2: Hábitos

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Once de octubre de 2023.

Blake.

Pensar en aquel día se había vuelto un hábito. La misma secuencia, una y otra vez. Un año exacto después, los recuerdos estaban más presentes que nunca. Un año desde que nos dejó, trecientos sesenta y cinco días en la monotonía de la existencia, sin su risa, sin su voz reconfortante.

Durante veinticuatro años había aprendido a vivir con ella, ahora solo me quedaba aceptar que no volvería, que no la escucharía más, que ya no la sentiría.

Imágenes de aquella noche me asaltaron.

La oscuridad.

La luz enceguecedora.

Y nuevamente la oscuridad.

Apreté los ojos con fuerza cuando las imagines que me acechaban la mente amenazaban con desestabilizarme. Me senté en la lancha, mientras pasaba la mano por la cara, con molestia.

La calma y el silencio que encontraba en el medio del lago, se estaba volviendo un arma de doble filo. Los pensamientos intrusivos aclamaban por ser escuchados, mientras que lo único que yo quería, era callarlos, eliminarlos...

El walkie talkie desprendió voces. Suspire con cansancio al distinguir de quien era la voz.

-Aquí central llamando a Blake.

Tome el aparato-. Seth ¿Qué es lo que pasa contigo?

-Oye princesa no te molestes, solo quería saber cómo estas, llevas toda la mañana en el agua.

-Estoy bien, estaba por volver. ¿Cómo estás?

-Me mantengo ocupado para no pensar.

Me pellizque el puente de la nariz cuando nuevas lagrimas intentaban salir.

-Voy a volver, nos vemos luego.

A mis veinticuatro años pensaba tener la vida resuelta.

A mis veinticinco años, mi vida se había vuelto un desastre, llena de espacios vacíos, pensamientos incomprensibles y caminos que me eran imposibles abordar.

Intentaba despejar la mente, concentrándome en amarrar la embarcación al muelle. El sonido de pisadas lentas y pausadas, me hizo girar la cabeza, la rubia se robó mi mirada. Caminaba admirando el paisaje, era algo que acostumbraba a ver. Rain Lake, era un pueblo sumamente turístico. La gente paseando era normal. Ella no parecía notarlo, pero cada vez se acercaba más, suave casi como el paso de una gacela. Las piernas largas y contorneadas se enfundaban en un Jean negro, mientras que la ajustada remera gris me dejaba ver la pequeña cintura.

No sé porque lo hice, no encontré una razón lógica para excusar mi acción. Le hable y pregunte si necesitaba ayuda con algo.

Me incorpore hacia la chica, los ojos celestes cansados me escanearon. El rostro delicado, comenzó a ruborizarse cuando la detalle con la mirada. Los pequeños mechones rubios que se le escapaban de la coleta, le daban un aire angelical. Los labios rosados pomposos algo lastimados.

Una belleza.

-Ehh...yo...bueno -titubeo-. Solo paseo. Soy nueva aquí.

-Lo eh notado. Suelen haber caras nuevas todos los días. ¿Paso o permanencia?

-¿Disculpa? -cuestionó.

-¿Estas de paso o vienes a vivir?

-A vivir.

-¿Qué te trajo exactamente a vivir aquí? -pregunte con curiosidad, mientras volvía a mi tarea de amarrar la lancha.

-Locura de una chica de veinticuatro con ansias de encontrarse a ella misma

Once de OctubreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora