Capítulo 1. Te amo.

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Desde la ventana de su salón, temprano en la mañana, las luces del sol entraban lucidos. Se posaban en su rostro y se permitía disfrutar de ese calor disimulado, pues calentaban sus ojeras y párpados. Su vista no se podía despegar de las hojas de los árboles, que se volvían de un verde luminoso ante el sol.
Su profesor saludaba alegre, dando los buenos días, para iniciar su clase. El amanecer desapareció apenas algunas horas, pero el cielo aún demostraba un espectáculo de colores degradados y nubes dispersas.

Parpadeo ligero, sintiendo sus pestañas largas debajo de sus ojos. Ahora que lo piensa, dejando que las sensaciones menguen en sus recuerdos ¿no era un día bastante similar a cuando le confesó su amor?

...Tenía algunas semanas de haberse graduado por fin.
Entraría a la preparatoria de hechiceros, como se tenía planeado por obviedad. Debía volverse fuerte para no ser desechado ¿verdad? Gojo así lo especificó en su momento de conocerle y él en realidad quería ser fuerte para mantenerse protegido y a la defensiva de la vida llena de mentiras de los adultos.

Ser fuerte.

Y proteger a Tsumiki.

—Carajo...— Susurro, mirando los dobladillos de los bolsos del saco de su uniforme beige que no volvería a usar desde ese día.
Observó como las hojas giraban de acuerdo a la corrientes del viento por el suelo, bajando y subiendo las grandes escaleras de piedra.

El sentimiento que lo invadía cada vez que pensaba en su hermana, le hizo soltar un suspiro entumido. Este asunto agónico de Tsumiki... Su hermana amable y ejemplar que terminó en coma, esa fuerza leve que le concedió, seguía empujando a salvar a los que podía salvar... a los que quería salvar...
Entonces...

Fuerza, más fuerza.

No debía pensar demasiado las cosas, porque el manejo de los sentimientos ante la situación le abrumaba, por lo que tratar de mejorar era su única motivación; pensar en una solución para algo inmejorable era dar vueltas en vano. Levantó la vista de las escaleras.

Gojo se encontraba hablando con los peces gordos, como le gustaba llamarles, acerca de su ingreso. No entendía por qué le tomaba tiempo, o porque su particular entrada a la preparatoria de hechicería era tan importante para discutir.

La discusión sobre su clan, nunca le importó, así que tampoco preguntaría.
Después de eso, le mostraría su nueva habitación.

Miraba los alrededores, analizando lo que sería algo así como su nuevo hogar. Era amplio y de enormes secciones de áreas verdes.
Cerró los ojos y aguanto la respiración inconscientemente.

¿Ahora pasaría más tiempo con él?
Más allá de las pocas veces que le permitía preguntar sobre su progreso en la invocación de sus shikigamis o de las visitas cortas y espontáneas que hacía al departamento que solía compartir con Tsumiki... ¿Ahora estaría más cerca de Gojo? ¿Más convivencia?

Más de lo que sea.

Sentía que podía quedarse dormido en ese lugar, de pie.
Estaba cansado y somnoliento, sus ojos se sentían pesados y las ojeras estaban a nada de ser notorias.
Había meditado hasta al cansancio, incluso pasó por los pasos de la aceptación y ahora estaba ahí, esperando la oportunidad de liberar su corazón, creyendo que así, dejaría esto de una vez por todas.

No entendió en qué momento su corazón sucumbió ante el sentimiento tan traicionero y problemático del amor. Pero se sentía sofocado ante el resguardo de tales sentimientos.

Una palmada en su espalda lo sacó de sus pensamientos y abrió los ojos rápido, encontrando de primera vista los ojos cubiertos de vendas por parte de Gojo.
Se estaba acostumbrando a ya no verle con sus lentes oscuros.

—Ah...
Y si, estaba muy cerca.

—¿Qué sucede? ¿estás aburrido?— Alargó la frase, divertido. El chico retrocedió, al ver que él no lo hacía.
—No. Ahg.— Gojo se le colgó del hombro, abrazándole.
—Es bueno que mires, si. Presta toda la atención que puedas, que estarás aquí hasta el cansancio.— Sintió sus jaloneos, mientras hablaba conmovido.

Fushiguro levantó la mirada, la luz del sol se entreverada por las ramas y hojas de los árboles, hacían sombra, marcándose en su rostro como manchas. Lo vio moviendo los labios, con una amplia sonrisa, mientras caminaban a las habitaciones, pero no se había percatado que incluso dejó de escucharle.
Su corazón latía fuerte contra su tórax, sus mejillas se coloreaban como flores y el brazo alrededor de su cuello y hombros le dejaba la sensación de un cosquilleo.

Si, ya lo había admitido, pero era tan ensordecedor, maldición.

Le miro tanto, marcando sus iris verdes, casi impregnando su mirada como tatuaje y no se sentía saciado. Con trabajo admitió que Gojo era hermoso y estar tan cerca le hacía titubear de toda supuesta decisión tomada.
Después de unos minutos, Gojo por fin regresó la mirada vendada, con el ceño fruncido ligeramente al no recibir ninguna respuesta de la plática que parecía tener sólo.

Encontrando los ojos atentos y embobados de su nuevo pupilo.

Le sonrió.
—¿Qué sucede Megumi?

Volvió a aguantar la respiración y se separó de él, haciendo espacio entre ellos.
Vio su silueta, de pie relajado como siempre, con esa ligera sonrisa que demostraba seguridad y simplismo.

Paso saliva.

Gracias por haber cuidado de nosotros.
Gracias por haberme buscado primero.
Gracias porque ahora puedo estar aquí
Gracias porque ahora eres mi maestro.

—Gojo-Sensei...— Anunció con un carraspeo, levantó la mirada, con su rostro tan normal y sereno como siempre. Gojo dio un brinquito al escuchar el nuevo honorífico agregado en su nombre, estaba por soltar una broma al respecto.
—Te amo.— No había nervios, ni pizca de broma, al contrario, su apatía lo hacía ver terriblemente en serio.

Pero aun así, Gojo logró ver el sonrojo ligero en sus mejillas, así como sus largas pestañas tratando de ocultar su mirada.

—Agradezco toda la ayuda y amabilidad que he recibido de tu parte, pero me temo que no te veo como mi padre ni nada de eso. — Anunció, sintiendo que su voz estaba por quebrarse, pero orgulloso de que eso no pasara.
—¿Ah... si?— El azabache jadeo, levantando la mirada, encontrándose con el pecho de Gojo, ahora estaba a centímetros de él.

Carajo, ¿en qué momento se acercó?

Pensó en retroceder casi por instinto, pero no se permitió tal cosa. Estaba tratando de liberar su corazón para recuperar su sueño, para recuperar sus sentimientos, para recuperar la estabilidad de su pecho y corazón que se alteraba cada vez que veían a Gojo y a su piel que ardía cada vez que le tocaba.

Aun así, se permitió bajar la mirada a su pecho. Temía que esos ojos vendados le vieran por dentro.

—¿Entonces cómo es que me ves?— La cuestión fue casi susurrada con burla y su voz dejaba un atisbo de amenaza. Uno que te advertía que se debía contestar sinceramente, ante tal declaración que más bien parecía un reto.

La luz estaba detrás de Gojo, por lo que su rostro se veía algo oscurecido. Y aun cuando tenía casi todo su cuello doblado para mirarle, no lograba distinguir facción alguna.

Pero nunca me has besado (GoFushi) +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora