Capítulo 19

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Berlín.

Apenas amanecía cuando el tren se detuvo en la estación de Dusseldorf. La policía procedió a desalojarlo y empezó a identificar con la lista de pasajeros a las personas que estuvieron en el vagón estándar en el momento del tiroteo, mientras los forenses se llevaban los cuerpos de Marco y Cristina, así como sus objetos personales. Estaba sentada en uno de los bancos de metal, observándoles, con Alexander a mi lado, sujetándome la mano.

- Quiero que hagas lo que yo te diga - me dijo en voz muy baja -. No hables con nadie, mantén la cabeza baja y no se te ocurra moverte de aquí, ¿de acuerdo?

- Entendido.

Dicho y hecho. Uno de los agentes que estaba tomando declaración se acercó a nosotros. Al principio empezó a hacer preguntas en inglés; pero, finalmente, terminó hablando en alemán. Se dirigió a Alexander en todo momento, anotando lo que le decía. A mí no me preguntaron nada. Y poco después se marchó. Según mi compañero, todo había salido a la perfección. Se suponía que tarde o temprano encontrarían el cuerpo del atacante y su arma en algún lugar de la vía del tren, y el informe de balística confirmaría que los proyectiles que se encontraron en los cuerpos de los italianos eran de la misma pistola. También encontrarían los casquillos de bala disparados en el vagón estándar en aquel tiroteo entre los tres. El intruso que acabó con la vida de los dos italianos, se encargó de eliminar cualquier huella limpiando los restos de sangre en el lavabo de la habitación. Pero cuando intentó escapar, no supo controlar la caída y murió de un fuerte golpe en la cabeza contra la vía férrea (el tenerlo todo tan perfectamente controlado y pensado me ponía los pelos de punta, también descubrir que había matado a aquel hombre y que tiró su cuerpo por la ventanilla de la habitación).

Desconozco lo que declaró Alexander, pero tuvo una templanza impresionante. Nada que ver a cómo se comportó cuando el tren retomó su trayecto y nos quedamos en tierra. Hacía bastante frío, y el cielo estaba encapotado. Se avecinaba tormenta, en todos los sentidos. Me dejó sentada en el banco de la estación, mientras hablaba por el móvil. Se movía por el andén de un lado a otro, gesticulando en exceso con la otra mano, cerrando el puño, clamando al cielo y apretando la mandíbula en determinadas ocasiones. "¡Escúchame tú a mí!", le oí gritar. Estaba fuera de sí, invadido por la cólera. Hasta que, finalmente, colgó.

- Vamos, nena. Es hora de desayunar. - me dijo, llevándome a una cafetería en el interior de la estación.

Hablamos durante el desayuno sobre lo que haríamos después. Fernández nos había buscado un apartamento en el centro de Berlín, y ya estaba acondicionado para nuestra llegada (y con acondicionado me refiero a lleno de micro cámaras). Nos quedaban algunas horas de trayecto y no teníamos transporte, porque Alexander se negaba a coger otro tren o cualquier medio en el que pudiese viajar más gente. Creía que en un vehículo privado estaríamos más seguros. Recibió una llamada y nos pusimos en marcha.

Como era de esperar, siempre hay alguna casa de alquiler de vehículos cerca de cualquier intercambiador de transportes. Y casualmente, tenían un coche preparado para recoger con un número de reserva determinado. Ni que las exigencias de Alexander hubiesen tenido algo que ver... Eligió un coche grande, un modelo tipo todoterreno Volkswagen en color azul cobalto. Me pidió que viajase detrás, que intentara descansar un poco y que me avisaría cuando hubiésemos llegado. Así que dejamos las bolsas en los asientos de atrás, me puse el cinturón y me eché una cabezada.

Alexander tenía razón. Parece ser que me estaba aficionando a que me llevase en brazos mientras dormía aunque, digo yo, que hubiese sido más fácil que me despertase y subir andando... Y como en París, me desperté tumbada en un sofá rojo con cojines naranjas, y tapada con una manta de patchwork en las mismas tonalidades (monísima, por cierto). A golpe de vista, el apartamento era amplio y diáfano, tipo estudio y con pocos muebles.

¿Dónde estás? (Secuestro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora