Lo mejor de dos mundos

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—¿Lo han escuchado? —el simpático juglar del pueblo lucía abatido últimamente —Sakura-san finamente ha sido prometida en matrimonio.

—¿Quién es su prometido, Lee? —preguntó emocionada Tenten, la hábil artesana de armas.

—Un general de alto rango visitó la semana pasada la casa de la familia Haruno. —Lee suspiró. —Debe ser un familiar del novio. No sabemos su nombre, ni su apellido.

—Tal vez Shikamaru pueda identificarlo, si se lo describes de manera detallada —Sai sugirió a los únicos jóvenes del pueblo a quienes frecuentaba, además de Sakura.

Los tres salieron corriendo en dirección a la floristería. El hijo del general Nara solía escabullirse de sus deberes para descansar en la tienda de la familia Yamanaka.

—No se encuentra —respondió Ino irritada. —Lleva más de una semana sin venir a visitarnos.

—¿Ha salido de la aldea? —Lee no recordaba la partida del guardia pelinegro.

—Al contrario, ha entrado a la Muralla. —Ino lucía preocupada por su amigo. Los guardias de la Aldea rara vez eran solicitados en el interior. Las razones más comunes por las que un guardia era requerido, era para recibir un galardón... o un castigo.

Shikamaru no había hecho nada para destacar últimamente. Nada positivo, ni nada negativo; era parte de su filosofía para una vida relajada. El grupo decidió buscar a Chouji, en busca de más respuestas sobre la desaparición de su amigo. Se acercaron a la tienda tradicional de fideos. Adentro, Chouji y un forastero rubio competian por ver quien de los dos era capaz de comer más tazones.

—¡He ganado de nuevo! —El festejo del rubio fue interrumpido por su propio ruidoso eructo. —Vaya, el señor Teuchi ha sido generoso con los condimentos...

Ino y Tenten miraban con asco al ganador.

—Chouji, necesitamos hacerte algunas preguntas... —Ino deseaba salir del restaurante lo más pronto posible. Jaló de la manga a su amigo, insistiendo.

—¡Revancha! —Chouji parecía tener un plan diferente.

—Que sea otro día —su rival rascaba entre sus cabellos, nervioso. —Hinata no me perdonaría por llegar tarde.

Todos miraron con sorpresa al rubio, quien sacó un gran atado de monedas de un extravagante costalito con forma de rana. —Yo invito —le guiñó el ojo a Chouji antes de salir de la tienda.

—Eso es demasiado dinero —Tenten miraba asombrada las monedas sobre la barra. —¿Por qué vestirá como un vagabundo si traía consigo monedas de plata?

—No de nuevo... —El señor Teuchi salió de la cocina para encontrar el pago mal calculado. —¿Desean ordenar algo más? Ese muchacho siempre paga mucho más de lo que debe.

El grupo de amigos ordenó té y golosinas. Esperarían a que Chouji decidiera salir del lugar.

Al salir de la tienda, sus súplicas de novedades parecieron ser escuchadas. El carruaje distintivo de los Hyuga salía de la muralla, y se estacionaba en el centro de la aldea. El chófer se apresuró para abrir la puerta, ayudando a sus pasajeros a bajar.

La primera en hacerlo fue la joven Hinata. Su cabello largo y negro ondeaba contra el viento. Era lacio y sedoso, y contrastaba de manera armoniosa con su vestido, que en lugar de ser blanco inmaculado, tenía un tono ligeramente cálido. Unos jazmines decoraban el sombrero qué llevaba a juego. Las mujeres nobles habían comenzado a usar vestidos más cortos cuando viajaban, para subir con agilidad a las carrozas. El diseño se compensaba con el efecto esponjado de sus mangas y faldas, que denotaban el lujo al que solo ellas podían acceder.

Afuera de las murallasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora