agarre que mantenía sus manos juntas. 
Se quedó mirando sus dedos pequeños por un rato largo, primero casi sin ver, y después, simplemente se puso triste.

No creía que fuera justo que aquellos niños tuvieran que vivir sin saber lo que eran los dulces, sin tener zapatos aptos para sus pies en crecimiento, sin tener un lugar que los protegiera realmente del frío ante una helada. 
No podía creer que aquel gobierno que juraba protegerlos no fuese capaz de impedir que pasaran situaciones que no eran normales.

don't blame me ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora