6. Control

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Segundo periodo del día y ya estaba exhausto. Parecía que en estos días el cansancio se había apoderado de mi cuerpo por completo.

Estaba caminando hacia Defensa Contra las Artes Oscuras, con la cabeza gacha, sin expresión. Constantemente miraba detrás de mí y a mi alrededor, mis ojos buscando los suyos. No estaba seguro de cual estaba buscando, si Black o Potter, pero supuse que ambos eran crueles. Sus motivaciones y significados eran los mismos, y mientras siguiera siendo así, ambos eran personas que debía evitar.

–¡Snivellus! –Mi cabeza se levantó de golpe; un ceño fruncido estaba grabado en mis rasgos. James Potter se acercó pavoneándose hacia mí, sus pasos resonaron mientras todos se hacían a un lado para mirar. Esta era la mayor diversión que tendrían esta semana, eso lo sabía.

–¿Qué quieres, Potter? –Sabía que debía defenderme, necesitaba defenderme. No tenía a nadie de mi lado.

–¿Ahora te estás defendiendo? ¿Porque no tienes a nadie más que lo haga por ti? Patético –Sentí que mi temperamento salía del lugar profundo en el que lo tenía enterrado.

–¿Por qué no me dejas en paz? Vuelve a la guarida del león, Potter, deja de acosarme –Potter se rió entre dientes, haciendo girar su varita entre sus dedos. Su rostro era antagónico, privilegiado.

–Eres un tonto Snivellus, no sabes con quién te estás metiendo, ¿Por qué no te lavas el cabello de vez en cuando? ¿Quizás también lavar tu existencia mientras lo haces? –Podía oír sus risas; podía escuchar sus burlas. Mi temperamento estaba aumentando aún más. No me importaba la humillación; no me importaba el temperamento. Estaba enojado, pero todavía no lo suficiente como para hacer algo al respecto. Sabía bien que no tenía control sobre mis emociones y que sólo me iban a golpear otra vez.

–Tú…

–Ahora, ahora. No te frustres Snivellus. Eres débil. No puedes hacer nada para detenerme. Soy más fuerte que tú en todos los aspectos y lo sabes –No sabía lo equivocado que estaba, realmente no lo sabía. James Potter era un niño ingenuo, todo el mundo lo sabía, pero se negaban a reconocerlo.

–¿Yo? ¿Débil? –Me encontré preguntando, la frustración evidente en mi voz. Sabía con certeza que los estudiantes de último año de Slytherin advirtieron infamemente a los nuevos de primer año contra mí, pero nadie me escuchó, ¿Verdad? Nadie quiso escuchar nunca. Eligen ser ignorantes; eligen ignorar. Por eso la sociedad era tan intolerante en primer lugar.

Levanté la barbilla y exhalé lentamente.

–¿Con quién crees que te estás metiendo, Potter? ¿En realidad? –Potter sonrió desafiante, casi como el comienzo de un juego de gato y ratón.

–Alguien que no puede defenderse. Eres un cobarde Snivellus, nadie te amará jamás y nunca serás feliz. Te recomiendo que admita la derrota. Pero incluso si lo haces, a nadie le importará. Porque a nadie le importas, Snivellus. A nadie le importaras jamás –Saqué mi puño derecho, listo para golpearlo de siete maneras diferentes hasta el domingo.

Sacó su varita y, antes de que me diera cuenta, saqué la mía, rompiendo mis propias reglas.

–¡Expelliarmus! –Yo grité. La varita de Potter fue lanzada a un lado, tal vez hacia la multitud cada vez mayor. Mi rabia había escapado de su jaula y era como nunca antes la había sentido. No podía controlarlo; no podía controlar ninguna de mis emociones.

–¡Bombarda! –Empujé a Potter al otro lado del pasillo, su espalda se estrelló contra la pared de piedra y cayó con un crujido repugnante. La mayoría sólo pudo derribar a su oponente a unos pocos metros de distancia, mientras que yo lo derribé al otro lado de uno de los pasillos más largos de este castillo. Todos se habían quedado en silencio, con el horror escrito en sus rostros, como si el último escándalo acabara de aparecer en El Profeta. Me reí entrecortadamente y las lágrimas aparecieron en mis ojos.

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