Capítulo 46

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Yamikumo podía sentir la presencia del pequeño niño a sus espaldas. No era amenazante, ni mucho menos peligrosa, pero ser observado con tal intensidad era incómodo hasta para él. Por lo que se dió la vuelta muy lentamente, mirando hacia Eijirou que se puso rígido en el marco de la puerta pero que no salió huyendo como en otras ocasiones. Le reconoció al niño ese coraje.

— ¿Hay algo en lo que pueda ayudarte, Kirishima? —le interrogó. Sabía bien a qué venía el niño pero hacerse el desentendido de todo el asunto era divertido.

—H-Hum, el maestro no ha salido en todo el día de su habitación y usted dijo que no tenía que molestarlo pero...—titubeo el niño de cabello azabache con nerviosismo — ¿S-Sería realmente tan malo que le diera un vistazo por un momento? Estoy preocupado por él, Yamikumo-san.

Yamikumo soltó un pequeño silbido y se sentó sobre el escritorio de aquella oficina. Yagi había insistido en dársela y él la fue modificando a su gusto sin darse cuenta, tenía muchos libros medicinales —era increíble lo mucho que los humanos habían avanzado en su ausencia— e históricos —quería saber de las andaduras de Hakai también— además de unos tantos financieros que el duque se esmeraba en darle para que los leyera. La oficina era de su gusto porque era un espacio tranquilo dónde podía trabajar e incluso recibir a unas cuantas personas si tenía ganas, aunque no había recibido ninguna. Se sentía bien el tener privacidad e independencia, pese a que era a costas del duque.

Claro que más inteligente y prevenido hubiera sido quedarse en la habitación de Izuku, alegando que tenía que cuidarlo porque se sentía mal —lo cual fue común en el último mes desde que hizo ese ritual en el palacio imperial— pero eso hubiera alertado a todos en la mansión. Yamikumo no quería usar la fuerza para alejar a los demás de la habitación, así que solamente declaró que el de pecas le dijo que quería estar solo y que nadie le molestará por el resto del día.

Como Izuku últimamente tenía días donde estaba de un humor muy malo —él sabía a qué se debían y escapaba de su habitación en esas ocasiones— o muy deprimido, los sirvientes le creyeron de inmediato. Toshinori también. Hasta ahora, nadie le había ido a interrogar acerca de su hermanito.

Nadie con excepción del dragón mitad humano que tenía delante suyo, mirándole con firmeza pero temblando de miedo.

—Kirishima, no importa lo preocupado que estés, si Izuku en primer lugar dijo que no quería ser molestado por nadie, entonces no le llevas la contraria —indicó el demonio y el niño bajo la cabeza —Ya en la noche estará bien. Es un día malo, ¿lo comprendes, no?

—Sí...el maestro tiene derecho a estar de malas, lo sé. Yo también estaría de malhumor si me obligarán a tomar medicamentos y descansar por más de dos semanas, sin ni siquiera poder salir al patio —murmuró el de cabello azabache.

—Bien, bien. Si lo has entendido...

—Yamikumo-san —lo interrumpió mirando al demonio con ojos brillantes y honestos — ¿Qué clase de enfermedad tiene el maestro? ¿Usted lo sabe? Nadie me la ha dicho, ni siquiera Yagi-san.

— ¿Cómo yo podría saber algo que ni siquiera el duque sabe? —se burlo el demonio.

—Porque se preocupa mucho por mi maestro —contesto Eijirou sin dudarlo — ¿Acaso no investigo cómo curarlo?

¿Investigar? Ja. No me hagas reír. Lo que hicimos con ese libro no puede ser cambiado  ni resuelto. Y menos si estoy yo solo para hacerlo.

La enfermedad del sol y el ritual del Árbol de Sangre pertenecía al libro que creo junto con Gogo, el Libro del Sol y la Luna, dónde explicaron los peligros y alcances de la magia para los humanos, ya que por su intervención en su mundo empezaron a usarla. Gogo debido a su...bueno, origen, no pudo evitar el explicar a modo detallado la enfermedad del sol, se trataba de una infección mágica indetectable que iba consumiendo el núcleo mágico hasta derretirlo y hacer que el usuario se quemara por completo. Luego, cuando Yamikumo alegó que quería sacar esa parte del libro, el dios le respondió que sí los humanos la usaban sería su propio problema y no él suyo. Él pudo haber creado el arma pero serían los humanos quienes eligieran usarla.

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