NÁPOLES.

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Madrid, 2023.

Enzo no recordaba cuál fue la última vez que se quedó tantas horas con los ojos fijos en el techo de la habitación en la que durmiese la noche que fuera. Las manos colocadas detrás de la cabeza y su mente perdida en ese baile que compartió con la mujer que hacía años no veía.

Quiere llamarla, volver a esa fiesta si eso implica que van a estar cerca, quiere tenerla a su lado otra vez.

Sabés que es lo mejor, ¿verdad?

El chico recuerda los comentarios de sus amigos sobre la rubia, era destructiva para si misma y para quién la rodeaba. Que fuera lo mejor para ambos esa distancia, pero él no quería que fuera de esa manera.

Había intentado en ese tiempo que otra ocupase su lugar, pero siempre aparecía la chica rubia en su cabeza, siempre las mismas dudas, siempre echándola de menos.

Enzo era el viudo de una persona que no se había muerto.

Unos toques en la puerta de su habitación del hotel lo sobresaltan, mira la hora en el reloj de la mesita y suspira, ¿por qué le están llamando a la puerta a las 4 de la mañana?

Camina con el traje aún puesto, hace relativamente poco que llegó de un evento, sólo. Se desabrocha en el camino el primer botón de la camisa, seguramente sea alguno de sus compañeros de cast que necesita algo a esas horas.

Abre la puerta con una mano metida en el bolsillo, su estómago da un vuelco al ver esa cabellera rubia que tanto conoce frente a él.

Montevideo, 2016.

— Enzo. — La chica habla con los ojos empapados en lágrimas, él la observa preocupado haciéndose a un lado.

— ¿Qué ocurre? — La joven de 20 años está calada por la lluvia, estaban en alerta por tormentas en ese momento y ella había ido desde su casa hasta la del chico.

— No aguantaba más en casa.

Él se acerca a ella y la abraza, ignorando por completo que está empapada, sólo quiere que le deje de doler lo que sea que le hace daño en ese momento.

Alma agarra la camiseta del chico con fuerza, arrugando la tela del pijama en sus puños.


Madrid, 2023.

Alma lo observa seria, no sabe qué la ha llevado hasta ahí, pero ahí está, y es real. Enzo tiene unas ojeras algo marcadas, el pelo mucho más largo que cuando ella se fue de Uruguay.

— ¿Todo bien? — Pregunta el chico con una falsa calma, le carcomen los nervios. — ¿Cómo llegaste hasta acá?

No quiere decirle que ha sido gracias a su propio medio de comunicación, que empezó gracias al amor que él le inculcó por el arte. No quiere darle explicaciones, pero si no fuera por eso tampoco sabe explicar que hace ahí.

— Madrid es muy pequeño.

Sólo dice eso, se siente tonta, de nuevo una adolescente que no es capaz de hacer frente a las cosas que suponen un esfuerzo por su parte. Inspira profundamente y aprieta los labios.

— ¿Querés pasar? — El actor se hace a un lado, la chica agacha la cabeza y él sonríe en cuanto sabe que no lo ve.

Sigue siendo la misma persona que fue, cambiada, pero con la misma esencia. La misma niña que tenía una seguridad envidiable hasta que alguien la hacía tambalear un poco.

Luna 18 • Enzo VogrincicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora