Un año antes
Jeremy estaba al teléfono cuando yo llegué a casa. Olía a té verde y a tostadas quemadas, un olor bastante agridulce. Entré a la cocina sigilosamente y dejé mis cosas antes de ir al salón, donde él estaba con los labios apretados, sentado en el sofá y apuntando algo en un trozo diminuto de papel con un bolígrafo rosa.
Lo saludé con la mano y él me hizo un gesto para que esperara un segundo. Por el tono tan formal que estaba utilizando con la persona que estaba al otro lado de la línea y sus expresiones tremendamente serias me di cuenta de que estaba hablando con su jefe. Acababa de ser contratado como redactor en un periódico muy prestigioso y de renombre en Londres, así que yo estaba muy orgullosa por eso.
Me senté sobre sus piernas y le rodeé el cuello con los brazos, pegándome a él casi como un tatuaje. Estaba hablando de una forma tan cortés y elegante que parecía que hubiera nacido en el seno de una familia aristócrata del siglo XVIII.
Yo me reí por lo bajo de ese pensamiento y él tapó el auricular del teléfono para pedirme que no hiciera ningún ruido. Me mordí el interior de ambas mejillas para no reírme y le besé el cuello. Llegó un momento en el que me desesperé porque no colgaba. ¿Tanto tenía que decirle?
Empecé a botar sobre sus piernas, ansiosa. Debería haber estado cansada porque acababa de llegar de una firma de libros de cuatro horas y media en un centro comercial, pero estaba bastante entera. Además, como había sido el primer día de Jeremy en el trabajo pensé que podríamos hacer algo especial. Había pensado que podríamos salir a festejar nuestros éxitos o descorchar una botella de vino y pasar la noche juntos en casa.
Cuando por fin colgó, tiró el móvil a la mesa y me miró con una expresión neutral.
—¿Estás bien, cariño? —le pregunté un poco preocupada.
—¿Por?
—No sé, es que tienes como cara de estreñido.
Él se rió un poco, cambiando su semblante.
—Es mi jefe, que es muy exigente —respondió, poniendo los ojos en blanco.
—Ya veo.
Cogí el papelito en el que había estado escribiendo y vi que había anotado un par de noticias que habían tenido lugar recientemente en la ciudad, así que supuse que su jefe le habría pedido que escribiera artículos de todas ellas. Y eran muchas.
—¿Por qué has cogido mi bolígrafo rosa?
—Es el primero que he encontrado en tu escritorio, Kay —dijo—. Me he sentido como Barbie usándolo.
Me carcajeé y le di un golpe en el hombro.
—¿Tú dónde has estado?
Yo fruncí el ceño.
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Placer Culpable
RomanceA uno le gusta la música. Al otro le gustan las letras. Y ambos tienen una cosa en común: son irresistibles. **** Kayla se va a otro país para cambiar de aires y encontrar algo de inspiración para escribir un nuevo libro. Lo que no espera es encontr...