Después de esa noche, Sergio no volvió a hablar con Charles, no le dirigió la palabra.
Vamos, ni siquiera lo miraba.
Lo evitaba a toda costa, incluso rechazaba las invitaciones de Carlos con tal de evitar encontrarse con él.
Y Charles no quería admitirlo ni siquiera para si mismo, pero le dolía. Le molestaba pensar que Sergio no quería volver a verlo. E inconscientemente lo buscaba, se le pegaba a Carlos tanto como podía, pero nada daba resultado.
Y las cosas no mejoraron después.
Dos semanas después de que regresarán a Mónaco, Carlos le contó que tenía planeado declararse a Sergio, le contó como lo haría, a dónde lo llevaría e incluso lo que se pondría.
Él no quería escuchar eso, así que lo ignoro mientras fingía escuchar.
Pero ya no podía ignorarlo, no más.
Porque el día había llegado.
Carlos se había ido desde horas antes para terminar de preparar todo, diciéndole que le contaría después como le fue.
Charles pasó saliva, mirando su reloj de mano.
Marcaba las diez de la noche, a esa hora Carlos ya debía de estar brincando de alegría luego de que Sergio le dijera que si.
Vaya mierda.
Mientras su amigo estaba oficialmente de pareja con el ser más increíble del mundo, él estaba aún en la oficina terminando de arreglar unos papeles con Max de nuevo.
¿Por qué Max era un adicto al trabajo? Siempre se lo había preguntado, e incluso se había molestado por eso en más de una ocasión, pero esa tarde, cuando Max le recordó que tenían papeleo por hacer, él simplemente se encogió de hombros y murmuro un amargo: "bien" para girarse y volver a la oficina.
Llevaban horas ahí y, sinceramente, no le molestaba, prefería mantener su mente enfrascada en la torre de trabajo que Max se había ingeniado en encontrar que pensar en Carlos y Sergio paseando por las calles tomados de mano.
La imagen lo hizo sentir una punzada en la cabeza y el estómago revuelto.
Max frunció el ceño, bajando la hoja que revisaba para analizarlo.
—¿Estás bien? —preguntó, con la ceja arqueada.
Charles asintió sin dejar de leer el documento en sus manos.
—Si.
—Bien.
Fue todo lo que se dijeron antes de volver a rodearse de un profundo silencio que solo era acompañado por sus respiraciones y el sonido de las hojas cuando se movían.
O así fue, hasta que escucharon una fuertes y sonoras pisadas cruzar todo el pasillo que llevaba a la oficina en dónde estaban.
Charles no quiso adivinar de quién se trataba, ya sabía quién era.
Carlos, y seguramente venía apresurado para presumir de su nueva relación.
Suspiro cuando la puerta fue abierta de par en par, y se tomó su tiempo para prepararse y ver a su amigo, pero todo se fue a un segundo plano cuando Carlos aceleró más sus pasos y, sin previo aviso, jaló con brusquedad a Max por el cuello del suéter hasta tenerlo frente a frente.
—¡Tu... maldito hijo de...! —gritó colérico, provocando que Charles saltará sobre su asiento ante la sorpresa.
—¡Mierda, Carlos, ¿Que te pasa?! —le devolvió el rubio, mirándolo con furia.
—¡¿Que me pasa? ¿Te atreves a preguntar que me pasa?!
—¡Suéltame, maldito enfermo de mierda! —le exigió, haciendo uso de su fuerza para zafarse del agarre del español, quién al verlo volvió a acercarse con el propósito de volver a sujetarlo, pero Charles fue más rápido y se interpuso para evitarlo.
—¡Carlos, ¿Que mierda te pasa?!
—¡Pregúntale a este imbécil! —señalo al holandés, queriendo volver a irse sobre él.
—¡¿De que estás hablando?!
—¡¿De qué estoy hablando?! ¡Maldito hipócrita!
Charles intentó mantener la postura, no entendía ni un carajo de lo que estaba pasando.
—A ver, Carlos, explícate con un carajo.
Carlos detuvo el forcejeo solo por un segundo para verlo, luego ver al holandés y luego verlo a él de nuevo.
—De Sergio —contesto un poco más calmado, pero con un deje de furia inyectado en la voz.
Charles, sin embargo, imaginó lo peor en ese momento.
Mil imágenes de Sergio sufriendo se reprodujeron en su mente en un santiamén.
—¿Sergio? ¿Que le paso a Sergio? —pregunto, pero solo consiguió que el español mirara de nuevo con furia al holandés.
Charles entendió que Carlos no estaba dispuesto a dar respuestas, así que se giro hacia la única opción que quedaba:
Max.
El rubio lo miraba fijamente, sin decir nada, como si estuviera analizandolo, hasta que pareció que entendió todo y la esquina de su boca se curvó en una sonrisilla descarada.
—Oh... —murmuró despacio —¿Ya te lo dijo?
Antes de que Charles pudiera hacer algo, Carlos lo rodeó para volver a llegar al rubio y soltarle un puñetazo en la mejilla derecha que hizo que el holandés girará con fuerza la cabeza.
Le había dado duro, tanto que la mejilla le punzo y se le tiño roja.
—¡Carlos! —gritó asustado cuando vio que tenía intenciones de atestarle otro golpe.
—¡Eres un maldito hijo de puta, Verstappen! —le siguió gritando, mientras luchaba por hacer que los brazos de Charles lo soltarán.
Max solo sonreía mientras masajeaba su mandíbula.
—¡¿Que esta pasando?! ¡¿De que mierda hablas?!
Carlos no se detuvo, siguió forcejeando con él con los ojos sumidos en la ira, pero había algo más, Charles pudo notarlo.
Más allá de toda la furia impregnada en él, habían rastros de dolor y decepción.
Nunca lo había visto así.
—¡De este imbécil... con Sergio... Él...!
Eso solo preocupaba más a Charles.
—¡¿Él qué?! ¡Carajo, habla!
Insistió, tomándolo por los hombros para sacudirlo y que reaccionara.
Espero una respuesta de Carlos pero no llegó, al menos no de él.
Porque sin preverlo, Max soltó la respuesta que buscaba.
—Estoy saliendo con Sergio —confesó al fin, logrando que Charles zafara su agarre y Carlos volviera a escapar para soltarle otro golpe.
—Y lo dices como si nada, cabron. —escupió, sacudiendo su muñeca luego del golpe, incluso a él le dolía la mano.
El castaño vio como le soltaba el puñetazo duro, preciso, pero no hizo nada. Vió todo en camara lenta, o al menos así lo sintió, mientras luchaba por procesar lo que había dicho.