Cocina del inframundo

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– A ver si lo he entendido bien... ¿Todo lo que se dice en el Olimpo está mal? – le preguntó Ares a Hades.

– El Olimpo, los mitos... Y además los mitos se contradicen. Y todos, absolutamente todos los mitos del inframundo ocurren en invierno. ¿Sabes por qué?

– Nunca lo he pensado.

– Porque yo solo no soy interesante. Además, me consideran arisco y aburrido.

– ¿Aburrido?

Ares observó la velocidad en la que Hades cortaba las verduras. Iba cada vez más rápido y los pedazos eran cada vez más pequeños. Quedaba muy claro que le molestaba esa visión que tenían afuera de él y la cual era una gran mentira.

– ¿Crees que, si les preguntara, se contradecirían entre ellos sobre el cómo te llevaste a Perséfone al inframundo? – preguntó Ares.

– Seguramente. Nosotros nunca lo hemos comprobado. ¿Quieres llevarte un poco de ternera cuando la haya terminado?

– Eh... Sí, por qué no.

Ares volvió al Olimpo con una fiambrera metálica envuelta en un paño. La ternera con verduras aún estaba caliente cuando Hades la había metido allí, y quería que se conservase el mayor tiempo posible de esa forma.

Cuando llegó a su habitación, su hijo Eros estaba tumbado en su cama boca abajo, desnudo y con las alas extendidas. Era algo habitual en el chico, quién sólo se sentía seguro cerca de su padre.

– ¿Todo bien, Eros? – le preguntó Ares al verle.

– La muy... bruja de Afrodita otra vez. Nada grave, papá.

– ¿Qué te ha hecho tu madre esta vez?

– Prefiero no hablar de ello... Me he dado un baño para calmar los nervios, he estado a punto de matarla.

– Oye, según tú... ¿Cómo terminó Perséfone en el inframundo?

Eros miró a su padre, extrañado. De todas las preguntas raras que le había hecho durante toda su vida, esa era para él la más extravagante de todas. Aún así, tenía una respuesta muy clara.

– En mi opinión, Perséfone se fugó de casa con la ayuda de Hades y les hizo creer a todos que había sido raptada. Una confusión hizo que todos creyeran que se habían casado, algo que terminó pasando de verdad. ¿Por qué lo preguntas?

– Curiosidad.

– Papá... Nunca es simple curiosidad cuando me haces este tipo de preguntas. ¿Qué ocurre?

– Escuché algo de algunos mortales. Cada uno tenía su versión del acontecimiento.

– ¿Qué traes ahí?

– Ternera con verduras. ¿Quieres?

Eros cogió un pedazo de ternera, la cual estaba finamente cortada, y se lo metió en la boca. Con su expresión ya decía que era deliciosa.

– Yo no había nacido en esa época, papá. No sé cómo ocurrió. Quizás deberías preguntarle a alguien más... mayor. Como la z– Afrodita.

– Eso haré.

Ares le dio un abrazo a su pequeño y salió de la habitación. Les hizo la misma pregunta a todos los Olímpicos que pudo, ofreciéndoles un poco de esa deliciosa ternera si respondían.

– Es de dominio público, ya lo sabes – le contestó Afrodita, insinuándosele mientras él mantenía la distancia –. Hades la raptó, abusó de ella y la manipuló para que se quedara con él eternamente. Suerte que Deméter la libró de ese destino.

– Yo lo vi todo – fue la respuesta de Helios, dios del Sol y maruja olímpica –. Zeus le dio permiso a Hades para llevársela y él no perdió ni un segundo en secuestrarla de las tierras de Deméter. Lo que se enfadó ella cuando se lo conté.

– Sé que se cuenta que yo estaba allí, pero eso no es verdad – comentó Atenea –. Ni siquiera había nacido en aquel entonces, soy de las pequeñas. No puedo decirte mucho de algo que no vi, lo siento.

– Recuerdo que Perséfone me hablaba de un hombre que la cortejaba a escondidas de su madre mucho antes de que Hades se la llevara – explicó Hebe, su hermana pequeña –. Me gusta pensar que ese hombre era Hades, aunque el resto diga que no. Solía escaparse para verle y sabía que su madre no lo aceptaría.

– Hades es como todos los hombres – le dijo Artemisa, acompañada de su hermano Apolo, quién asentía a todo lo que ella decía –. La raptó, no tengo ninguna duda. Y a saber qué le obligó a hacer una vez la tuvo retenida en el inframundo para que ella quisiera quedarse con él al salir. Además, yo no estaba allí como dicen algunos mortales. Estaba ocupada impidiendo que este se metiera en más líos de los necesarios.

– ¿Mi opinión sobre el rapto de Perséfone? – comentó Hestia –. Pues... Sé que había un brillo extraño en sus ojos cuando les separaron, que se apagó cuando Deméter le dijo que no podía volver a verle. Fue casi como verla morir. Nunca supe por qué, y eso que él se la había llevado a la fuerza. Deméter escuchó sus gritos, o eso dijo. ¡Oh! ¡Un nuevo tuit de King of the Underworld! Perdona, tengo que leerlo. A ver si he ganado su concurso.

– Yo sólo sé lo que me han contado, Ares – le respondió Hera, su madre –. Hades la raptó y la retuvo quién sabe cuánto tiempo. Cuando la liberó se vio obligada a ir con él cada cierto tiempo. Oye, ¿de dónde has sacado esa ternera? Porque tú no la has hecho, no sabes cocinar.

– Un restaurante humano – le mintió Ares, escondiendo lo ofendido que estaba por sus palabras –. Dicen que es de los mejores de Atenas.

Cada uno tenía su opinión sobre el rapto de Perséfone, y Ares se dio cuenta de ello. Incluso él tenía su versión. Al último al que le preguntó fue a Hermes, quién miró la fiambrera que el dios de la guerra llevaba consigo antes de hacerle entrar en sus aposentos.

– Fui yo quién bajó al inframundo a buscarla – explicó Hermes después de cerrar la puerta –. Creía lo mismo que todos, que Hades se la había llevado en contra de su voluntad. Cuando me encaré a él acusándole de rapto, fue la propia Perséfone la que dijo que tenía permiso explícito de su madre, que así se lo había dicho Zeus. Ahí até cabos. Zeus se contradecía con su relato del rapto constantemente, por eso cada uno tiene su versión, incluso los mortales. ¿Cuál es la tuya?

– Que Hades la había sometido, atado y amordazado, por eso nadie escuchó sus gritos cuando se la llevó – le contestó Ares –. Aunque Hestia me ha dicho que Deméter la escuchó.

– Oh, ¿tú te creíste esa versión de que Hades había abusado sexualmente de ella antes de llevársela?

– No, esa ya no. La anterior, que le había dado un garrotazo antes de llevársela.

– Normal que Deméter se enfadara. Zeus no dejaba de cambiarle lo sucedido y Helios callaba y asentía. ¿Volverás al inframundo pronto?

– Mañana temprano, ¿por qué?

– ¿Puedes llevarle esto a papá? Es de mamá.

Hermes sacó una carta de color negro, escrita con tinta clara, dirigida a Hades.

– Sin problema, hermanito.

Ares cogió la carta y la escondió entre sus ropas. Volvió a su habitación sabiendo que todos le habían dicho lo que pensaban de verdad gracias al alimento preparado por Hades, que contenía parte de su magia, y se tumbó al lado de Eros, quién estaba profundamente dormido. Le acarició el cabello y se quedó con él, vigilante. 

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