Lilian Lovelace, siempre ha sido el ejemplo de la dama perfecta. No sabe de escandalos, rebeldía, ni mucho menos travesuras. Ha crecido siendo testigo del sufrimiento que puede causar el perder una buena reputación y se ha esforzado por ser una dign...
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Lilian sintió como si alguien le hubiera propinado un fuerte golpe. Lord Eric quería que olvidara, que borrara de su mente el beso y todo lo sucedido entre ellos. Él pensaba dejar que lo que podía ser muriera antes de haber florecido. Elegiría la salida fácil.
Oirlo de su propia boca, fue suficiente para apagar todo a su alrededor. Para que los colores se volvieran grises y el cielo pareciera oscurecer. Aquello resonó en el centro de su estómago, con la fuerza de un relámpago, y se soltó de su agarre dando un traspiés.
Rochester bajó la vista, y ejecutó la reverencia protocolar y ella hizo la propia apretando los dientes, para intentar disimular el caos interior que estaba experimentando.
Lo siguiente y correcto era que él la llevara fuera de la pista, y eso se disponía a hacer, aunque con obvia renuencia, cuando se oyó cerca de la puerta trasera de la mansión un alboroto que llamó la atención de todos. La orquesta dejó de tocar abruptamente, y los murmullos se elevaron.
Lilian miró hacia el lugar, pero no pudo identificar la razón de la interrupción. Aunque sí alcanzó a ver a lord Harrow hablando con alguien. Giró la cabeza para preguntar al caballero si podía ver algo, mas se encontró con el lugar vacío, y lo localizó alejándose con prisas hacia las puertas.
Lilian lo siguió alzando el ruedo de su vestido, ignorando al resto de invitados, que estaban paralizados susurrando entre ellos. Cuando llegó hasta el punto de la discordia, alcanzo a oir lo que un criado estaba diciendo.
-Sí, milord. Estoy seguro, me dijeron que les avise sin demora.
-¿Hace cuánto le avisaron, Collins? -pregunto lord Eric posicionandose junto a su hermano.
Georgiana, estaba al lado de Felicity, y ésta sostenía a la marquesa viuda con expresión preocupada.
-Me lo dijo el capitán Weiss antes de irse, milord. Hace unos diez minutos, uno de sus hombres vino desde el puerto-intervino el mayordomo.
-Entonces Weiss, salió para allá. Debo irme-dijo con precipitación Eric.
-No puedes acercarte todavía, deja que la guardia del puerto lo haga-lo frenó Harrow, agarrando por el brazo a su hermano.
El otro negó con evidente angustia.
-No puedo dejar a Logan y a sus hombres solos, debo ayudarlos.
-Hijo, no vayas. Espera a que el peligro haya pasado, o a que tú hermano te pueda acompañar con alguno de los criados-rogó lady Arabella.
-Eric...-insistió el marqués consternado, porque sabía que no podrían retenerlo.
-Benjamin, sueltame. Iré. Le debo al capitán mi vida-declaró tajante.
Lord Harrow lo soltó con gesto sombrío, y todos lo observaron marcharse a la carrera, después de que él mirara en su dirección fugazmente y apartara la vista enseguida.
