Here I go and I don't know why I flow so ceaselessly Could it behe's taking over me
Patti Smith - Dancing Barefoot
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Desde que tenía uso de razón, Alessandra había soñado con ser actriz. Una vez que aprendió a hablar y caminar comenzó a entretener a sus padres representando cuentos infantiles e incluso sus propias historias imaginativas qué ella se creaba en su cabeza. Incluso cuando aprendió a escribir, se pasaba horas creando pequeños guiones con crayones de colores, que su padre encuadernaba y guardaba con cariño.
A medida que crecía, el amor de Alessandra por la actuación no hizo más que intensificarse. Cuando tuvo edad suficiente para aprender a utilizar la vieja cámara de vídeo de sus padres, empezó a grabarse a sí misma y a sus primos en pequeñas escenas que ella dirigía, convencida de que eran interpretaciones dignas de un Oscar. En la escuela siempre se apuntaba con entusiasmo para participar en todos los festivales y apenas tuvo la oportunidad de hacerlo se inscribió en clases de teatro. Así que cuando llegó el momento de elegir universidad, no fue ninguna sorpresa que Alessandra decidiera estudiar actuación en la Universidad Nacional de las Artes en Buenos Aires.
Dejando atrás todo lo que conocía en Carlos Paz, se mudó a la bulliciosa ciudad con nada más que su querida gata Ymir y los ahorros de toda su vida. Se consiguió un trabajo a tiempo parcial para cubrir sus gatos menores, mientras que sus padres cubrían generosamente el alquiler y cualquier otro gasto que pudiera generarle la carrera. No siempre fue fácil: a veces las clases le parecían imposibles, la carga de trabajo era abrumadora y sentía que se iba a ahogar en aquella gran ciudad. Cuando se sentía especialmente abrumada le daban ganas de volver a casa, quedarse atendiendo el hotel de la familia, trabajar en las compañías de teatro locales, presentarse para los turistas y no mirar atrás. Pero sabía que aquello no era lo que siempre había soñado. Había trabajado tan duro, estaba tan segura de lo que quería hacer con su vida qué no iba a dejar que algunas malas notas y clientes groseros la hicieran renunciar a lo que más quería.
Y en medio de todos los momentos difíciles, había un punto brillante: el profesor Esteban Kukuriczka. Desde el primer semestre, cuando impartía Historia Social del Arte se había convertido rápidamente en el profesor favorito de Alessandra. Era joven y guapo, pero también era un profesor excelente, apasionado por la enseñanza y sobre todo por el arte de la actuación.
No era un secreto que Alessandra era la alumna favorita de Esteban. Siempre parecía destacarla en clase y ella disfrutaba cada oportunidad de participar en las discusiones de clase, ansiosa por responder, siempre haciéndolo con la respuesta perfecta. Aquellos momentos en los que captaba su mirada y sentía que su atención se centraba únicamente en ella le hacían palpitar el corazón.
Aquel día, Alessandra terminó de tomar apuntes en su pequeño cuaderno antes de indicarle a su amiga que se reuniría con ella fuera en unos instantes. Guardó sus cosas en su bolso y avanzó hacia la puerta, siendo interrumpida por los llamados de su profesor. Su corazón se aceleró con fuerza y su estómago se llenó de nervios.
