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Daphne emergió del portal en un paisaje desolado y volcánico. La arena negra crujía bajo sus pies mientras observaba el horizonte dominado por la aspereza de un desierto árido. A lo lejos, se alzaba una torre de piedra antigua, imponente y solitaria en medio de ese paisaje inhóspito.

El viento soplaba polvo negro a su alrededor, y el calor del lugar era abrumador. Daphne comenzó a caminar hacia la torre, con la esperanza de encontrar respuestas en ese misterioso y aparentemente abandonado rincón.

Cada paso resonaba en el silencio del desierto, y mientras se acercaba a la torre, notó inscripciones antiguas talladas en las piedras que formaban su estructura. Símbolos y jeroglíficos desconocidos adornaban las paredes, contando historias olvidadas que Daphne no podía comprender.

Finalmente, llegó a la entrada de la torre, una puerta maciza de piedra que se abrió con un crujido al empujarla. El interior reveló un espacio oscuro y misterioso. Daphne avanzó con precaución, guiándose por la tenue luz que se filtraba desde las rendijas de las ventanas.

En el corazón de la torre, descubrió una sala iluminada por una extraña fuente de luz. En el centro, un pedestal vacio. Daphne se acercó, sintiendo que estaba a punto de desvelar secretos ocultos desde hace mucho tiempo.

Al llegar al pedestal, observó en su centro, un símbolo que coincidía con algunos que había visto en el palacio de Domino desde que era pequeña. La realización golpeó a Daphne: este lugar, este mundo, estaba conectado a ella de alguna manera más profunda de lo que imaginaba.

La torre se estremeció ligeramente, y Daphne supo que no estaba sola. Al girarse, se encontró con la presencia de una figura etérea, una manifestación de energía mágica que irradiaba sabiduría y antigüedad.

—Reina Daphne de Domino —resonó una voz en su mente. —Has venido en busca de respuestas, y te las daré.

La figura etérea se materializó lentamente frente a Daphne, adoptando la forma de una anciana sabia con ojos llenos de conocimiento. Su presencia irradiaba una mezcla de solemnidad y benevolencia.

—Te llamo, Daphne, desde las raíces mágicas de este mundo. Tu linaje está entrelazado con antiguas energías que trascienden los límites del tiempo y el espacio —habló la anciana, su voz resonando como un susurro antiguo.

Daphne se estremeció, sintiendo la conexión palpable con este lugar y la revelación de su herencia mágica.
—¿Quién eres? —preguntó con reverencia, consciente de que estaba ante algo más allá de su comprensión.

—Soy el eco de las guardianas de este mundo olvidado, un vínculo con el pasado que se extiende hacia el futuro —respondió la anciana. —Tu madre, Marion, fue una de las guardianas de la llama del dragón. Una magia ancestral que, en su esencia, está vinculada a la creación y control de los quemados.

Daphne frunció el ceño, procesando la revelación.
—¿Por qué mi madre estaría vinculada a la creación de quemados? ¿Y por qué este mundo está conectado a mí de esta manera?

La anciana sonrió con tristeza.
—La llama del dragón es una magia antigua, poderosa y peligrosa. Marion la portaba para proteger este mundo, pero el desequilibrio en el uso de esa magia llevó a consecuencias inesperadas. Muchos quisieron robarla para su beneficio. Ahora, Daphne, la llama del dragón vive en ti, y debes equilibrar su poder para evitar que caiga en las sombras.

Daphne asintió, sintiendo el peso de su responsabilidad.
—¿Cómo puedo hacerlo? ¿Cómo detengo la creación de quemados y protejo a los demás?

La anciana extendió una mano, tocando suavemente el corazón de Daphne.
—Debes buscar la armonía en tu interior, comprender y equilibrar las fuerzas que residen en ti. Solo entonces podrás enfrentar la amenaza que se avecina y restaurar la paz.
—¿Por qué mi madre ha creado quemados? ¿Por qué he llegado hasta aquí?
—Esa respuesta puede dártela ella. Pero tú ya lo sabes. Quería que la encontraras. Y lo haz hecho.

DAPHNE (Farah Dowling)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora