Capítulo XXI

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      —Si vas a estar aquí tienes que ser útil, no quiero vagos —dijo Eidrien en respuesta de la queja número 500 de Khan. Ambos trabajaban en los motores y generador, que de tanto tiempo sin funcionar habían fallado un par de veces en esos días que llevaban navegando. Jamás habían tenido apagones en el Ruby y estaban ocurriendo muy seguido.

        Khan había estado más ácido que de costumbre en todo ese tiempo, Eidrien no tenía idea de por qué pero podía imaginar que se trataba de cierta chica de rojo. Tenía curiosidad de saber más de la historia que había entre ellos pero ninguno de los dos le contaría.

         Eidrien estaba reparando el generador, ya que era mucho más difícil de arreglar que los motores y necesitaba magia para ello. Vio que dos de las veinte esferas de energía que mantenían el barco estaban apagadas y rotas. Se habían desgastado, por la fecha que tenían grabada era ya hora de que dejasen de funcionar.  Aunque pareciera extraño, que dos esferas faltasen provocaba un número de problemas en el navío que Eidrien debía evitar. Las habían mejorado poco antes de que todo ocurriera, dándoles más durabilidad, pero eso trajo como consecuencia que tuvieran que usar la cantidad exacta siempre, o el equilibrio de energía fallaría. Para su suerte, aún las demás tenían años de durabilidad por delante y poseía unas cuantas de respuesto.

       —Eran de mi padre, ¿no?

        La voz de Khan le hizo notar que estaba a sus espaldas, viendo las brillantes esferas azules y blancas, que se reflejaban en sus ojos.  Eidrien asintió, puso las esferas nuevas y miró la bolsa donde estaban las demás. Le cedió una a Khan.

        —Quédatela.

         Eidrien cerró la compuerta que revelaba las esferas y fue hacia una pantalla que estaba en el lateral izquierdo del generador para reiniciar todo el sistema eléctrico del barco. Khan seguía observando la pequeña esfera  cuyo núcleo disparaba rayos azules y blancos al cristal que lo rodeaba. Si él hubiera tenido poderes, habría podido hacer esferas así, y ser mucho más útil en el barco.

       —Khan —Eidrien lo llamó, oyó lo que estaba pensando.

        —Estoy bien —musitó en respuesta y guardó la esfera en un bolsillo—. El motor solo estaba algo oxidado por la falta de uso, ya lo arreglé. ¿Terminamos?

        Eidrien asintió y Khan salió disparado del lugar. Él dio un suspiro y miró las esferas a través del cristal. Extrañaba las épocas en las que Khan vivía detrás suyo, haciéndole maldades o travesuras, o pidiendo más peces, o buscando algún implemento para dibujar. Extrañaba ser su persona favorita. Ahora solo era al que menos quería ver.

        —Si no te hubieras ido —suspiró—. Ni siquiera te puedo odiar por eso.

         Eidrien abandonó la sala de máquinas y cuando iba llegando a su camarote para tomar un baño se encontró con una polizona. Frunció el ceño y negó con la cabeza, no podía creerlo.

         —Rin Rin —musitó y ella, que estaba tratando de escabullirse al final del pasillo, se quedó quieta en su sitio—. Zéphyrin...

         —Puedo explicarlo —dijo volteándose y vio la ceja arqueada de Eidrien, era obvio que estaría molesto. Le pidió insistentemente que se quedara—. No podía quedarme.

         —¡Te pedí que lo hicieras! —Eidrien respondió más exaltado de lo que le gustaría y masculló una maldición—. Mierda, Rin Rin, haces lo que te da la puta gana.

         Ella mordió su labio inferior y se acercó lentamente. Eidrien desvió la vista porque si no, caería como un corderito ante sus encantos de diabla.

War of Hearts (Dark Angel IX)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora