2. Ladies Love Country Boys

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La segunda vez que Sue vio a Tom fue en realidad la primera vez que Tom la vio a ella, en aquel sitio de costillas Da-Bar-B-Que de El Paso. Hay quien dice que el destino hace lo mejor que sabe por reunir a dos almas que están destinadas a estar juntas. Sue y Tom eran de esa clase de almas. Definitivamente old school y definitivamente bold to the bone como aquellas costillas. Tom limpiaba su bigote castaño de especias y Sue entró sin mirar y se acomodó en la barra. Sabía que Tom estaba atrás de ella. Pidió una Key Lime Pie y se sentó a comerla como un premio, sin importarle que esta recompensa se le acumulara en el culo. Hacía días que había acabado con la vida de aquella escoria y El Paso parecía un lugar tan bueno como cualquiera para quedarse un tiempo.

Da-Bar-B-Que era bonito, el típico sitio donde poder apreciar las montañas de verdad tal como eran con los Apaches, rodeado de un mini-zoo para los niños y buenas zonas para acampar en el desierto como la zona que Sue había descubierto. Saboreaba su tarta pensando en qué cazaría para cenar y en la presencia de aquel extraño y a pesar de tantas prevenciones aprendidas con el paso de los años, cuando pagó y se fue, tampoco esta vez pudo prever la presencia de aquel extraño, aquel hombre gordo y grasiento que sacudía a su chico a los pies de la caravana.

- Puto mocoso de mierda, ¿tenías que vomitar, eh, en la puta caravana, verdad?

- Deja al niño en paz, puto cobarde.

El gordo grasiento miró a Sue igual que debía mirar a los insectos que aplastaba con su gordo culo. A menudo la subestimaban y esa era su ventaja a decir verdad.

El hombre soltó al niño que fue corriendo a meterse en la caravana. En la misma puerta, Sue divisó a la mujer que debía de ser la madre sostener al crío mientras temblaba.

- ¿Qué coño has dicho, puta?

A plena luz del día y delante de toda una familia, la posibilidad de sacar el machete y rajar a aquella escoria por la mitad se había disipado, pero Sue aún confiaba en una buena patada en los genitales o un golpe seco en el medio de la papada. Seguro que si encontraba la tráquea, le cortaría la respiración por una semana. No tenía miedo. Sus viejas Converse barrieron el suelo y se acomodó en posición de combate, esperando para sacudirle. Solo un buen golpe y podría derribarlo. Pero falló y el condenado la agarró por la coleta. Mierda, aquel hombre tenía tanta grasa que era muy difícil acertarle en algún punto donde sintiera algo. El hombre seguía arrancando pelo de Sue y ella braceando hasta encontrarle alguna parte donde hincarle el diente. Días después Tom aseguraba que le había salvado la vida, pero Sue no estaba tan segura de eso. Lo que es bien cierto es que un puñetazo de Tom le partió a aquel idiota la quijada y que cayó al suelo, roto de dolor, mientras Tom le clavaba la bota en hondo puntapié que sí hizo mella en aquella mole desproporcionada.

Cuando Sue se arreglaba el pelo doliéndose por los mechones que le faltaban escuchó las primeras palabras amables por parte de un desconocido en mucho tiempo, quizá en toda la vida. Pero esta vez, nunca supo por qué, no desconfió:

- ¿Se encuentra bien, señora?

Tom se ofreció a invitarla a un helado, ella pidió un Silver Cloud y bueno, el resto fue historia. Unos días más tarde, Tom y Sue compartían el campamento que Sue había instalado, a 10 millas al Oeste de Fabens. Aquella noche mientras los dos miraban las estrellas junto al fuego, Sue tuvo una idea exacta de quién iba a ser el hombre de su vida. Era Tom, porque ella lo había elegido.

- ¿A qué te dedicabas antes, Tom?

- Nada especial, sabe. Arreglo cosas. Soy muy bueno con las manos.

- ¿Tiene algún vicio un hombre como tú?

- Nada especial, señora... Me gusta beber cerveza, bailar... y bueno, llevo un diario donde anoto mi vida ¿sabe? Y ahora tendré que anotarla a usted porque lo de hoy ha sido... especial para mí. Bueno ya sabe, usted no parece la clase de dama que necesita ayuda pero aún así estoy feliz de haberla ayudado y... y bueno, de haberla conocido.

- ¿Te consideras un buen tipo?

- ¿Cómo?

- Ya me has oído, ¿crees que eres un buen hombre, Tom?

Tom se quitó el sombrero, meditándolo bien y contestó:

- No señora, a decir verdad no lo creo. Todos hemos hecho cosas para poder vivir...

Los dos se quedaron un buen rato en silencio, mientras Sue se mostraba complacida.

- Y usted, ¿a qué se dedica señora? ¿Qué hacía antes?

¿Yo? Bueno... Soy muy buena con la carne. Ladiferencia empieza en un buen corte...

Outlaw CountryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora