CAPÍTULO 2. MI NUEVO AMIGO

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Esa pequeña broma, como yo la llamé, resultó ser el inicio de un sin cesar de historias que se agolpaban en mi mente y necesitaba darles vida con mis palabras. Mis publicaciones en la red social se convirtieron en algo regular, y mis amigas cayeron en la cuenta de que no podía ser verdad todo lo que estaba contando. Aunque había algo que les intrigaba, y era el descubrir la identidad de ese joven que aparecía en esos bonitos relatos en los cuales hallaba el amor.

Ellas estaban al tanto de mi situación personal, creo que casi mejor que yo, pues éramos amigas desde el instituto, y a pesar de que al terminar cada una siguió por un camino diferente, continuamos viéndonos de vez en cuando.

En algunas ocasiones, cuando conseguíamos cuadrar nuestras agendas para quedar un sábado por la tarde y tomarnos algo, aunque solo fuera un café, hacían referencia a mi vida amorosa como un encefalograma plano. No me lo tomaba a mal, al contrario, era la que más se reía de todas.

Era una verdad absoluta, pues mis relaciones con los hombres habían sido, a pesar de mis cuarenta años, prácticamente inexistentes. No me gustaba hablar de ese asunto con nadie. No sé cómo lo hacía, pero los hombres solo se acercaban a mí para tener sexo sin ningún compromiso, o solo buscaban una amistad. Pero amigos ya tenía de sobra, de manera que me cansé de las citas y me dediqué a practicar la abstinencia. Bueno, una vida tranquila tiene su encanto.

Aunque hay una cosa que ellas no conocen, pues lo mantuve en la sombra debido a unas circunstancias peculiares. Se trataba de alguien especial, un compañero del trabajo con el que casi llego a tener algo parecido a una relación. A mis amigas les conté una historia muy distinta a la real. Creo que ya estaba desempeñando mis dotes de escritora sin darme cuenta.

Se llamaba Juanjo, y me fijé en él desde el primer día que puso un pie en la oficina, cuando yo apenas había cumplido veinte años. Se encargaba de la contabilidad y su mesa estaba a un palmo de la mía. Nos llevábamos bien y nuestras conversaciones siempre eran eternas. Nos lo contábamos todo, incluso lo más personal. Me habló en muchas ocasiones de su mujer; una persona muy peculiar, demasiado controladora y celosa para mi gusto. Tenía la costumbre de llamarlo muy a menudo a su móvil, y si no contestaba lo hacía directamente al teléfono de la empresa.

Una vez respondí a una de esas llamadas de control, como yo las apodé, y le dije que su marido no estaba, que se había tenido que ir de la oficina con una joven clienta a su chalé en construcción para solucionar un problema con unos materiales que le habíamos suministrado. Aunque la verdad era que se había marchado con una pareja casi anciana, pero le di su merecido escarmiento.

Juanjo me contaba todos esos detalles que le pesaban tanto de su vida marital en los momentos que nos quedábamos solos en la oficina, sobre todo, cuando mis compañeros salían a almorzar. Pero también estaban las ocasiones en las que nos reuníamos fuera del trabajo. Concretamente tengo una en mente en la que pasó algo que no esperaba.

Fue en una de las cenas que organizábamos en la empresa, exactamente en la primera navidad que pasó con nosotros. Tuve que ir en autobús hasta el restaurante en el que habíamos quedado al tener el coche en el taller. Luego regresaría en taxi. Pero al conocer él mis planes, no dejó que volviera sola a casa y se ofreció a llevarme en su coche.

El viaje de vuelta resultó mucho más silencioso de lo que era habitual en nosotros, y me sorprendió que permaneciéramos prácticamente sin hablar la mayor parte de él. Me entretuve observando cómo conducía, tan concentrado en la carretera y en todo lo que le envolvía. No me miró ni una sola vez durante esos quince minutos que duró el trayecto.

Pero, a un par de calles de mi casa, pasamos por delante de un edificio en construcción situado en el centro de un solar muy grande. Él, como si nada, puso el intermitente y se acercó a una zona donde había una montaña de material de obra apilado, dejando el coche justo detrás de ella. Estaba muy oscuro y completamente en silencio, pues a esas horas de la noche ningún alma vagaba por las calles.

TEMIENDO SENTIR (DISPONIBLE EN AMAZON)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora