King and Queen of the Underworld

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– Hermes, tú que sabes de tecnología humana... ¿Crees que podrías ayudarme? – le preguntó Iris, entrando en su habitación sin llamar.

– Primero, llama a la puerta – se quejó Hermes de su entrada –. Podría haber estado desnudo. Segundo, saluda por lo menos.

– Perdón, perdón. Hola. Necesito ayuda.

– A ver, ¿con qué elemento de la tecnología humana necesitas ayuda?

– Con este.

Iris le enseñó un smartphone nuevecito, aún dentro de su caja. Hermes se frotó los ojos. Un último modelo al que él aún no le había puesto las manos encima.

– ¿De dónde has sacado el dinero para comprarte eso? – le preguntó Hermes.

– Me lo ha regalado Hestia. Dice que una mensajera como yo debería estar bien conectada.

– Vale... En eso no le falta razón. ¿Te lo ha configurado por lo menos?

– ¿Eso qué es?

– Esto va a llevarme un buen rato...

Hermes hizo que Iris se sentara a su lado y le enseñó todo lo que debía saber sobre ese aparatito que Hestia le había entregado antes de encenderlo, pero antes de hacerlo sacó una caja con numerosas tarjetas.

– Vas a necesitar una de estas – le informó Hermes –. Es obligatoria para poder usarlo bien. Te lo configuraré en griego moderno, que antiguo no hay.

– ¿Qué son?

– Números de móvil, para poder llamar y tener conexión. A ver... Aquí está el tuyo. Tengo uno para cada uno de los dioses, si alguna vez lo quieren. Algunos ya los tienen, como Hestia. Tenemos una red exclusiva para los dioses de todo el mundo que configuramos entre todos, por eso los tengo casi todos yo.

Hermes separó la pequeña tarjeta SIM y la introdujo en el móvil. Lo encendió y lo configuró bajo la atenta mirada de Iris.

– Voy a saltarme lo del email y... ya estaría. Ahora nos vamos a casa de Hestia y que nos deje su ordenador, que yo no tengo aquí.

– ¿Para qué?

– Hoy en día necesitas un email para todo, y crearlo en el móvil es un maldito engorro. Mientras, te voy a enseñar a guardar números, hacer llamadas y mandar mensajes.

De camino a casa de Hestia, Hermes le enseñó aquello que le había comentado. Hizo que Iris guardara su número en su móvil y le llamara. Observó su sorpresa y su emoción al escuchar su voz a través del aparato, oyéndole por partida doble al tenerle al lado. Usar el pequeño teclado del móvil fue lo que le costó más, ya que nunca había visto esa distribución de los caracteres. Escribió muy lentamente un "hola" a Hermes, que él respondió con una frase entera escrita en la mitad de tiempo.

Hermes llamó al timbre de la casa, sin recibir respuesta. Vio a Hestia jugando con los auriculares puestos a través de la cristalera del jardín y la golpeó con fuerza. La saludó cuando se giró para ver qué ocurría.

– ¡Ábrete tú! ¡Estoy en una mazmorra del Warcraft! – le gritó Hestia.

Hermes sacó una llave de dentro de un farol de gas con la llama encendida que había al lado de la puerta y la abrió. Volvió a dejarla en el mismo sitio, ya que casi nadie se atrevía a meter la mano allí.

– Necesito tu ordenador dos minutos, Hestia – le pidió Hermes.

– Y yo diez para terminar esta mazmorra. ¿Para qué lo necesitas?

– ¿Quién le ha regalado un smartphone a Iris sin contarle cómo iba?

Touché. Diez minutos.

King and Queen of the UnderworldOnde histórias criam vida. Descubra agora