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Capitulo 4.- [Parte I]

[Actualizacion de twitter]
@Jeonjungkook                                                        22 de septiembre
Me quedé dormido otra vez, de modo que estoy escribiendo en el banco de la parada de autobús. No sé qué me pasa. ¡Esta mañana eché a perder una excelente oportunidad para escapar de Lavender House! Mamá me preparó quacker con canela. La última vez que gocé de semejante privilegio tenía diez años. Indicio más que evidente de que la preocupación por mí la estaba matando. De todos modos, había empezado a comer mi cereal cuando papá se presenta en la cocina y desparrama su pesada osamenta sobre una de las sillas. ¡No podía creerlo! Hacía años que no compartía el desayuno conmigo. Y empezó con la perorata de que, por muy ocupados que estuvieran él y mamá, me querían mucho, que lamentaba que me hubieran impuesto servicios comunitarios, pero que así yo aprendería a responsabilizarme de mis actos… bla, bla, bla. Todo eso venía a que querían saber qué era lo que me estaba molestando. Y  fue entonces cuando embarré todo. Dejé la cuchara, tomé mi mochila y les contesté que todo estaba BIEN. Estas fueron mis palabras textuales: “Oh, no se preocupen por mí. Solo tengo que acostumbrarme a mis nuevas actividades”. Tampoco fue muy brillante de mi parte engullirme todo el cereal que mamá me preparó. Después de eso, mi jornada fue cuesta abajo.

Jungkook frunció el entrecejo al leer la última línea de su publicacion. No supo qué escribir a continuación, cuáles eran sus prioridades. Por lo general, no tenía dificultad en expresar sus sentimientos. El problema era que no sabía cómo se sentía. La vida lo confundía demasiado.

―Oh, bueno — pensó cuando levantó la vista y vio que se acercaba el autobús —, tal vez comienzo a acostumbrarme a esto.

Su ánimo dio un giro de ciento ochenta grados cuando entró en el bar y vio a taehyung detrás del mostrador, sosteniendo un vaso de Coca en la mano.

— Hola. Te vi bajar del autobús. Espero que sea esto lo que quieres tomar — dijo, agitando el vaso en su dirección.

Se sintió halagado.

— Así es.

Se miraron a los ojos durante un momento; el silencio fue un tanto inquietante. Luego los dos hablaron a la vez.

— Jungkook

— Taehyung

Entre carcajadas, él dijo:

— Tu primero.

— Quería saber si trabajas todos los días. — Se sorprendió de sus propias palabras. Distaba mucho de actuar con cautela. Pero por alguna razón, tal vez a causa del Hogar, ya no quería jugar. Taehyung le gustaba. Quería saber si él gustaba de el o si solo estaba malinterpretando las cosas, y quería ser cortés.

— Menos los domingos — respondió, con una chispa de picardía en la mirada.

Jungkook frunció el entrecejo.

— ¿Qué te resulta tan gracioso? — Dios, preferiría morir si él estaba riéndose de el, si se había dado cuenta de que lo había flechado.

— Nada. Solo que estaba por preguntarte lo mismo.

— Menos los domingos — repitió jungkook con profundo alivio. Si bien quería ser honesto, no le habría caído muy bien que él no lo tomara en serio.

Lo miró boquiabierto

— ¿Trabajas como voluntario seis días por semana? — le preguntó con aire incrédulo —. Por Dios, ¿qué eres? ¿Un santo?

Jungkook no supo qué decir. ¿Cómo explicar que había cercenado prácticamente todos sus ratos libres? No quería confesar el verdadero motivo de su trabajo en Lavender House. Todavía no. No hasta que no se conocieran mejor.

— No soy un santo — contestó, y se encogió de hombros con indiferencia —, sino una persona común y corriente. Pero cuando uno decide hacer algo, debe asumir una especie de compromiso, ¿no crees?

— Si, claro, pero seis días por semana… — No parecía convencido.

Jungkook no quería que lo creyera raro. Tal vez había tenido que decirle la verdad. Pero justo en ese momento él le dirigió una sonrisa de admiración y decidió no dejarse llevar por sus emociones. Aunque nadie lo había mirado así en toda su vida, esos ojos no lograrían arrancarle la verdad.

— Bueno, parece una idea un poco loca, pero buena. Tienes razón — concedió taehyung—. Los compromisos son importantes.

— Tú trabajas seis días por semana — señaló el, sintiéndose incómodo de repente —. Es mucho más duro que hacer de voluntario.

— Sólo porque no tengo más remedio — confesó —. En casa necesitamos mi sueldo. — Se interrumpió y se alejó. Por un momento lo creyó avergonzado, pero cuando él se volvió, notó que tenía un lienzo mojado en la mano. Sin mirarla, comenzó a limpiar una mancha

— Oh, por ahora no salgo con nadie — dijo el,  tratando de no sonreír. Su forma de indagar no fue exactamente sutil, pero efectivo al fin. — ¿Qué opina tu novia o novio de tu horario?

— Yo tampoco estoy saliendo con nadie. Rompí con mi ex novio el pasado junio — explicó y levantó la vista para mirarlo a los ojos —. No quisiera que me tomaras por un descarado, pero la verdad es que me gustas. Eres bonito, inteligente y muy estudioso. Pero por sobre todas las cosas, admiro la clase de persona que eres. Es difícil encontrar a un chico que decida invertir su tiempo libre ayudando en un hogar para enfermos terminales.  Me gustaría invitarte a salir, pero no tengo mucho tiempo libre y tampoco auto.

— Yo también quisiera salir contigo — confesó —. Y como habrás notado, al igual que tu tengo muchas ocupaciones.

Una sonrisa perezosa iluminó el rostro del muchacho.

— Ya se nos ocurrirá algo. Tenemos los domingos libres.

―Y yo tengo las salidas prohibidas, pensó jungkook. Buscó con desesperación el modo de escapar de esa situación. ¿Por qué no le habría dicho la verdad desde un principio? Obvio: porque él no lo habría considerado tan santo. ¡Pero ahora estaba a punto de invitarlo a salir el domingo! Tendría que inventar alguna excusa.

— Tal vez esto te parezca extraño — continuó taehyung, imperturbable por el silencio del chico —, pero podríamos ir juntos a la biblioteca. Sé que no es el programa más divertido…

— Está bien — aceptó el de inmediato. La biblioteca. Gracias a Dios, acababa de escoger el único sitio que sus padres no le habían vedado. — Seguramente tendrás que estudiar.

—Tengo un examen cuatrimestral pendiente — explicó —. Pero en un par de horas me alcanzarán para hacer la investigación. Después podríamos ir a cenar juntos.

— Estupendo. El lunes yo tengo que entregar un resumen sobre un libro. Puedo escribirlo mientras tú te dedicas a la investigación. Decidió que se preocuparía por la supuesta cena en otro momento. Por ahora, solo quería asegurarse de poder concertar la cita con él.

— Como ya te dije, no tengo auto pero puedo pasar a buscarte para que tomemos el autobús juntos.

— no, no te molestes. Mejor nos encontramos en la biblioteca. Será más fácil para ambos.

Entró un cliente y se sentó en el extremo de la barra. Taehyung asintió con la cabeza y comenzó a alejarse del.

— ¿A la una en punto te parece bien? — preguntó.

— Perfecto.

Ese cliente fue el primero de la multitud que entró después. Jungkook no tuvo otra ocasión de charlar con él y luego se marchó. Le sonrió y lo saludó con la mano mientras él llevaba una bandeja cargada hacia uno de los sectores reservados. Como no pudo saludarlo con la mano, le dirigió una sonrisa cálida que le llegó hasta el alma.  Mientras se encaminaba a Lavender House, repasó mentalmente el argumento que usaría con sus padres. En teoría, tendría que ser muy sencillo. No podrían impedir que realizara un trabajo de investigación en la biblioteca. En cuanto a la cena, lo resolvería sobre la marcha, el mismo domingo.

— Sin lugar a dudas, esto es mucho mejor que limpiar inodoros— comentó jungkook mientras guardaba la aspiradora en el armario del pasillo.
— Por supuesto — coincidió Polly con una sonrisa. Con aquel ajustadísimo conjunto deportivo amarillo de cuello de terciopelo negro y sus sandalias de cuero con tacones de diez centímetros sujetas a los talones con una tira elastizada, distaba mucho de ser el modelo de voluntaria en un hogar para enfermos terminales. Sin embargo, durante las dos últimas horas había trabajado a la par de jungkook, sacudiendo muebles y limpiando el salón en general. Concluyó en que, a pesar de ese aspecto extravagante que la caracterizaba, Polly era divertida, amable, liberal y muy inteligente. Se enteró de que trabajaba allí porque había perdido a su único hermano a consecuencia del sida. Jungkook no supo que decirle, solo murmuro entre dientes lo que sentía. Sus palabras de condolencia no lo dejaron satisfecho, pero, de todas maneras, Polly se las agradeció.

— No sé si tú estarás en las mismas condiciones que yo — dijo, estirando los brazos por encima de la cabeza —, pero mi espalda no da más. Necesito descansar. Voy arriba a ver si Jamie quiere jugar a las cartas.

— Es muy compinche suyo, ¿verdad? — preguntó jungkook. Si bien habían mantenido una charla muy distendida mientras compartían las tareas de limpieza, Polly en ningún momento la perturbo con preguntas espinosas. Jungkook se sentía agradecido por ello. Sin embargo, tenía una gran curiosidad. No podía entender por que una persona como ella, que ya había perdido a un ser querido a causa del sida, pasaba tantas horas de su tiempo libre con un hombre que moriría muy pronto de la misma enfermedad ¿Cómo podría hacer algo así?

— Jamie es un encanto — Polly se sacudió una pelusa que tenia sobre el hombro. —Y pienso que, si yo no hubiera estado con Jim hasta el último momento, otra persona habría tenido que hacerlo. No sé, me parece que estoy saldando una especie de deuda. Tuve la suerte de poder estar con mi hermano cuando se estaba muriendo. Pero hay mucha gente que no tiene a nadie que los visite, que les tienda la mano o que les dedique unos momentos para conversar. Y supongo que Jamie y yo nos llevamos muy bien porque somos de la misma generación. Los dos recordamos la Crisis de Misiles de Cuba y a Howdy Doody. Al ver la expresión de asombro de jungkook, Polly rió. Tu no siquiera habías nacido, niño. De todas maneras, al parecer tenemos mucho de que hablar. Da gusto conocerlo.

— Es mejor que ciertas personas que yo conozco — mascullo jungkook con sorna. Dirigió una rápida mirada de fastidio hacia atrás. Jimin, con un libro en la mano, había salido al jardín hacia media hora.

Al pasar, lo saludo con un indiferente:

— Hola, principe jungkook. Que suerte contar con vuestra honorable presencia.

Polly se echo a reír.

— No te lo tomes tan a la tremenda.jimin es un buen chico. Lo creas o no, suele observarte desde la ventana. Pero ni se te ocurra decirle que te lo conté. Se pondría furioso.
— Claro. Seguro que se queda allí espiándome a que yo pase para arrojarme un balde de agua fría desde arriba — comentó jungkook. Sin embargo, en el fondo se sentía halagado. Había algo en jimin que lo hacía…

No podía precisar que era con exactitud, pero sabía que él podía influir en el con mucha más facilidad que cualquier otra persona de las que conocía.

— ¿Por qué no sales y le haces un poco de compañía antes de que caiga la noche? — sugirió Polly cuando se encaminaba a la escalera.

— ¿No tenemos que seguir con la limpieza? — Quería evitar un posible enfrentamiento con la señora Duran. La directora lo tenía en la mira, como si todavía sospechara que era capaz de robarse la platería.

Polly se detuvo y se volvió.

— No, por hoy hemos terminado con los quehaceres domésticos. Parte de nuestro trabajo consiste en acompañar a los pacientes. Es la razón principal de nuestra presencia aquí. Como ya te dije, muchos de ellos no reciben ninguna visita.

— Oh, de acuerdo — Se quedó de pie junto a la puerta del armario.

Decidió esperar a que Polly subiera y luego iría a visitar a otro paciente. Tal vez el señor Kemper quería jugar a las cartas. Pero no lo hizo. En cambio, se dirigió lentamente hacia las puertas ventana que daban al salón de atrás. Una vez en la terraza, se detuvo para investigar el lugar con la mirada.

El jardín estaba protegido por una pared de piedra de unos tres metros y medio de altura. Dos escalones más abajo se extendía una terraza de lajas y, a continuación de ésta, nacía el césped verde esmeralda. Una línea de canteros con margaritas, alegrías del hogar, rosas, enredaderas con flores marfil y otras trepadoras que jungkook no pudo identificar, recorría el perímetro de la cerca. En el centro del jardín había un inmenso roble y, a su sombra, una mesa de picnic con varios bancos. Jimin estaba sentado en uno de ellos, observándolo.

Jungkook cruzó la terraza y avanzó hacia él. No quería verlo, pero se sintió obligado. Una de las razones por las que se había quedado dormido esa mañana fue el comentario de jimin. Y ahora necesitaba pedirle un favor.

— Hola — lo saludó.

— Hola. — jimin miró hacia la derecha. — ¿No es fascinante?

El siguió la dirección de su mirada.

— ¿Qué es fascinante? ¿La pared?

— No, tonto. Los colores. Los colores del atardecer.

— Lo único que veo es que está oscureciendo. Mira, jimin, con respecto a lo que dijiste ayer…

— Olvida lo que dije — lo interrumpió con impaciencia —. Mira otra vez. Pero esta vez, mira hasta que veas algo de verdad.
— ¿Ver qué?

— Levántame el ánimo, ¿quieres? — refunfuñó —. Este pobre chico se está muriendo.

Simplemente abre los ojos y concéntrate. Jungkook cerró la boca, respiró hondo y miró el jardín. Con la puesta del sol, las sombras se habían alargado; el aire sereno transportaba el aroma de las rosas y del césped recién cortado. Suspiró y dejó que las dulces fragancias del crepúsculo llenaran sus pulmones.

Pero no vio ningún color. ¿Sería que la enfermedad o los medicamentos habían dañado el cerebro de jimin?  Sintió que él lo tomaba de la muñeca. La hizo sentar a su lado.

— Sigue observando. No dejes de hacerlo — le murmuró al oído —. No verás colores brillantes; solo los tenues tonos pastel de la luz que se apaga. Pero son espectaculares. Hay dos o tres matices lavanda, nada más.

De pronto, al oírlo pronunciar esas palabras, jungkook lo entendió todo. Todavía era de día, pero había algo distinto. El césped parecía más oscuro, más exquisito, como una alfombra de terciopelo; las enredaderas dibujaban puntiagudos diseños contra el muro de piedra y, sobre ellos, las hojas del roble se agitaban suavemente por el viento. Jungkook contemplo su entorno y, por primera vez, vio el crepúsculo tal como era. Jimin tenía razón. Había colores. Muy tenues, casi fantasmales, pero delicados y bellos a la pálida luz del día. Las marcadas sombras contra la pared de piedra, el color intenso del césped recién cortado, los matices lavanda de la sombra se perdían en forma casi imperceptible en el horizonte. Una escena encantadora. Y el lo veía por primera vez.

— Siéntelo — le dijo jimin

Jungkook suspiró. La inundo una profunda sensación de paz. La débil luz parecía marchitar todo el jardín, convertirlo en un lugar casi místico. A la distancia, oyó el trino de un pájaro. Sin darse cuenta, contuvo la respiración y una sonrisa lenta curvo sus labios. Jimin rió.

— Notaste la diferencia, ¿verdad?

— Nunca había reparado en ello — confesó en un susurro, por temor a interrumpir la magia del momento con voces estridentes —. Es tan hermoso… Y los pájaros… Casi había olvidado cómo cantan.

— Bueno, el atardecer no es la mejor hora para escuchar. Espera a que llegue la primavera y podrás oír el canto de las aves nocturnas.

— ¿Aves nocturnas? — Lo miró, dudando. ¿Estaría burlándose de el? ¿Qué clase de aves nocturnas?

— ¿Y quién sabe cuáles son? Lo único que sé es que chillan tan fuerte que me hacen perder la mitad de mis horas de sueño. Recuerdo que a veces me acostaba a la dos de la mañana, agotado después de haber estudiado mucho, y esos malditos pájaros empezaban a desgañitarse como una banda de mariachis. Me volvían loco. Después aprendí a disfrutarlo.

— Yo nunca los oí.

Jimin se encogió de hombros.

— Entonces eres sordo, porque ese chillido es tan agudo que levanta a los muertos. ¿Habías salido al jardín por alguna razón?

La pregunta lo volvió a la realidad de inmediato. Frunció el entrecejo.

— En realidad, sí.

— ¿Vas a decírmela o me darás veinte oportunidades para que adivine?

— Si no te apuras tanto, te lo diré. En verdad, jimin, ¿tienes necesidad de ser tan grosero?

— Es un don. Sonrió. De acuerdo, niño. Empecemos. Se puso serio y carraspeó. Bien, Principe jungkook, ¿en qué puedo ayudarlo?

El muchacho llevó los ojos al cielo.

— Para empezar, deja de llamarme así.

— Sus deseos son órdenes para mí.

Jungkook ignoró el sarcasmo. Necesitaba pedirle un favor. Tanto él como su maldita perorata le habían hecho remorder la conciencia. Pero ni loco se lo habría confesado.

— Tengo que pedirte que me prestes otro libro.

Abrió los ojos, sorprendido.

— ¿Te pidieron otro resumen?
                       
— No, es el mismo — admitió de mala gana —. Pero tu hostilidad dio frutos. Casi no pegué ojo anoche. — ¡Demonios! ¿Qué pasaba con el? Cada vez que abría la boca frente a ese chico decía exactamente lo que no quería decir.

— Es un halago para mí. — Sacó pecho, arrogante. — Es evidente que tengo mucha más influencia sobre ti de la que pensaba.

— Que no se te suba a la cabeza — le aconsejó —. Si consideras mi estado emocional desde que me arrestaron, cualquiera podría influir en mí.

— Te remuerde la conciencia, ¿verdad? — aventuró.

— No seas tonto –respondió el—. Tengo la conciencia bien limpia. Simplemente, estuve pensando en tus consejos y decidí que, por única vez, tenías razón. Hacer el resumen de un libro que ya leí sería jugar sucio. Además, como ya te dije, estos días me siento muy confundido. Eso es todo.

Jimin la miró un instante.

▪︎Nunca me olvides▪︎ [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora