30. PEQUEÑO REY

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Narrado en tercera persona.

Caos, es la única palabra que podría resumir lo que ha traído la llegada de Bianca a este lugar. Los ojos de Amalia se aterran al igual que el de la niñera, quien luce devastada por haber perdido al niño. No supo en qué momento escapó, de pronto ya no estaba en su cama cuando regresó para darle de comer, y ni siquiera el soldado que se quedó custodiando los pasillos lo vio.

La desesperación se siente en sus cuerpos de pies a cabeza. Corren desesperadas buscándolo, ya que no hay tiempo para errores, pero por fuera las cosas no andan bien. La gente va de aquí a allá despavorida, todavía se escuchan las alarmas, hay pánico descomunal y los ojos de Amalia se llenan de lágrimas al sentir que puede perder todo lo que ganó.

—¿Ha visto al niño?—la empujan—¡Señora! ¿Ha visto al pequeño korol?

Nadie le presta atención y solo rechina los dientes sin saber qué pensar. Los ojos se le ponen rojos por el llanto, ella no puede fallar otra vez. Se había prometido a sí misma ya no ser la mujer tonta que se dejó robar al amor de su vida, se juró luchar por lo que consideraba un sueño que iba a hacer realidad al precio que sea.

Pero ahora todo lo logrado parece derrumbarse. Los bol'she confiaron en ella y su imagen quedará dañada por esta equivocación si no encuentra al pequeño.

—¡¿Y ahora qué vamos a hacer?!! —casi golpea a la niñera, quien luce pálida sabiendo que van a cortarle la cabeza.

Amalia se mete entre la gente, presa de la desesperación e irónicamente, mientras unas luchan por mantenerse arriba, queriendo complacer a quien le conviene, otras sólo tratan de defenderse para sobrevivir.

En la habitación de la torre protegida las manos de Bianca no dejan de temblar. Trata de recordar, pero no lo hace muy bien. De pronto los colores parecían extraños, las puertas se movían a tal punto de sentir que la iban a aplastar y su mente trajo heridas que no quería sacar a flote otra vez:

«Por más que intentes encajar en otro lugar, en tus pesadillas siempre estaré. Le perteneces a tu padre y nunca me olvidarás»

Cada vez que cierra los ojos lo recuerda. El brazo lo tiene ahora más negro que nunca. Le duele, hay picazón y sudor en sus palmas. Se agarra de las paredes sintiendo que se le vienen encima, se tumba en el piso al ver que se mueve.

Tiene que aislarse antes de que vuelva a dañar a alguien más. El enfermero que entró cuando gritó se llevó una sorpresa, puesto que lo golpeó y ni siquiera fue dueña de sí.

"Estás metiendo en más problemas a Adrian"

"No puede ser que hayas logrado mejorar y en un segundo vuelves a arruinarlo"

Voces, son voces extrañas otra vez.

—Mi señora...

Naila entra con el rostro mojado y la mano roja después de haberle dado un puñete al hombre que intentaba encerrarla en una habitación. Se acerca a ella con cuidado, Bianca sigue temblando y se niega a abrir sus ojos por temor.

—Mi señora, soy yo, Naila—insiste su amiga—. Aquí estoy.

—Lo hice otra vez—murmura Bianca—. Recaí.

—Tranquila.

—La droga estaba ahí...Solo fue un poco, te lo juro, apenas la probé y no sé qué pasó...

La rabia empieza a notarse en los ojos de la muchacha, quien no deja de sorprenderse al echarle un vistazo a la habitación. Hay una bandeja tirada en el suelo, comida esparcida por todas partes, pero lo más curioso es que la especie de polvo blanco en forma semisólida parece estar en medio de la sopa, del agua, no solo visible a la vista del ojo humano y, con indignación, lo huele comprobando lo que siempre sospechó.

Peligro Mortal © [3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora