Capítulo 23

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Susurros distantes resonaban indistintos para Felix, quien yacía recostado en una cama, solo percibiendo el delicado contacto de unos dedos en su mano. Afuera, el repiqueteo de la lluvia llenaba el ambiente, y al entreabrir los ojos, parpadeó varias veces para acostumbrarse a la luz mientras descubría a Rodo a su lado, quien ocupaba un asiento cercano, sosteniendo una de sus manos.

Ajena al despertar de Felix, la castaña seguía trazando senderos en los nudillos del menor, perdida en sus propios pensamientos.

—Hola —saludó el rubio, atrayendo su atención.

Rodo lo observó con los labios entreabiertos, percibiendo la suave sonrisa que el contrario le dedicaba.

—¿Cómo te sientes? —preguntó ella, en lo que Felix desvió la mirada al techo de la habitación, dejándose envolver por el sonido de la lluvia golpeando las ventanas y el crepitar de la chimenea que lo resguardaba del frío. Una calidez que su cuerpo ansiaba.

No podía precisar su estado. Físicamente, un dolor en el pecho le dificultaba respirar. Mentalmente, la ira dominaba, con el rostro de Afrodita destrozado por grietas profundas rondando su mente. Emocionalmente, la nostalgia lo abrazaba; extrañaba los días de risas y serenidad, cuando su hijo no era presa de las ambiciones de otros reinos y Hyunjin vivía en paz, sin tormentos. No recordaba la última vez que había visto a su esposo dormir una noche completa.

Volviendo su mirada hacia Rodo, percibió la tristeza que ensombrecía la dulzura en el rostro de la castaña. Tampoco recordaba la última vez que había visto a Rodo ser feliz. Pero todo lo llevaba a los primeros meses de Kynthios. Fue entonces cuando experimentó los días más felices de su vida como diosa. Rodo sonreía plenamente y nunca se separaba de su hijo.

—Lamento mucho lo de Jeongin —logró decir, notando cómo los ojos de Rodo se llenaban de lágrimas mientras negaba con la cabeza.

—Solo he podido reflexionar sobre tus palabras —sonrió ella, bajando la mirada a la mano de Felix que continuaba acariciando—. Si tan solo te hubiera escuchado, me habría alejado de Jeongin, evitando este dolor... —un nudo en su garganta interrumpió sus palabras y Felix apretó su mano.

—No digas eso...

—Está bien —Rodo levantó la vista para encontrarse con su mirada—, puedes decirlo. Tenías razón y fui ingenua al pensar que Jeongin realmente me amaba —bajando la cabeza, una risa suave escapó de sus labios—. Me aferré a lo imposible. Quizás no fui el juguete de mi esposo, pero sí el de Afrodita, así que de alguna manera fui utilizada pero no amada.

—Rodo —Felix se incorporó en la cama, sentándose para sostener su mirada—, no tenía razón en nada. No te hagas más daño de esta manera. Tampoco debes arrepentirte, porque lo que sea que hayas tenido con Jeongin, dio vida a Kynthios y eso debería significarlo todo.

Rodo contuvo el llanto y cubrió sus ojos con ambas manos.

—Mi hijo es lo que me está destrozando... —sollozó—. Kynthios está sufriendo por mi culpa.

—Detente...

—"Tú decides a quién le das el poder de destruirte" —sonrió Rodo, con pesar, antes de clavar la desolación de sus ojos en los de Felix—. Esas fueron tus palabras.

Felix abrió la boca, pero el silencio lo golpeó. El recuerdo de sus propias palabras pesaba sobre él. No deseaba tener razón, solo anhelaba ver a Rodo feliz, como siempre había merecido, y la vida se había negado a concederle.

Los susurros se intensificaron en el pasillo y Felix dirigió su atención hacia las puertas al escuchar pasos cercanos. A los pocos segundos, Elián entró seguido por Hades, Perséfone, Helios, Selene y Hyunjin, quien se quedó apoyado en las puertas dobles, observándolo con cautela.

Luz del Olimpo - Ícor y Sangre | Hyunlix | 2do Libro de LDIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora