3. Izan

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3 | Izan

"Y la vida junto a amigos pesaba menos"

El mes de octubre llegó, y con él, el inicio del curso de medicina veterinaria al que Izan asistiría.

Intentó no pensar demasiado en la situación, y recogió su pequeña mochila para salir de casa.

Caminó cuatro minutos hasta la parada de bus más cercana, por suerte, las mañanas en Nonco no eran tan calurosas como el mediodía, sin embargo, la vista era algo deprimente, aunque siempre intentaba esforzarse para encontrar en las pequeñas cosas su magia, y algunas veces lo lograba.

La ciudad en la que vivía parecía olvidada. Mirase por dónde mirase, se veía deteriorada, y personalmente pensaba que la culpa no era sólo del gobierno, sino también de sus propios habitantes. La mayoría no cuidaba lo que tenía y les importaba muy poco su ciudad, como lanzar basura a la calle.

Se apresuró a coger el bus, puesto que ya se preparaba para arrancar. Suspiró cuando se subió y deseó buen día a los pasajeros que se encontraban en el vehículo, sin embargo, unos tres fueron los únicos que respondieron. No le prestó atención a aquello, puesto que ya estaba acostumbrado, y tomó el asiento vacío que se encontraba junto a la ventana, como siempre solía hacerlo.

Izan se dedicó a mirar por la ventana en todo el trayecto, y de a poco empezó a pensar en diversas cosas, además de soltar profundos suspiros cada tanto.

Por muy mal que sonara, creía que en su vida nunca llegaba lo que él con mucha ilusión esperaba. Siempre sucedía algo que no lo hacía suficientemente feliz, pero que igual aceptaba. Conformarse lo deterioraba.

Entre pensamientos y suspiros, anunció la parada en donde su madre le indicó días atrás que se ubicaba el curso. Le agradeció al chófer y le extendió unas cinco monedas antes de bajarse.

Volvió a suspirar y, al terminar de contar hasta el número cuatro, caminó hacia el cartel que señalaba el nombre del curso pegado a una pared blanca.

Se sentía nervioso al imaginarse rodeado de personas que desconocía. Salir de su zona de confort siempre le producía un revuelo de nervios en el estómago, sin embargo, le tocó el hombro de manera sutil a una mujer que tocaba la puerta.

—Disculpe, ¿sabe si aquí es el curso?—preguntó, sintiéndose estúpido por formular la pregunta.

La mujer lo miró con una sonrisa de amabilidad.

—Sí, así es, pero nadie me abre.

Volvió a tocar la puerta y, segundos después, ésta fue abierta por una mujer de estatura baja, caderas anchas, cabello corto y expresión cálida.

—¡Adelante!

Izan fue el último en entrar y los nervios incrementaron al ver que ya se encontraban personas que lucían bastante mayor que él. De inmediato, se sintió como un niño pequeño rodeado de personas que lo harían sentir como alguien que desconocía del mundo. Esperaba equivocarse.

La mujer de estatura baja, que resultó ser la profesora, los invitó a tomar asiento, y Izan, huyendo de las miradas curiosas que pudo percibir, tomó asiento en la primera mesa.

—Me presento—inició la mujer después de asegurarse de que estaban todas las personas que se habían inscrito al curso—. Mi nombre es Hubalt, y seré su profesora durante cuatro meses—sonrió con amabilidad—. Soy veterinaria y es un placer para mí nutrirlos de conocimiento sobre esta increíble profesión. Ahora bien, el día de hoy es para conocernos, también para que tengan una idea de lo que les enseñaré en estos cuatro meses y, por último, les haré un pequeño exámen para saber qué tanto conocen de la medicina veterinaria—concluyó con una amable sonrisa—. ¿Quién quiere empezar?

El astronauta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora