· V e i n t i c u a t r o ·

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🎶 I Wish You Would 🎶

"Wish you knew that I'd never forget you as

long as I live"

Contra todo pronóstico, después de la conversación con Adrien las cosas no han sido incómodas. Eso no quiere decir que no lo recuerde en los momentos más inoportunos (como, por ejemplo, cada vez que me inclino sobre la encimera de la cocina para cocinar o tomar una taza) o que no me invada la vergüenza al tener flashbacks mientras hablo con él.

Sin embargo Adrien no ha hecho ningún comentario al respecto, más que ponerme en contacto con su colega psicóloga ese mismo día. Tiene una agenda muy apretada pero me hace hueco por ir recomendada y mi primera cita es apenas unos días después.

Que conozca a Adrien también me ponía nerviosa, pero me obligo a mí misma y a mis piernas a llegar a la primera cita y después accedo a una siguiente. A diferencia del psicólogo al que veía en la universidad, esta mujer me transmite confianza. Su voz es dulce pero hay una seguridad en sus palabras que me hacen pensar.

Ese es el cambio que he visto en estas tres sesiones que llevamos hasta ahora. Últimamente pienso mucho en todo (en Carson, en mi vida durante la universidad, en la relación con Gabriel, en mi madre...), pero replanteándome el por qué y el cómo lo que me rodea puede actuar en mi vida.

Estoy leyendo un libro que me ha recomendado Ronan, relajada en el sofá, cuando veo aparecer a Adrien con dos bolsas de tela enamores muy cargadas y una mochila a la espalda. El clima está empeorando y fuera llueve, así que no he podido salir al balcón.

Advierto un calcetín sucio sobresaliendo de una de las bolsas y deduzco en seguida donde va.

—¿Día de colada? —Pregunto por encima de mi libro.

Se queda quieto en el camino a la salida y asiente.

—Se me ha juntado una semana de trabajo intenso junto con varios partidos de pádel. Y creo que me he quedado sin calzoncillos.

Eso me recuerda que a mí tampoco me queda mucha ropa interior limpia. Dejo a un lado el libro y me levanto del sofá.

—Espera, yo también tengo que ir.

Me lleva apenas unos minutos volcar el contenido de mi cesto de la ropa sucia a una bolsa para bajar con él. Desde el principio de convivir acordamos que cada uno se haría cargo de su propia colada y fue un alivio al darme cuenta de la cantidad de lavadoras que tiene que poner Adrien al hacer deporte.

Bajamos juntos en el ascensor hacia el cuarto de la colada. Llevamos tantos bultos que apenas entramos nosotros, por lo que es un alivio que nadie más lo llame. Lo que no lo es tanto es lo cerca que nos hemos colocado, porque en lugar de ser inteligentes y poner las bolsas en el suelo, entre ambos, están a nuestra espalda. Paso el minuto de ascensor pegada completamente al pecho de Adrien.

No pienses en lo que sucedió ese día, Gia. No lo hagas.

Es un día entre semana por la tarde así que no me sorprende encontrar a un par de vecinos más haciendo la colada. Tenemos tres lavadoras y secadoras para todo el edificio, que sobra decir no son suficientes, pero uno de ellos ya está terminando de doblar su ropa y otro está con la secadora.

Cada uno metemos nuestras cosas en una de las lavadoras pero Adrien ha bajado demasiado y tiene que usar dos para él solo. Veo como añade jabón y me doy cuenta de algo:

—Mierda, me he dejado el detergente arriba.

—Ten del mío.

Me pasa el bote y cuando lo tomo nuestros dedos se rozan. Corrientes de electricidad me recorren el cuerpo y al instante pienso en cómo me tocó aquel día.

Un Inesperado NosotrosWhere stories live. Discover now