Capítulo 10

2.2K 113 17
                                    


Capítulo 10

El día de despedir a la Reina había llegado.
A pesar de la mala relación que tuvieron, Dante respetó el protocolo y realizó un funeral para ella con todos los honores. Así, toda la capital se cubrió de luto y la caravana Real era recibida con flores de despedida a su paso.

Para mantener las apariencias, el Rey compartió carruaje con Marion en el camino al panteón Real.
Sentados en asientos enfrentados, la niña se mantenía en un penoso silencio, mirando hacia la ventana y, aunque el sólo verla, irritaba a Dante, había algo que lo alteraba aún más y eso era descubrir el afecto que ella despertaba en el pueblo.

Cada vez que la niña bajaba del carruaje las personas se acercaban ofreciéndole una flor en señal de condolencias, y ella, a pesar de la guardia real, respetuosamente las aceptaba. Mientras que al Rey, por su parte, sólo lo admiraban en silencio, manteniendo su distancia. De igual manera sucedía con los nobles, pues ellos también presentaban sus respetos ante ella.

Para Dante la situación era clara, aunque le quemase la rabia, el cariño y empatia de la sociedad era por completo para la joven princesa que acababa de perder a su querida madre.

Luego de una solemne ceremonia, Marion se quedó frente a la tumba de Ofelia por un tiempo, tratando de acostumbrarse a la idea de que ya no volvería a ver a aquella particular mujer. Pero aún así, mientras permanecía perdida en sus pensamientos, los murmullos entre los asistentes comenzaron a resonar.

- Es una verdadera pena la muerte de la Reina, ha partido demasiado joven - habló un hombre.

- Es verdad... si quiera al menos hubiese resistido hasta que la princesa cumpliese la mayoría de edad para guiarla en su camino... - respondió otro.

- Puede que la princesa sea muy joven en este momento, pero tiene tanta experiencia en reuniones y eventos como una joven adulta. Si lo piensas, es como si la Reina se hubiese ocupado de entrenarla en el mundo social desde muy pequeña.

-  Oh... tienes razón

- Si las cosas siguen así no me sorprendería que la princesa asuma la corona apenas llegue a la mayoría de edad - continuaron.

Aquellos conversaciones por lo bajo, inevitablemente, llegaron hasta Dante, quien se encontraba algo alejado de todos, admirando el panorama en compañía de su sirviente.

- ¿Los escuchas, Arthur?... El cuerpo de Ofelia apenas se ha enfriado, pero ellos ya murmuran sobre el futuro de la corona... - soltó, burlón, conteniendo su molestia.

- Lo sé, señor... Puedo imaginar su enojo, pero piense que en este momento es inevitable, a los ojos de los demás, ella es la princesa heredera... - respondió, en referencia a Marion - A menos que tenga otro heredero y...

- Olvídalo - lo interrumpió - con este matrimonio fue suficiente para mí. Tomar por esposa a otra mujer Viels, y tener que compartir el trono con ella, me niego a pasar de nuevo por eso...

- Entonces... ¿Qué hará, Alteza?

- Lo que habíamos hablado, Arthur... Ahora que Ofelia se ha ido, esa mocosa me pertenece. Es justo que obtenga algún beneficio por ella ¿No es así? - soltó

- ¿Se refiere a...?

- Sí. Has los preparativos, luego de la fiesta de fundación del Reino, quiero a esa mocosa fuera del palacio...-  terminó, clavando su fría mirada en la desprevenida niña.

Al acabar la ceremonia, la caravana Real regresó al palacio, y allí, mientras compartian carruaje, Dante abrió su boca para decir:

- Debes estar feliz, gracias a que juegas a ser princesa, muchas personas te quieren...

También te gustarán

          

Marion alzó la mirada, sorprendida de que este le hablase, y él continuó:

- Pero ese juego tiene consecuencias, así que prepárate para afrontarlas...

- ¿Qué?... - murmuró atónita  - ¿Con...secuencias?... ¿A qué se refiere?...

- A que, si tanto quieres ser princesa, lo serás, pero bajo mis condiciones... - amenazó.

- Y-Yo nunca quise ser princesa - respondió Marion - Lo único que quiero es regresar a mi hogar...

- ¿Hogar? - se burló - ¿Quieres que crea que, después de disfrutar por años de una vida de lujos, aún deseas regresar a ese viejo lugar lleno de sucios huérfanos? ... Eres tan mentirosa, desagradable...

- ¡E-Es la verdad! - insistió - Usted bien sabe que no miento.

- Entonces no debiste prestarte al juego de Ofelia... porque ahora estás atada al título de princesa, y el dueño de esa cadena soy yo... - respondió y clavó sus ojos en ella - A partir de ahora tu hogar será donde yo te diga, vivirás como yo te diga, y harás lo que yo te diga... ¿Lo entiendes? Tú me perteneces...

Tal como si un hechizo se hubiese roto, la realidad cayó con violencia sobre Marion, pues había quedado en manos de el hombre que la odiaba.

En cuanto bajaron del carruaje, los sirvientes se enfocaron en el Rey y siguieron sus pasos, mientras que a la niña la ignoraron como si se tratase de un fantasma.

Temerosa de entrar al palacio, Marion se quedó en el jardín, caminando lentamente mientras se perdía en sus propios pensamientos.

Se sentía agobiada, insegura, pues su miedo a Dante seguía igual que el primer día. Era plenamente consciente de que, sin Ofelia, no tenía ninguna protección en ese lugar.

Una repentina lluvia comenzó a caer y, así como las gotas de agua golpeaban su cabeza colándose entre sus rizos, los pensamientos negativos también caían sobre ella sin cesar, acumulándose en su interior hasta dejarla sin respirar.

《... nunca más volverás a salir de esta habitación más que para cuando ellos te requieran, pasarás años entre estas cuatro paredes...》

Recordar las dañinas palabras de la institutriz le impedía siquiera dar un paso más hacia adelante.

《Si entro al palacio, el Rey volverá a encerrarme en esa habitación... no... no... no quiero volver a ese lugar, no puedo... yo no...》pensaba al mismo tiempo que su pecho se cerraba y su vista se nublaba.

Los nervios y el temor provocaron que Marion colapsara, acabando inconsciente en el medio del jardín.

Li, quien la observaba desde la distancia, esperando una oportunidad para hablarle, se acercó de prisa apenas la joven cayó al suelo.

- ¡MA... PRINCESA! - exclamó, atravesando la lluvia, y clavó sus rodillas en la tierra - ¡Princesa! ¡Despierte, princesa! ¡¿Qué le ocurre?! - continuó, ya tomándola en sus brazos, pero ella siguió sin reaccionar.

El muchacho alzó su mirada y notó a un grupo de sirvientes mirando a través del ventanal, en el interior del palacio.

- ¡AYUDA! ¡LA PRINCESA SE DESMAYÓ! - les gritó.

Li esperaba que estos se acercaran, pero, para su sorpresa, sólo se quedaron inmóviles, observando la situación con una expresión indescifrable en sus rostros.

《Pero... ¿Qué rayos les sucede? ¿Por qué no se mueven?... No puede ser... ¿Acaso... están tratando de decir que no les importa lo que le suceda a ella?... 》pensó el muchacho al ver su desaprensiva actitud.

MarionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora