Lilian Lovelace, siempre ha sido el ejemplo de la dama perfecta. No sabe de escandalos, rebeldía, ni mucho menos travesuras. Ha crecido siendo testigo del sufrimiento que puede causar el perder una buena reputación y se ha esforzado por ser una dign...
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Lilian maldijo el instante en que había tomado la fatídica decisión de aventurarse fuera de Hampton Manor. Se había dejado llevar por un impulso de rebedia y aburrimiento que podía terminar en su propia muerte.
Aunque era de naturaleza pragmática, y aún en una situación extrema, se inclinaba a pensar que estaba exagerando, y que nadie le haría un daño mortal. Aún así estaba muy asustada cuando se armó del valor suficiente, y giró para encontrar a pocos pasos a una figura alta y delgada, apoyada con languidez en una de las paredes de piedra.
Supo de quién se trataba, y su temor mermó considerablemente cuando fue evidente que él la había reconocido. Lilian vio el brillo de reconocimiento en sus ojos porque la luz estaba iluminando su cara antes cubierta de sombras. Pese a eso, la manera en la que el hombre la observaba, con una mueca indescifrable y fría, hizo que su vello se erizase. No pudo pensar nada más que en huir, y eso es lo que hizo, comenzando a retroceder con rapidez. Eric no se inmutó, se limitó a torcer la boca.
-No es buena idea, querida-le advirtió con sorna, mientras seguía alejándose sin despegar la visita de él temerosa de que le saltara encima. -Es paradójico, pero tengo que advertirte que en este cuento, a la heroína le conviene quedarse justo en la guarida del lobo. Créeme que si sales, te encontrarás con una compañía que no será tan indulgente contigo como yo.
Lilian se detuvo bruscamente.
-¿Qué quiere de mí?
Una sonrisa maliciosa apareció en su cara que apenas vislumbraba en la oscuridad. Él se enderezó y emergió de las sombras. Se acercó despacio hasta detener sus pies junto a las botas de ella. Él no estaba armado, no al menos en apariencia, y eso la tranquilizó un poco.
Lilian temblaba pero no sé movió del sitio. Si iba a morir, lo iba a hacer luchando por su vida, eso lo tenía claro, y colocó la mano en la alforja preparándose. Él advirtió su gesto, pero no dijo nada al respecto. Ambos sabían que ni siquiera tendría ocasión de desenvainar el puñal, y que en una lucha cuerpo a cuerpo no tendría nada que hacer. Él la superaba en tamaño, fuerza y seguramente habilidades.
Eric levantó su mano y ella se tensó, pero el la sorprendió posando su dedo en su mejilla y recorriendola con pereza.
-Me temo que la respuesta a esa pregunta es muy amplia. Aunque puedo empezar por pedirte que me digas qué estás haciendo aquí.
Lilian tragó saliva. Su cerebro trabajó con rapidez. No podía decirle que venía a descubrir su ardid delictivo. Mejor escudarse en la versión original. Venía a una cita nocturna, con él. El hombre que la había salvado de unos maleantes.
-Vine a buscarle. Me dijo que me esperaría a medianoche. Porque bueno...yo...no he podido dejar de pensar en usted-contestó con tono coqueto, el cual no sabía si resultaba creible, pues jamás había filtreado con nadie.
Él la estudió con sorpresa, pero una sombra de duda tiñó sus pupilas.
-Pero no te dije de este lugar, cómo supiste de él.
