4 Feliz no-cumpleaños

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Ni siquiera entendía porqué estaba tan nerviosa. Elizabeth esperaba a su socio en la estación más cercana al estadio, y no sabía qué era lo que la tenía peor, si la angustia o la duda. Había ido a ese lugar decenas de veces, sólo disfrutarían del partido, no habría nada de romance. Entonces, ¿por qué aquello se sentía peligrosamente parecido a una cita?

«Estás exagerando, tonta», se dijo, pensando que otra vez debía estar haciendo una tormenta en un vaso de agua. «¿Qué puede haber de romántico en un brutal juego de football?». Ese día jugaban los Vampiros de Edinburgh contra los Caballeros de Castellio, ¡sería una batalla sangrienta! Entonces, ¿por qué el único color rojo en el que podía pensar era en el de las mejillas del rubio la última vez que lo había visto?

—¿Elizabeth?

—¡Kyaaah! —Ahí estaba. Llevaba un jersey y una camiseta con su equipo favorito, y la veía con una mezcla de felicidad y extrañeza.

—Calma, solo soy yo. No sabía que eras una fan de los Vampiros.

—Pues sí —proclamó luciendo su propia camiseta morada. Sabía que en esta ocasión les tocaría ser oponentes, pero no se imaginó lo emocionante que le resultaba ser oponente de Meliodas—. ¿Listo para ser masacrado? —Una sonrisa feroz atravesó el rostro del rubio, que parecía estar disfrutándolo tanto como ella mientras sus respectivos instintos competitivos se activaban.

—Después de ti, princesa.

—Gracias. —Un golpe de hombro remató lo dicho, y antes de darse cuenta, los dos iban codo a codo directo hacia el enorme edificio sin dejar de hablar de estadísticas deportivas, apuestas y probabilidades.

El chico de la taquilla solo se rió, el de la dulcería les regaló un chocolate sin que lo notaran, la edecán les deseo suerte de modo silencioso, y ellos apenas notaron nada de eso. Simplemente eran igual de apasionados en el tema, se estaban divirtiendo como nunca, y justo cuando parecía que aquello se iría "a las manos", finalmente fueron detenidos con la estruendosa llamada que anunciaba que el partido acababa de empezar.

—¡Los Caballeros tienen el balón! —anunció el comentarista—. Parece que quieren ir a por todo desde el comienzo, ¡veamos si los Vampiros están a la altura!

—Nadie ha podido contra Israf. —Amenazó ella.

—¿Ese viejo? Mejor que se retire. —Contraatacó él.

—Díselo a tu corredor, parece un asmático.

—¡Vamos, da el pase! —No había nada que temer. Ninguno estaba siendo romántico en absoluto y, en cambio, habían resultado igual de fanáticos. Las yardas iban y venían, también los pases, y el juego estaba tan parejo que los tenía a ambos sudorosos y ansiosos.

—Hagamos un trato —le propuso él de pronto con una sonrisa astuta—. Quien pierda, le invita al otro la comida después de esto.

—Trato hecho, ¡prepárate para comprarme una res entera!

—Eso lo veremos —El juego se estaba extendiendo, los jugadores comenzaban a verse exhaustos, y a ella le estaba entrando un hambre tremenda. Pese a todo, ya sentía saborear la victoria. Faltaba poco, Edinburgh estaba por encima, si se quedaba así, ella ganaría. Lo que no sabía era que su rival tenía guardado un as bajo la manga, y sintió todas las alarmas prenderse en su cerebro cuando vio que de pronto Meliodas se calmaba y se sentaba con una expresión victoriosa.

—¿Ya te resignaste?

—No. Estoy pensando cuántas salsas diferentes voy a pedir cuando me lleves al buffet de alitas de pollo —Parecía demasiado confiado. Elizabeth buscó en la multitud algo que pudiera ser la causa de eso, pero no encontraba nada—. Mira allá. —Por fin dijo, pero cuando miró hacia donde él apuntaba, lo único que pudo encontrar fue a un grupo nuevo de personas colocándose en los asientos más cercanos a la zona de anotación de los Vampiros.

Amor de Calendario - Especial de San Valentín 2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora