– Doctora Tønsberg, su nuevo paciente ya ha llegado – le informó la recepcionista.
– Hazle pasar.
Anna entrelazó los dedos y esperó a que el paciente entrara. Era de apariencia joven y pequeña, y se le veía nervioso. Extremadamente nervioso. Tenía los brazos cruzados, abrazándose a sí mismo, y su cabello negro le cubría parcialmente el rostro. Observó a su alrededor antes de mirarla, como si pidiera permiso para sentarse. Ella se lo concedió con un movimiento de mano, indicándole la silla que tenía delante. El joven tragó saliva y se sentó, manteniendo la cabeza baja, los brazos cruzados, y sin dejar de observar lo que tenía alrededor. Estaba en un estado de alerta constante.
– Cynthia, no me pases llamadas – dijo Anna a través del telefonillo de la mesa –. ¿Es Jonathan Grüber?
– Sí... – murmuró el joven, procurando hacer contacto visual con ella.
– Su amigo, Lucien Fenaro, me ha informado de algunos de sus... problemas antes de que nos viéramos.
– Es un buen amigo... Dice que usted le ayudó mucho con su depresión y su adicción...
– El suyo fue uno de los casos más complejos que he llevado. ¿Lo será usted también?
– Depende de lo que entienda por complejo...
– ¿Es esta su primera visita a un psiquiatra?
– Sí, y me incomoda un poco lo que pueda descubrir... Hay cosas que ni yo quiero saber...
– ¿Cómo cuáles?
– No quiero estar loco...
– Nadie está loco, Jonathan. Esa es una palabra que no usamos aquí. Aunque sí me pregunto qué hace que lo piense.
– Mi... ex me lo soltó así. Otras parejas y amigos míos han sugerido que podría tener alguna enfermedad mental chunga como... esquizofrenia paranoide, depresión severa, trastorno obsesivo compulsivo, ansiedad, trastorno de estrés postraumático, brotes psicóticos, ataques de pánico incapacitantes...
– Entiendo... Parece que sus amigos están muy bien informados. ¿Y usted qué cree que tiene?
– ¿Yo? Pues... No lo sé... ¿Podría llegar a tener más de una?
– Es muy posible.
– Vaya...
– Empecemos por lo primero. Según los datos que tengo, tiene usted veintitrés años. ¿Es eso correcto?
– Sí...
– ¿Tiene frío?
– No... No suelo notarlo...
– Le recomendó Lucien Fenaro... Conozco su verdadera identidad, salió a la luz durante su tratamiento. ¿Usted es como él?
– ¿Qué quiere decir?
– Inmortal.
El joven fijó la vista en ella, viendo como lo decía muy en serio. Sonrió al ser consciente de que esa doctora conocía su secreto y se relajó.
– Me contó el temor que tienen todos a ser objetos de experimentación, y que él lo fue a manos de gente realmente peligrosa – explicó Anna –. Sé que es un dato que muchos de ustedes conocen, aunque no en detalle.
– Preferiría que mi verdadera identidad siguiera siendo un secreto – expresó el joven –. No quiero que me juzgue por ella.
– De acuerdo.
– ¿Puedo preguntarle algo?
– Por supuesto.
– ¿Por qué se sacó usted los títulos de psiquiatría y psicología juntos?
– Porque así podía ayudar mejor a mis pacientes. Y porque era la única medicina que mi padre me permitía estudiar.
– Vale...
– Viendo cómo ha reaccionado usted justo ahora, dudo mucho que tenga ansiedad severa. ¿Qué le parece si vamos enfermedad a enfermedad y descartamos primero el trastorno obsesivo compulsivo?
– Me parece bien.
Anna sacó las pruebas para el trastorno obsesivo compulsivo y se las entregó al joven para que las realizara delante de ella. Aprovechó para observarle. A pesar de saber que era un ser inmortal, no había nada en su físico que le indicara quién o qué era. Tenía un acento extraño que no terminaba de reconocer bien, pero le indicaba que era de la zona. Llevaba un sutil lápiz de ojos negro y las uñas pintadas de granate, sin rastros de que se las mordiera por ansiedad. De vez en cuando, colocaba su cabello detrás de su oreja para que no le molestara, algo habitual en personas de cabello tan largo. Para pensar, ponía la mano cubriendo su boca y se acariciaba la nariz con el dedo índice mientras releía la pregunta del test.
Le entregó los tests un par de horas más tarde, perfectamente ordenados. Ella los recogió y los observó por encima. En su primera lectura, le pareció que ese joven no tenía un trastorno obsesivo compulsivo. Aun así, debía examinarlos detenidamente para confirmarlo.
– Le daré el resultado en la próxima sesión – le comunicó Anna al joven –. Le veo más tranquilo.
– Hacía tiempo que nadie me tomaba en serio. Sólo un amigo mío del cual me he... distanciado.
– Y Lucien también le toma en serio. ¿Nos vemos la semana que viene?
– ¿Podrá tenerlo tan pronto?
– No se preocupe por ello. Tendré los resultados.
– Gracias...
Cuando el joven abandonó la consulta, iba mucho más relajado. Incluso sonreía. Tenía una sonrisa sincera. Aunque no hubiera averiguado de qué criatura se trataba, tenía muy claro que era alguien amable.
La semana siguiente, el joven llegó mucho más confiado a su consulta. Anna le entregó el informe desde su mesa, haciendo que se sentara y lo leyera. Intento hablar con él, pero no le prestaba atención. Había disociado por completo y no volvió a la realidad hasta que lo hubo terminado.
– ¿Sabe que disocia cuando lee? – le preguntó Anna.
– Es algo que he hecho siempre, desde que aprendí a leer.
– La conclusión es que no tiene un trastorno obsesivo compulsivo.
– ¿Y eso es bueno o malo?
– Simplemente que no tendrá que tratar con sus síntomas. ¿Cuál quiere que sea el siguiente?
– ¿Cree que podría hacerme un test de inteligencia?
– Suele ir incluido con el test de déficit de atención.
– Vale, pues ese sería el siguiente. Necesito saberlo.
– Entonces nos ponemos a ello.
Los tests de inteligencia debían hacerse en diversas fases, con pruebas muy concretas para cada tipo. Eso les llevó casi todo el día a pesar de que el joven respondía con mucha rapidez a algunos de ellos. Cuando se fue, Anna no pudo evitar su curiosidad.
– ¿Qué tipo de criatura inmortal es? Sin entrar en detalles de cuál es su verdadera identidad.
– Digamos que soy un dios. Un dios que ha sido muy maltratado por sus congéneres y los propios mitos. Es todo lo que puedo decirle sin que pueda formar un juicio por mi identidad.
– ¿Algún día querrá hablarme de dichos maltratos?
– Cuando le tenga algo de confianza, por supuesto.
Semanalmente, Anna y su joven paciente fueron viéndose, tratando así los innumerables problemas del dios. Al final, él le reveló su identidad. Era Loki, dios nórdico del engaño. Ahora que le conocía tan a fondo, Anna no fue capaz de formar un juicio basado en ese dato, ya que era muy diferente a lo que pintaban en los propios mitos. Y así siguió hasta que ella se jubiló y le pasó el relevo a su sucesora.
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No tiene TOC
Short StoryReto realizado para el canal de Twitch de DiegoClares el 30 de Enero de 2024 bajo el tema de TOC (interpretación libre). Lo he interpretado como el trastorno obsesivo compulsivo, el cual le descartan a una criatura inmortal una psiquiatra llamada An...