Capítulo 9
Hugo
Me siento en el avión y miro de reojo las esbeltas piernas de Lola, la cuál cuando recae en el peso de mi mirada me sonríe con coqueteo y me hace una señal para ir al baño. Ambos nos levantamos y nos encerramos en el baño del jet privado de mi empresa. Sus carnosos labios besan mi cuello con deseo y mis manos caen sobre su trasero. Estoy excitado, pero no lo suficiente, y todo se debe a lo mismo, a esos dichosos ojos tristes.
Hace una semana que sucedió el ataque de ansiedad de Sara, hace una semana que la consolé en mis brazos y solo podía pensar lo bien que se sentían sus pechos sobre el mío. Lo suave que era su piel, lo fácil que se amoldaba a mis brazos.
Hace una semana que sólo puedo pensar que le di mi teléfono, cuando lo que tendría que haber hecho era pedirle el suyo y ser yo el que mandase el dichoso mensaje, porque llevo una semana esperando a que me hable, y eso no sucede.
Hace una semana que me fui de viaje de negocios a Londres, para resolver algunos asuntos, y le pedí a Lola que me acompañase, y no solo para desarrollar su puesto de directora de marketing, sino también para follármela y sacarme esos putos ojos tristes de mi cabeza.
Pero para mayor frustración, el sexo me resultaba insuficiente, y sin poder evitarlo mi mente solo se encargaba de revivir esos momentos.
—¿Estás aquí?— pregunta Lola en mi oído.
—Si cariño— digo mientras mis manos tocan su sexo— sólo necesito un poco más de amor de tu parte, ya sabes— digo mirando hacia mi pene.
Ella sonríe y se arrodilla frente a mí mientras tira de mis pantalones y ropa interior para meterse mi pene en su boca.
**
Hugo Guardiola, 16:30:
«Hola rey, por donde andas?»
Diego, 16:32:
«Ahora mismo me dirijo a clase de yoga a ver a mi profesora favorita, hemos quedado para tomar algo después, ya sabes ;)»
Cuando leo el mensaje de mi amigo, rápidamente la visión de Sara viene a mi cabeza, y las ganas de verla afloran en mi interior.
Hugo Guardiola. 16:35
«Quizás me acerque, le he cogido el gusto a eso del yoga»
Diego, 16:40
«Ya claro, quien dice yoga dice la amiga buenorra de mi futura esposa, está bien lo entiendo, vente, pero creo que no la vas a ver aquí, lleva sin venir toda la semana»
Raro, es raro que Sara no vaya, es evidente que tanto ella como la otra morena iban para estar con su amiga. ¿Seguirá mal? No supe nada de ella, tampoco pregunté, aunque ganas no me faltaron, pero necesitaba calmar a mi jodido subconsciente y sacármela de una vez por todas de la cabeza, pero resultó imposible.
Sus palabras se repetían en mi cabeza, y por un momento hasta sentía envidia de su marido fallecido, envidia porque fuese capaz de experimentar ese amor incondicional de esa preciosa mujer que se esconde detrás de unos ojos tristes.
Al final dejo el plan de yoga de lado y decido ir a la oficina, hacer una pequeña visita rutinaria, ver como van las cosas, y sobre todo, hablar con Miguel. Sé que su adicción al trabajo no le habrá permitido irse a casa a su hora de salida de jornada laboral, y se habrá quedado haciendo extras.
Entrando en su planta y me sorprendo cuando a la que veo es a Sara, y a su lado Miguel, ambos con unos cuantos papeles sobre la mesa de esta. Charlando animadamente e incluso sonriéndose de vez en cuando.
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Una segunda oportunidad
RomanceSara era feliz. Sara se casó con Tomás aún cuando conocía su enfermedad. A Sara no le importaba disfrutar de su amor 2 o 3 años, quizás con suerte 4. Porque Sara amaba a Tomás con locura, y le prometió estar a su lado hasta el final de su último ali...