Capítulo 8

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Aitana Mendez

Decir que estaba nerviosa era lo mínimo que sentía. Estaba completamente aterrada. Jamás, ni una vez en su vida, había pensado e imaginado que estaría allí, al frente de la puerta oculta de la residencia que se utilizaba para emergencias para hacer y compartir con ella algo diferente a una emergencia o trabajo. Estaba allí para una noche con comida y vino, como si fuera una cita, pero no precisamente era una.

Suspiró mientras entraba lentamente a la vivienda moviendo sus hombros para soltar y dejar atrás los nervios. Mientras caminaba por el extenso pasillo dando un paso a la vez, llegó a la sala de estar, asomó un poco su cabeza verificando si estaría alguien más aparte de ellas dos y al no percatarse de ningún movimiento o sonido que la colocará alerta, supo que estaba sola. Por ahora. Suspiró tranquila y sus ojos se desviaron al espejo que decoraba una de las paredes, se acercó y de inmediato arregló un poco más su atuendo y cabello.

Se volteó aún lado y al otro, analizando si lo que se había colocado era vulgar o inapropiado, pero se quedó tranquila al sentir y creer que era presentable y le quedaba bien. Un pantalón y una camisa de seda con sus botas negras siempre salvan, ¿No? Aunque, tampoco debería preocuparse, no era la gran cosa.

No era una cita, para nada.

Era una simple reunión de compañeros de trabajo, las personas laborales hacían eso la mayor parte del tiempo. Sin embargo, no todos salían con compañeros donde precisamente ella era el escudo de metal de la supremacía estadounidense. Apretó los dientes, nuevamente sintiéndose inquieta, aún sin saber qué demonios estaba haciendo y el porqué lo estaba haciendo. Podía suceder muchas cosas sí seguía por ese camino en el que iba y traer demasiadas consecuencias para ambas o demás personas. Su jefe, sus compañeros.

Tal vez era una mala idea, una terrible idea. Debía aprovechar el momento en que estaba sola, que podía volver por donde había entrado y agarrar un Uber y largarse a su casa. Al día siguiente podría soportar la decepción de la presidenta y le inventaría una excusa perfecta que daría la distancia que debió colocar desde el primer día que empezó a hacer su trabajo. Pero, ¿Por qué no podía moverse? ¿Por qué su corazón se apretaba y generaba incómodos dolores al imaginar esa escena que su parte racional apoyaba?

Antes de poder contestarse a sí misma, pasos se escucharon cerca como si estuvieran corriendo y algunos insultos. Se tenso al pensar que algo malo estuviera pasando y camino rápidamente al pasillo a donde era la entrada principal como tal a la residencia y dónde los trabajadores de turno entraban. Iba a asomarse como antes cuando llegó, pero un cuerpo chocó contra el suyo con fuerza, generando que se tambaleara y cayera sentada en su trasero y esa persona en su pecho.

Hizo una mueca de dolor y levantó la cabeza encontrándose con una melena rubia y nuevamente esos ojos azules que reconocería en cualquier lugar. Bridget también le copió sus movimientos para verla y se sonrojo al ver en qué regazo había caído.

Rápidamente hizo una mueca, agarrando las dos bolsas de comida y levantándose de inmediato y escondiéndolas en su espalda. Bajó la cabeza viendo sus pantuflas, sintiéndose algo avergonzada de lo que había pasado y sus acciones.

—Llegaste temprano.

Aitana alzó sus cejas al escuchar eso de primero salir de la boca de la contraria y soltó una gran carcajada, mientras se levantaba con cuidado ignorando el dolor en su trasero. Se acomodó su ropa y cabello para después caer en cuenta de que no tenía el licor en la mano. Buscó con la mirada y vió como el vino había rodado.

—Si, lo siento. Supuse que eras de las personas que son puntuales y no quería decepcionar –se encogió de hombros moviéndose para agarrar el vino—. Además, así tampoco duramos tanto. Son las 12:30 de la mañana, deberías estar descansando para tu discurso de mañana –habló volteando a verla con la botella en su mano. Había cambiado turno con Rowdy para hacer el turno de la mañana, para poder librar a las 12 y compartir en la noche con la contraria. Ya que esa semana le tocaba de noche y estando en servicio, no podía. Fue un intercambio donde gastó algo de dinero, pero fue para bien la inversión porque se encontraba allí. Además, de que pudo saber más específicamente que había hecho Bridget y estar más pendiente de sus acciones y cuidados.

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