DRYSTAN
𝙰𝚛𝚒𝚜𝚑𝚊 𝚁𝚘𝚘𝚜𝚎𝚟𝚎𝚕𝚝
Tratar de llevar una vida normal no era sencillo, porque mi vida, en definitiva, no lo era.
Bajé de mi cama como pude; el dolor en mi espalda es una tortura, intenté levantar los brazos para aliviar el entumesimiento, pero fue en vano. Me di por vencida.
Arrastré los pies hacia el baño, en donde me lavé los dientes y tomé una ducha caliente que me ayudó a relajarme. Una vez terminé, regresé a mi habitación para cambiarme.
Días atrás, mientras rebuscaba entre las pertenencias que Edgar guardaba de mi madre, encontré un vestido rojo. Es el mismo que lleva en una de las pocas fotos que aún conservo de ella, la que se tomó el día de la celebración del juicio más importante de su vida.
Sin pensarlo demasiado, me lo puse, no sabía si tendría otra oportunidad para utilizarlo, debido que mis salidas son limitidas y especificas.
Es ligero, acentuando cada línea de mi figura, y la espalda queda completamente descubierta. El escote, en V, desciende más de lo que Edgar podría tolerar. Me observé en el espejo de cuerpo entero, y no pude evitar sonreírme. Es la primera vez en mucho tiempo me sentía bonita.
Pero esa sonrisa se fue tan rápido como llegó, escuchaba el susurro de la voz de Edgar en mi cabeza, regañándome, él no me permitiría usarlo... pero tal vez si lo cubría...
Busqué en mi clóset una chaqueta sencilla de color negro y me la puse, calculando hasta dónde me permitiría mostrar.
—Arisha.
Un escalofrío recorrió mi espalda al escuchar su voz. Giré rápidamente, con el pulso acelerado y la respiración contenida, esperando la reprimenda. Pero fue como si no lo notara. Sus ojos eran fríos.
—Tengo que encargarme de asuntos importantes; si aún quieres asistir, tienes mi permiso.
Ocultando mi sorpresa, asentí con la cabeza. La libertad no es algo que pueda saborear a menudo. A mis veintidós años, vivo bajo sus órdenes, haciendo lo que él quiere, y siempre con la amenaza de su fuerza sobre mi.
—Quiero —respondí sin duda alguna, sin dejar ver mi entusiasmo.
—Más te vale que no reciba ninguna queja de parte de Gian —dijo, en tono seco—. Compórtate y no causes problemas.
Como si fuese una niña pequeña.
Me limité a solo asentir. Su mirada recorrió mi figura de pies a cabeza, y contuve la respiración. Cuando vi que se acercaba a mí, mi cuerpo se encogió instintivamente, retrocediendo un paso.
Él estiró sus manos y, con un movimiento rápido, tomó los bordes de la chaqueta, cerrándola de un tirón.
—Cúbrete —ordenó, con la voz gélida, haciendo que mi piel se estremeciera y que el miedo se enredera en mis nervios. Ya no quería más dolor, al menos no por ahora.
ESTÁS LEYENDO
La promesa de Mr. Wyltz
Action+21 | MAFIA RUSA Arisha Von Nacht es la heredera de una dinastía marcada por el poder y el peligro. Deberá decidir si proteger el legado de su familia... o arriesgarlo todo por el hombre que podría ser su perdición.