Capitulo 21

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Los dos menores están con el celular, aburridos de no ver a su jugador favorito. Mientras nosotros seguimos tomando mate, si seguimos así vamos a llorar verde ya.

— No me respondiste Feli, ¿Quien es Olí? —mierda que es chusma esta mujer che.

— Es la hija de Enzo ma. Olivia. —su cara de sorpresa no se hizo esperar, igual que la de mi papá.

— Ay no pongan esas caras, si es re obvio que tenía una hija. En su Instagram siempre sube cosas de ella. —Nico dijo con cara de ¿Son boludos ustedes?

— ¿O sea que tengo una nieta? —mis cejas tocaron el techo un poco más.

— ¿Nieta? Vos estás re piradita ma. —la jodi llevando mi dedo índice a la cien.

— Ay Felicia, es obvio que pasa algo entre ustedes. Ya es de la familia. —sus hombros me dieron una señal sacándole importancia a sus palabras. Entre Enzo y yo no pasa nada. Él me ve como una amiga y nada más.

Unos minutos después se escuchó la puerta de entrada y una risa proveniente de Olí, la cual unos segundos después apareció corriendo en la cocina.

Cuando vio todas esas caras nuevas, su sonrisa se borró para esconderse entre mis brazos.

— Hola amor. —susurre en su pelo, dejando besos tranquilizadores.— Te quiero presentar a algunas personas. Mira. —ella se puso derecha, mirándolos con timidez.

Enzo entro sentándose a mi lado, sonriendo por la situación. La levanté sentandola en mis piernas para que pueda ver mejor. La cara de mi madre desprendía amor y ternura. Eso que no la conoce, cuando lo haga se la va a querer quedar para ella.

— Ellos son mis papás, y ellos son mis hermanos. —los señale.— Son buenitos.

Un tímido hola salió de su boca, para volver a refugiarse en mi pecho.

— Olí, ¿Tenés juguetes? —pregunto Dani, el del medio.

— Tengo muchos juguetes. —dijo más animada.— Mi papá siempre me compra, ayer me llevo un monopatín y dijo que después me va a comprar un auto que me gusta mucho. —vi la mueca que hizo Enzo, no se porque es. Siento que es más culpa que otra cosa.— ¿Querés ver mi cuarto de juegos? —salto de mis piernas y corrió a su lado para, sin esperar respuesta alguna, comenzar a tironearlo para arrastrarlo a su cuarto de jueguetes.

— Tu hija es una Mili pili. —lo moleste al padre causando su carcajada.

— Me sale sin querer boluda, yo no quería. —se tapo la cara con falsa preocupación.

Sus manos tatuadas hacen que mi respiración se acelere un poco de más. Sus ojos se clavaron en los míos, él unos centímetros más arriba, su expresión cambio. No sé porque, pero siento que sabe lo que me pasa. Y me dió miedo, tengo miedo que sepa lo que causa en mi, miedo a que me lastime. ¿Cómo hago para calmar a mi cuerpo, a mi corazón? Si lo veo y ya me pongo loca de querer llenarlo de besos, de mimosearlo, de cocinarle, de apachurrarlo, de garcharlo.

Se mordió el labio riéndose, ¿Que le pasa?

— Felicia, por favor, respétame hasta que me vaya por lo menos. —sufrio mi papá del otro lado de la mesa. No sabía si reírme o ponerme nerviosa, pero elegí la primera.

— Ay papi si no estoy haciendo nada. —me hice la inocente.

— Tenés cara de que querés agarrarlo acá en la misma mesa que estamos tomando mates. —una carcajada inesperada salió de mi y la de Enzo.

— Tengo cara de que me quiero bañar. —me levanté de la mesa y Enzo se paró al instante al lado mío.

— Te acompaño. —fue todo lo que dijo.— Suegrita hermosa, le cambio dos videollamadas con el general, si se fija de Olí en lo que la acompaño a su hija. —los ojos de mi mamá se pusieron brillosos, no sé si por lo de suegrita o por lo de la videollamada.

          

— Anda tranquilo. ¿Puedo revisar para hacer de comer? —mi mamá ama la cocina. Es loca de preparar comida nueva, en un mes te puede hacer comidas distintas, sin repetir.

— Está en su casa. —le hizo una reverencia, para luego empujarme hacia mi casa. Un sentimiento de anticipación y nervios se instalo en mi estómago. Abrimos la puerta de casa, y Enzo la cerro de un portazo, dejo la llave puesta para que no puedan abrir de afuera. Se acercó a mi mordiéndose el labio inferior, mirando los míos con hambre.

El conjunto de lengua, saliva y succiones me está nublado la vista. Me agarre a su cintura apretándolo contra mi, sintiendo ese abdomen fuerte, con cada cuadradito dónde tiene que estar.

Me tenía agarrada de la nuca despeinado todo mi cabello, al final me giro pegándome a la puerta de entrada.

— No sabes cómo te extrañe. —hablo sobre mi labios, envolví mis piernas a su cintura, para bajar un poco mi culo y pegarme a su verga y comenzar a resfregarme contra ella. Sus manos fuertes me agarraron de las nalgas abriéndomelas y ayudándome a realizar el movimiento.

— También te extrañe. —hable igual que él. Me bajo poniéndome de espaldas a él, mi único soporte es la puerta, desde atrás bajo mis pantalones dejándolos apretando mis muslos.

— Mira ese orto Felicia, por dios. —su boca pegada a mi oreja envío escalofríos a mi espalda, causando que me arquee más hacia él. Me dió una nalgada suavecita, pero la sentí como si me hubiera dado una con ganas. De un momento a otro sentí la punta de su verga, caliente y grande, pegada a mi humedad, yendo de arriba a abajo jugando conmigo.— ¿Estás mojada ya? Pero si no te hice nada. —otra nalgada.

— Desde que te Vi hoy a temprano que estoy mojada. —lleve mis manos atrás, agarrándome a su remera para atraerlo a mi cuerpo.— Metemela Enzo, por favor. —un sollozo de placer salió de mi garganta.

— Decime la palabra mágica Felicia. —uy cuando dice todo mi nombre. Estire más mi culo hacia atrás sintiendo su longitud extenderse entre mis nalgas y labios húmedos.

— Jeremías, garchame por favor. Lléname de leche. —me tomo con fuerza del pelo de mi nuca y pego mi cara a la puerta, inmovilizada me dió otra nalgada y me las abrió, para luego apuntar sin ayuda de nada su verga en mi.

La metió hasta que la sentí en el estómago un poco más. De golpe, sin frenos. Sus testículos se pegaron a mi clítoris de lo hondo que estaba en mi.

— ¿Así Feli? —su voz tierna me mojo más, ya siento mi interior latir y no me hizo nada más. Asentí.— Hablame Felicia, ¿Te gusta mi verga?¿Te gusta como te la meto? —le cambio a una más profunda, más autoritaria.

— Si Jeremías, me encanta. —fue suficiente para que salga y vuelva a entrar repetidas veces, mis gemidos son ahogados por mi mano, ya que no quiero que se escuche nada hacia afuera.

— ¿Querés que te llene de lechita? —me mordí sintiendo toda su longitud dentro mío.

— Por favor morocho, por favor lléname de leche. —baje mi mano hacia mi clítoris, comenzando a tocarme en círculos.

— ¿Dónde la querés? En tus nalgas o toda adentro. —me dió las dos opciones más ricas que pudo dar.

— Tiramela toda adentro, dale amor. —los movimientos de mi mano eran cada vez más rápidos, al igual que su mete saca. Hasta que sentí como se pegó a mi culo más de lo normal, y el primer chorro caliente llegó a mi interior.— Seguí un poco más amor, dale. Por favor. —estaba tan cerca de mi orgasmo que si paraba ahora iba a llorar.

Enzo comenzó a salir despacito, para entrar a la misma velocidad, sentir todo mi interior resbaloso hace que esté al borde de terminar.

— Dale Feli, mojame vos a mi ahora. Dale mi amor. —escuchar esas palabras fueron el botón para que me retuerza en sus brazos, apretada contra la puerta y su cuerpo. Su verga salió de mi interior, llevándose la mitad de su semen. Mis espasmos fueron tantos que tuvimos que arrodillarnos para no golpearnos. Me llenaba de besos la espalda, nuca, hombros y brazos.— Que hermosa sos. —giro mi cabeza dejando suaves besitos en mis labios.

Me gire completamente, sintiendo como mi vagina goteaba de su semen y mis flujos pero no me importo nada. Apoye las manos en sus hombros y le devolví el beso con ternura. Cuando nos separamos sus ojos mostraban un brillo hermoso, estos recorrían mi cara llevándose cada detalle con él.

— Que lindo morocho me comí eh. —me mordi el labio y él sonrió apretándome las nalgas suavemente.

— Anda a bañarte, dale. Tus viejos ya deben estar sospechando de nosotros. —se levanto para ayudarme a mi, dejando un beso en mi mano me dejo ir hacia el baño.

El espejo me devuelve mi imagen, estoy despeinada, palida, con esas ojeras tan características mías cuando tengo un orgasmo. Pero nadie va a negar el brillo que tengo en los ojos, una sonrisa de felicidad se dibujo en mi rostro. Y así me fui a bañar.

¿Si todo mi al rededor está abrumado por él como voy a hacer para sacarlo de mi cabeza? Me dió los mejores orgasmos de mi vida, esas cosas no se olvidan de un día para el otro. Menos su sonrisa, su ternura, su confianza en mi. No podría dejarlo así como así.

No podría dejarlo, punto.

Compañera de juegos // Enzo Fernandez (SSA #2)Where stories live. Discover now