El periplo de Medea en el inframundo

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- Hmmmm...

- ¿En qué piensas, mi reina?

- Aún no entiendo cómo se puede envenenar a un autómata, así que estoy repasando mentalmente todas las combinaciones que se me ocurren.

Hades dejó un cuenco con uvas al lado de su reina, en el borde de la pila con agua del Estigia que estaban observando. Al ser el único río con conexión al mundo de los vivos, podían observarlos desde sus aguas, recogidas de un punto muy concreto del mismo. Ella cogió una de las uvas y se la metió en la boca.

- ¿Lo estás volviendo a ver? – le preguntó Hades.

- No, es que... ha descuartizado un cordero y lo ha metido en un caldero para enseñarles un truco a las hijas de Pelias para rejuvenecer a su padre.

- ¿Perdona, el qué?

- Que ha matado un cordero para resucitarlo y rejuvenecerlo.

Hades observó las imágenes del agua, viendo como las jóvenes mataban y descuartizaban a su padre para replicar la enseñanza de Medea que Perséfone le acababa de narrar. Desgraciadamente para ellas, eso no salió bien. Su padre seguía muerto.

- ¿Todo esto por el vellocino de oro? Ver para creer...

- ¿Crees que podría hacer algo más?

- Ni siquiera lo dudo. ¿Quieres un poco de vino? Te veo algo pálida.

- Estoy bien, sólo han sido un par de imágenes muy grotescas y...

- No hace falta que mires si ves que no puedes soportarlo. Entiendo que sea duro para ti, no estás familiarizada con este tipo de muertes.

- Tengo que acostumbrarme a ellas. Sabía dónde me metía el día que decidí seguirte hacia el reino de los muertos.

Hades acarició la mejilla de su amada, viendo en sus ojos cómo le incomodaban ciertas imágenes y a parte de su personalidad intentado salir. Una personalidad a la que le gustaban esas cosas y deseaba verlas.

- Pues veamos qué más hace, querida. Si en algún momento no puedes con ello, dímelo.

- Aguantaré.

Hades y Perséfone observaron cómo Medea y Jasón se hacían con el vellocino de oro, durmiendo a una serpiente que no era capaz de dormir. Hades escuchó a su amada murmurar todas las fórmulas que se le ocurrían para que eso fuera posible sin llegar a ninguna conclusión clara.

- Mi reina, no te preocupes por esas cosas. Medea es sobrina de Circe y le enseñó todo lo que sabe.

- Ya lo sé. Mi madre nunca me contó que Circe fuera tan poderosa.

- Me han llegado cientos hechizados por ella aquí abajo. Deshacer su magia es complicado.

- Querido...

Perséfone tocó el brazo de Hades, haciendo que volviera a mirar la pila de agua. Medea estaba cortando cachos del cadáver de su hermano pequeño para lanzarlos y así evitar que su padre, a quién pertenecía el vellocino, les siguiera.

- Eh... Vale, eso no me lo esperaba.

- No quiero mirar...

- Tranquila, ven aquí.

Hades abrazó a su joven reina, protegiéndola, pero sin apartar los ojos de las imágenes que le mostraban las aguas. Notó como ella iba mirando de vez en cuando, intentando acostumbrarse a ese tipo de cosas.

Pasó el tiempo, y en el inframundo iban vigilando a Medea, entre otras personalidades. Un día en el que Hades agrupaba guerreros muertos en batalla para ser llevados a una parte u otra del inframundo, Perséfone le llamó desde lo alto del salón del trono.

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