CAPÍTULO 4: OTRA VEZ

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Jon y Adrián llevaban ya una hora en el coche, era azul, pequeño y tenía la pintura ya medio desgastada. El coche se movía por la autopista a una velocidad no muy rápida para lo que podía, Jon, que era el que conducía, había preferido no ir muy rápido ya que uno de los faros fallaba. A cada dos minutos se podía sentir como el coche temblaba por alguna piedra o pequeño bache, los amortiguadores eran viejos y fallaban constantemente. Las llantas tenían pinta de que se iban a salir en cualquier momento, y los neumáticos estaban ya desgastados y sucios, desde lejos parecían casi más grises que negros.

Mientras el motor del coche hacía chasquidos por el mal funcionamiento de este, Jon seguía pensando en el titular del periódico, "El Arena...". Otro bache. Jon hizo un ruido de queja sin abrir la boca y decidió seguir a lo suyo. Miró el reloj, eran la una y media de la mañana "¿Que estará haciendo este ahora?" pensó. Al cabo de unos cinco minutos, empezó a ponerse nervioso con los ruidos del propio coche y decidió encender la radio. Empezó a sonar un programa de radio nocturno, la señal iba medio mal, pero eso no importaba, cualquier cosa era mejor que los ruidos metálicos provenientes del coche.

-Y volviendo con las noticias, ¿Han oído de la nueva empresa de robótica que está poniendo en jaque a las multinacionales de este sector? -Dijo el presentador del programa.

-Pues no Carlos. Contestó un colaborador.

-Se trata de Aaronitronics, una compañía que se dedica al desarrollo de animatrónicos, a simple vista parece que no tiene nada de especial, pero resulta, que sus productos parecen interactuar de una manera mucho más autónoma con el público. ¡Es increíble lo que hemos conseguido para este 2013!

"Eso me suena de algo", pensó Jon, acto seguido hizo una pequeña carcajada.

La radio dejó de sonar de repente, un ruido parecido a una alarma empezó a sonar. Era el manos libres. Jon bajó la cabeza y miró el bolsillo de su pantalón, se veía como una luz salía por el móvil. Abajo se veían dos manchas de diferente color; verde y roja. No había duda, le llamaban.

Cogió la llamada.

- ¿Quién es? - Dijo con voz seca y seria.

-Yo también me alegro de oírte hermano. Dijo una voz aguda al otro lado.

Jon dejó salir aire a la vez que esbozaba una sonrisa.

-Hola Javier, ¿Por qué me llamas a estas horas? – Prosiguió.

-Quería saber que tal te iba por Zaragoza, sueles venir a casa solo en Navidad y cumpleaños.

-A la una de la mañana no suele ser buena idea hacer esas cosas, la verdad.

-Ya bueno... -Un silencio incomodo se apoderó de la llamada. - ¿Vas a hablar?

-Estoy liado intentando no estrellar el coche en el que voy. - Dijo Jon con un tono sarcástico.

- ¿Qué haces en un coche a estas horas?

-Resolver asuntos.

- ¿A dónde vas? - Dijo Javier con tono preocupado y sorprendido.

- Eso no importa ahora, es un poco personal. – Contestó Jon de manera rápida y cortante. Se notaba que Jon quería colgar en cualquier momento, pero la mala visión que tenía le impedía apartar la vista del volante.

-Bueno... Yo me voy a ir fuera del país un par de semanas.

- ¿Por?

-Es de la universidad, un programa de intercambio. -Hubo una pausa de un par de segundos. – Me voy a Inglaterra hasta el mes que viene.

          

Jon dejó de poner cara seria.

-Bien, – Dijo con un tono agradable. -. Te echaré de menos, y espero que te vaya bien.

-Gracias, adiós, hermano.

-Adiós Cuchufleto.

La llamada terminó y la radio volvió a sonar. De repente Adrián se movió mientras dormía en el en los asientos de atrás. Fue ahí cuando Jon recordó que no iba solo en el coche y que estaba muerto de sueño ya. "Ya no queda mucho para Setiles." Pensó, tenía que encontrar la manera de poder descansar. Empezó a mirar algún lugar donde parar el coche. Y una luz le llamó la atención, estaba en un lado de la carretera, más bien, estaba fuera. Entre las hojas del bosque que había a la izquierda se veía una luz artificial que no era de una farola o estructura, había una persona ahí. Jon aceleró, haciendo que un montón de humo saliera disparado del coche. Al cabo de unos instantes de velocidad el coche dio un frenazo. Jon quedó sostenido por el cinturón de seguridad, mientras que Adrián, cayó al suelo ya que estaba dormido y desabrochado. Adrián se despertó de golpe y miró el entorno aun confundido, se frotó los ojos con una mano.

- ¿Qué ha pasado? – Dijo Adrián medio desorientado. - ¿No habremos llegado ya?

- No. – Dijo Jon de manera seca. – El motor del coche se ha estropeado.

- Vaya...

-Necesitamos ir a pedir ayuda.

Y saliendo los dos, empezaron a ver cuáles eran los daños del coche. Estaban perdidos en medio de la provincia de Valencia y sin saber que hacer, pero tenían que seguir con su viaje.



Empezaba a hacer calor en el apartamento, la verdad es que cumplía muy bien la función para la que había sido hecho. En Castellón durante el invierno las temperaturas eran muy bajas y uno debía prepararse bien para poder pasarlas, sin embargo, empezaba a concentrarse ya mucha pesadez dentro del pequeño domicilio, en el que para que el calor no escapara a fuera, se le habían cerrado todas ventanas.

Eran las seis de la tarde. Santiago estaba en su habitación sentado sobre la cama con la sabana de color verde, intentaba disfrutar de sus vacaciones de invierno. Movía de un lado para otro los ojos, miraba cada lugar de la habitación con interés, como si buscara algo, notaba con gusto como su jersey negro de lana tintada le daba calor a su cuerpo. Por algún motivo, a diferencia de lo que mucha gente pensaría, a Santiago le bastaba con estar una tarde de invierno sentado en su cama, disfrutando del calor que se empezaba a acumular en el apartamento.

Santiago era un chico de tez morena, de un metro ochenta y tres, tenía el pelo corto y siendo de un color negro que contrastaba con sus ojos verde menta, pero que iba a juego con su perilla y bigote.

Pasaba el tiempo y con sus pantalones de chándal de color azul marino meciendo las caderas de un lado a otro haciendo que los muelles del viejo colchón sonaran. Su vista se paró en la pequeña ventana de su habitación, desde donde se veía la calle. En su cara se reflejaba una cierta seriedad, al parecer tenía mucho de que reflexionar estas vacaciones sobre su vida.

Santi se mantuvo en su lugar durante unos segundos, de repente tocaron a su puerta, giró la cabeza a la de su habitación esperando ver a alguien ahí. Reacciono pronto, fue al vestíbulo a mirar por la rendija, al llegar y asomarse vio que no había nadie. Desconcertado miró al suelo, había una carta. Recogió el sobre de color beis y fue a leerlo a la cocina, al abrirlo vio que se trataba de una carta escrita a mano lo que había en el interior, "Habrá sido el cartero."

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⏰ Last updated: sep. 22, 2024 ⏰

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