• the order of sengoku

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CAPÍTULO UNO:
LA ORDEN DE SENGOKU

CAPÍTULO UNO: LA ORDEN DE SENGOKU

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             SUS PASOS RESONABAN COMO EL ECO IMPERTURBABLE DE UNA MELODIA AL ANDAR POR LOS LARGOS PASILLOS DEL CUARTEL GENERAL DE LA MARINA. El humo que expulsaba de sus labios la seguía en su tranquilo andar. Ligeras sonrisas y pequeños asentimientos de cabeza se intercambiaron a medida que avanzaba su recorrido, mientras su pecho liberaba aquel dolor, cólera e impotencia encadenado a su corazón, sintiendo que el oxígeno volvía a reivindicarle una vida a la cual si pertenecía, llenando nuevamente sus pulmones y siendo expulsado junto a cada calada que le daba a su cigarrillo. Sintiendo como el peso sobre sus hombros bajaba, dejándole un sentimiento de liberación único, el mismo que había tenido al hacerse de aquel uniforme y título ante el mundo entero. Al llevar aquel saco de color blanco que ondeaba a sus espaldas.

Al sentir aquel astibo de tranquilidad, sonrió de soslayo. Sus ojos ámbar recorrieron con atención los grandes ventanales, observando los jardines, a los cadetes iniciando su día con las mejores energías, todos parados en filas y en la espera de las órdenes de su jefe. Unas tontas ganas de sonreír abiertamente le abocaron a la joven marine, quién tampoco se negó a si misma aquel derecho.

Al instante, recuerdos empezaron a abarcar su mente. Cuando era una simple cadete ante grandes marinos.

Recordó vivamente lo doloroso que resultó el iniciar una vida que no conocía en lo absoluto. Al luchar en contra de las opiniones de su padre y su futuro marido, entre sus negativas, pelear con uñas y dientes por la luz de libertad que la marina podía ofrecerle a una joven que no tenía ninguna cuerda de la cual sostenerse para subir a la superficie y salvarla de su completo ahogo entre las profundidades del inmenso mar. Lucho, jamás había estado tan decidida a algo, por primera vez no permaneció callada ante las ordenes de Ignatus Sephard, y consiguió iniciar en lo que se volvería su rescate. Su dolor de cabeza y, sin embargo, su completa salvación.

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