—¡La señorita se desmayó! ¡Rápido llamen al doctor! - gritaron las sirvientas, alertando a toda la casa —
Con cuidado fue llevada hasta a su habitación. Cuando finalmente abrió los ojos. El médico estaba junto a su cama, revisando sus signos vitales. Naobito y Naoya estaban en la habitación también. Naoya, como siempre luciendo su papel de esposo preocupado.
—Cariño, ¿Te sientes bien? ¿Qué pasó? — preguntó Naoya con un tono casi genuino de preocupación —
(...) se llevó la mano a la frente aún aturdida.
—Me da vueltas todo... solo recuerdo haber tenido una hemorragia nasal y después todo se puso oscuro —
El médico ajustó su estetoscopio, la observo con seriedad —¿Te has alimentado bien y tomado tus vitaminas? —preguntó mientras tomaba notas — Podría ser anemia. Deberías ir al hospital a hacerte unos estudios —
—Tengo cita mañana por la tarde —respondió con voz débil —
El doctor asintió, guardando sus cosas —Bien, asegúrate de que te revisen bien. Si vuelve a desmayarse o presenta algún otro síntoma, llámenme de inmediato. Por ahora, todo parece estar bien. Cuídese mucho, (...) —
Naobito acompañó al médico hasta la salida, dejando solos a (...) y Naoya.
—Que bien actúas... Naoya — suspiró (...) mientras se acomodaba en la cama — ¿De verdad te preocupabas?
—Claro que me importa lo que pase con mi hijo — respondió Naoya ofendido — Aunque ahora que lo pienso, también te acostaste con ese tipo. Si resulta ser de él. Yo me mismo me encargaré de ese bastardo —
El comentario heló la habitación al instante. (...) apretó los labios, intentando no mostrar la inquietud que esas palabras le provocaban. Claro que había pensado en esa posibilidad. Si el niño no heredaba las facciones de Naoya, no pasaría mucho tiempo antes de que exigiera una prueba de paternidad.
— No has desayunado, ¿verdad? —
—No.
—Voy a ordenarles a las sirvientas que te traigan algo.— dijo Naoya mientras se dirigía a la puerta, pero se detuvo cuando escuchó su voz —
—Naoya... podrías traer a mis padres. Me gustaría verlos —
Naoya arqueó una ceja, sorprendido por la petición, pero asintió indiferente —Está bien —
Horas después, los padres de (...) llegaron a la casa evidentemente preocupados. Sabían lo que significaba ese bebé para Naobito y la familia Zenin.
—¡(...)! Cariño, ¿qué pasó? —su madre corrió hacia ella, tomando sus manos entre las suyas —Tienes que cuidarte mejor —
(...) se soltó suavemente, suspirando con cansancio.
—Dime algo nuevo... todos me dicen lo mismo — (...) dirigió su mirada a su padre — Papá... creo que he empezado a manifestar el ritual de la familia —
La expresión de su padre pasó de incredulidad a seriedad en cuestión de segundos.
—¿De qué hablas? Eso es imposible — respondió con firmeza — ¿Por qué dices eso? —
(...) les explico lo que había ocurrido con aquella mariposa y como había sentido que el flujo del tiempo se alteraba en sus manos. Sus padres se miraron entre sí, visiblemente preocupados. Finalmente, su padre rompió el silencio.
— No vuelvas a usarlo.
—¿Por qué? ¿Qué tiene de malo? —preguntó (...), confundida.
El hombre apretó la mandíbula antes de responder, su voz estaba cargada de pesar.
—Yo lo hice... y por mi culpa, la mayoría de nosotros desaparecieron. Es peligroso jugar con el flujo del tiempo. Tienes que dejarlo —
—Pero, me gustaría leer los libros de la familia. Quizá pueda entenderlo mejor y controlarlo — lo miró (...) atónita —
—No — su padre negó rotundamente, mientras su madre asentía, apoyándolo sin dudar —
Se negaron a tocar el tema, pero eso no iba a detenerla... (...) estaba dispuesta a buscar los libros y entender lo que llevaba en su sangre, apesar de las advertencias.
Esa misma noche, (...) se escabulló hacia la biblioteca, cuidando cada paso que daba para no hacer demasiado ruido. La madera crujía bajo su peso, pero el silencio de mansión Zenin permanecía intacto; todos dormían profundamente. La biblioteca era un lugar enorme, con estanterías repletas de volúmenes polvorientos y encuadernados desgastados.
Busco durante horas, su corazón comenzó a hundirse creyendo que su búsqueda sería en vano, cuando finalmente encontró un manuscrito. Las páginas estaban amarillentas y desgastadas, pero algunos fragmentos permanecían legibles, el título escrito con una caligrafía precisa y antigua:
"Tempus Infinituum"
Sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, como si las mismas palabras portaran un poder latente. Tomó con cuidado las hojas sueltas, las dobló y ocultó entre sus ropas. El tiempo no estaba de su lado; tenía que salir de ahí antes de que alguien la encontrara.
Mientras avanzaba por el oscuro pasillo, con el corazón latiendo con fuerza, un escalofrío recorrió su espalda. Al girar la esquina, para entrar a su habitación, se detuvo de golpe. Allí, contra la pared estaba Naoya, con los brazos cruzados y una ceja arqueada.
—¿Dónde estabas? — preguntó con un tono frió, aunque sus ojos brillaban con desconfianza —. Es tarde, vuelve a la cama —
El corazón de (...) se aceleró, pero mantuvo la compostura. Levantó la vista hacia él, con una expresión cuidadosamente construida de cansancio y fragilidad.
—Me sentí algo mal y fui a tomar algo de agua — respondió (...), con voz suave, acercándose lentamente hacia él —
Naoya no parecía del todo convencido, pero antes que pudiera decir algo más, (...) tambaleó ligeramente y se sujetó de su brazo, apoyando su cabeza contra su pecho.
—¿Estás bien? —preguntó, aunque su tono seguía siendo más cortante que preocupado.
(...) cerró los ojos por un momento, usando el contacto como una distracción mientras intentaba controlar su respiración y mantener las páginas ocultas bajo su ropa.
—Sí... solo me mareé un poco —murmuró, con un susurro casi quebrado.
Naoya la observó detenidamente, como si intentara descifrar cada una de sus palabras. Finalmente, suspiró con impaciencia.
—Siempre tan frágil —comentó, casi con desprecio, mientras la ayudaba a enderezarse—. Anda, vuelve a la cama.
—Gracias, Naoya —respondió ella, con una leve sonrisa que no alcanzaba sus ojos.
Con movimientos lentos pero decididos, (...) caminó hacia su habitación, sintiendo su mirada clavada en su espalda. Cada paso era calculado, cada respiración controlada, mientras trataba de no dar ninguna señal de que algo estaba fuera de lugar.
Fue rápidamente al baño y ocultó las hojas del manuscrito, para luego volver a la cama con Naoya.
A la mañana siguiente, una vez que Naoya había salido de la casa, (...) se encerró en el baño con las páginas de Tempus Infinituum cuidadosamente dobladas. Sentada en el borde de la bañera, desplegó los fragmentos del manuscrito y comenzó a leer con atención.
El hechizo era tentador. Volver a un punto del tiempo exacto y cambiar la historia. Con un susurro casi inaudible, repitió esas palabras en voz baja, dejando que se asentaran en su mente. Pero las advertencias que seguían al hechizo eran igualmente claras: El abuso de esta técnica puede consumir al usuario, atrapándolo en un bucle interminable o incluso llevándolo a perder la propia esencia de su existencia.
El peso de esa revelación cayó sobre ella como una losa. Sus manos temblaban mientras doblaba las páginas de nuevo y las escondía en un rincón seguro.
Se miró al espejo, sus ojos reflejando un conflicto interno profundo. Había considerado todo: retroceder el tiempo, evitar que Naoya se cruzara en su vida, borrar los momentos de sufrimiento. Pero, mientras su mano se deslizaba instintivamente hacia su vientre, una sensación de calidez y propósito la invadió.
El hechizo era un riesgo que no podía tomar. Tal vez el pasado era inalterable, pero el futuro aún le pertenecía.
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