(2) ✲ LAS CHICAS DEL CULTO ✲

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El tiempo sana el dolor.

Esa afirmación no me parecía correcta, para mí, el dolor se transformaba y era reemplazado por otras emociones: rabia, insensibilidad, culpabilidad y muchas más. El espiral de sentimientos era amplio y agotador. Y a veces me dejaba drenada, sin fuerzas para hacer algo tan simple como levantarme de la cama. Ahí mirando el techo, me ahogaba en el entumecimiento que me permitía dejar de sentir tanto, desconectarme.

Depresión, la palabra que mi terapeuta usaba en cada sesión junto con otras como estrés post traumático y ansiedad. Honestamente, ponerle etiquetas a lo que me pasaba me ayudaba de alguna forma a entenderlo, a sobrellevarlo. ¿Podría superarlo? No tenía ni idea, pocas personas sobrevivían a lo que yo pasé. Aun así, seguía intentándolo cada día, años en terapia eran un comienzo, para nada una solución instantánea.

—¡Leigh! —chilló Mary entrando a mi cuarto—. ¿Qué haces en la cama? Vamos a llegar tarde. ¡Arriba! ¡Arriba! —Me arrancó las sábanas y no me moví, mis ojos fijos en el techo—. ¡Leigh! —Ella se inclinó sobre mí, su rostro tapándome la vista del techo—. ¿Día gris? —Asentí, Mary conocía mis procesos y mis luchas, había estado conmigo todo este tiempo así que suspiró—. ¿Qué necesitas?

Tomé una respiración profunda.

—Necesito a Mary militar —respondí. Y ella sonrió.

—De acuerdo, arriba, soldado. —Me agarró de los hombros y me jaló hasta que quedé sentada en la cama—. ¡Hora de una ducha helada!

Solo pensarlo me dio escalofríos y ella me jaló del brazo, me levanté y me llevó hasta la ducha, metiéndome. Ella procedió a abrir la llave y deslizó la puerta de vidrio para cerrarla. El agua helada me golpeó con una fuerza que me hizo temblar de inmediato, pero que logró su objetivo, me sacó de ese estado de entumecimiento. Mi pijama empapado se pegó a mi cuerpo y levanté la cara, dejando el agua me pegara directamente.

—¿Mejor? —preguntó mi amiga al otro lado del vidrio y asentí.

Una de las cosas que había descubierto en mi proceso fue que había cosas que me funcionaban a mí que quizás no le funcionaban a otras personas y eso estaba bien. ¿Una de ellas? Duchas frías cuando no quería funcionar, aunque había días que me permitía quedarme en cama. Mi terapeuta me había aconsejado que tampoco podía forzarme a hacer cosas que no quería, que un día en cama no le hacía mal a nadie, se convertía en problema cuando un día se volvían dos y terminabas una semana en cama. Eso sí había que evitarlo.

Mi depresión empeoraba con las estaciones frías, porque los momentos más traumáticos para mí habían ocurrido en otoño e invierno, tenía sentido.

Luego de darme una larga ducha, me vestí: escogí unos vaqueros desgastados, botas cafés y un suéter de lana que hacía juego. Mi cabello estaba suelto a los lados de mi cara, y cuando puse un mechón detrás de mi oreja para ponerme los aretes, recordé todos esos años que lo llevé trenzado, recordé...

Leigh (Darks #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora